Cuidado Con El Cieguito

-¡Cuidado con el cieguito!-

Grita la señora Mary del kiosko, como anunciando un verdadero peligro pùblico…

-Siga derechito no más socito-

Grita otro, muerto de la risa al ver que el bastòn del muchacho invidente arrasaba con toda una mercancia colocada sobre un paño en medio de la vereda, perteneciente a un desafortunado comerciante ambulante…

Fastidiado el afectado y maldiciendo a regañadientes trata de rescatar lo posible de sus valiosos cds pirateados de mùsica mp3; dvds; pelìculas; juegos; programas. Muchos de ellos yacìan desparramados y despedazados por doquier, de la atestada calle Mey. Reconocida como informal mercado de maravillas tràficadas… a muy conveniente precio…

Pero Nibaldo sin inmutar, continuaba a paso rápido como si nada.

Sólo pensaba en llegar pronto a su destino. Y se abría camino entre el gentìo con dìficultad pero seguridad a la vez. Poco a poco el bullicio de la comuna de Estaciòn Central iba quedando atrás también.

Casi con cálculo matemático, doblo un par de cuadras, sin chocar ni una sola oportunidad.
A medida que se iba acercando a su meta, destensaba sus otros sentidos alertas anteriormente. Y los latidosde su corazòn se aceleraban a cada instante… Era como si el tiempo se estubiera deteniendo en aquel latente silencio que reinaba ahora… cerca de la plaza donde estaba a punto de llegar, después de cruzar ese último pasaje que le quedaba, pero no alcanzó…

Porque repentinamente ella apareció… y lo tomó con delicadeza del brazo guiándolo hasta allì.

-Hola amor-

Saludándola con alegrìa, la reconoció al instante por su inconfundible y delicado perfume…

Millaray sin pronunciar palabra se alzo sobre el para arreglarle un mechòn de su ensortijado cabello.

-¿Qué pasa? ¿Por qué te noto rara?-

-Sentémonos en este banco-

Fue la fréa respuesta.

Mientras se acomodaban en el asiento de piedra, detrás de un árbol de hojas quebradizas por el otoño… sintio su aroma húmedo y que algo helado le recorráa el estómago.

-Dime la mala noticia –

Suplicaba ya ansioso.

-Veràs… lo que pasa… es que… no puedo seguir con… tigo…. Nohm tranquilo, el problema no eres tú…. soy yo…-

-¿Cómo ? ¿Por qué?-

Desconcertado y nervioso se sacó sus gafas negras, dejando ver sus ojos azulados y perdidos en algun punto inexistente…

-Tú necesitas otra persona que te cuide mejor que yo… de verdad lo intenté…-

Mirallay apenas con un hilo de voz proseguáa:

-¿Te acuerdas cuando fuimos a comer en la última ocasión ? y la gente nos miraba como bichos raros …. cuando tropezaste y botaste el mantel de una mesa… y bueno… etc…

No se contubo más y sus lágrimas comenzaron a rodar por su femenino rostro, calladamente creyendo que él no se daba cuenta…

El apuesto y juvenil hombre a duras penas, si logro contenerse. Tenía ganas de darle un puñetazo a alguien, pero simplemente se levantó abruptamente para marcharse, desplegando su inerte pero fiel guía de acero .

Ella inmóvil sin saber que hacer, atontada sencillamente lo observaba ccomo se iba alejando a tropezones.

Nibaldo raudamente cruzó el pasaje y dobló a la izquierda, fuera de la vista de la cruel joven…

Pero no pudo seguir avanzando. Porque Millaray ya habìa corrido hacia el, abrazándolo fuertemente.

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