En Aquel Bar_JohnDV

“En aquel Bar”

Marcadas, las más memorables y nefastas partes de mi vida, con sangre y dolordesde aquel anodino día que se convirtió en una verdadera “cagada” tras la llegada de esa maldita confesión que me hizo perder por completo los estribos, que hizo que cometiera una imprudenciaesa misma tarde, que vaya todo iracundoa aquel bar para darle muerte al imbécil de mi mejor amigo;amigo que había acabado por completo con mi matrimonio.

***

-¡Laura te engaña! – Me lo dijo todo aterrado José, aquella tarde que regresábamos del trabajo, para dirigirnos al bar de nuestras desgracias, de nuestras penas y lujurias, de nuestros triunfos y desdichas, y claro, de mis más grandes perradas y malditas acciones.

– ¿Cómo sabes eso? – Respondí todo melodramático, mirándolo a los ojos y completamente aturdido después de su parsimoniosa confesión.

– ¿Recuerdas de tus sospechas de Laura? – Guardó silencio y continuo todo deliberante – pues sí; tenías razón, yo los vi – Se detuvo un momento,y esperó a que yo soltara alguna palabra. Pero no respondí nada.

Caminé muy despacio, anonadado con la pregunta de José, “Laura, porque me has hecho esto”, voy repitiendo disimuladamente, abriendo una cajetilla mas de cigarros. Y después de varios silencios funestos, suspiros contrariados y lánguidos sollozos, me dirigí a José:

– ¿Quién es el infeliz? – Lo cuestioné y en seguidase quedó como parapléjico, se detuvo por un momento y recurrió a su arma más eficaz: el silencio.

–  ¡Habla carajo! o te vas a quedar mudo –  se lo increpé todo desmesurado, agarrándolo del polo y soltando la cajetilla de cigarros, e invadido por la rabia volví a carajearlo.

–  ¡Habla c…! – Lo solté y de inmediato me dijo el nombre del traidor.

– Freddy, el infeliz se llama Freddy…

El viento sopló como una ráfaga después de ese abrupto momento, la tarde empezó a morir, y el silencio acaparó todas nuestras posibilidades de seguir hablando. No dije nada mas, tomé la calle posterior y salí disparado hacia cualquier bar cercano.

El viento soplaba en mi rostro y solo podía observar algunas de las calles por las que corría apresuradamente, entonces me topé con aquel bar, el bar de nuestras desgracias, de nuestras penas y lujurias, de nuestros triunfos y desdichas; aquel bar que hizo, que me convirtiera en todo un delincuente, y, que acabara de una buena vez con esta ira que llevaba por dentro.

Ingresé a aquel perverso bar, quise sentarme en la mesa del fondo y pedir un trago, claro, sin percatarme de que en el centro de las mesas contiguas a la pared se encontraba Freddy, solo, como de costumbre, acariciando todo trémulo, la última cajetilla de cigarros que le quedaba.

Me acerqué todo meloso, le estreché la mano derecha y decidí sentarme a su lado invitándolo tres cervezas mas, mirándolo a los ojos, queriendo ahorcarlo o de una u otra forma, matarlo por su felonía, se dio cuenta de mi actitud, y completamente enervado decidió hacer lo mismo pero auscultándome con mas perspicacia, se sirvió otro vaso y se la tomo sin paladear.

–  ¿Eduardo, te sucede algo?

– No. Solo que renuncié a la chamba, eso es todo – respondí todo apático.

–  Sabes Eduardo, yo siempre pensé que tú eras una persona muy astuta e inteligente, que bien que hayas renunciado, en ese trabajo de mierda no valoran todo lo que haces – se sirvió otro vaso e intento decir mas cualidades mías, claro, producto de su ebriedad, era de suponerse, pero no dijo nada más. Freddy, era un ebrio, uno de los más ebrios que haya conocido, el mejor amigo de mi infancia, y con el que me he metido incontables borracheras; pero había algo que nos separaba, y por lo que dejaba de ser mi amigo, su felonía y descaro.

– Esta será tu última borrachera, ¡Desgraciado! – Pensé en silencio. Y antes de lanzármele encima de él para matarlo a golpes, apareció con esa pregunta inefable que me detuvo.

–  ¿Y cómo está Laura?

Se me congeló la sangre, las ultimas pero a la vez minúsculas cenizas de cigarro se disolvieron en el cenicero, y mis oídos no podían creer haber escuchado esa pregunta hipócrita, en ese momento me vino un vahído que me congelo, e hiciera que me quedara completamente mudo.

El no se percató y simplemente volvió a soltar otra de esas preguntas:

– Hace tanto que no la veo, ¿espero que este bien?

–  Tu qué crees – se lo dije sin pensar, y en ese instante se me vino a la cabeza, los pensamientos más sucios y grotescos que me pueda imaginar, la mente se me nubló por unos segundos, observando la cara de Freddy, imaginándolo a lado de Laura, besándola, acariciándola, y haciéndole el amor como quizás yo nunca supe hacerlo. Y las imágenes continuaron desfilando por mi mente, una tras otra, imaginándolos de nuevo, a los dos, desnudos, y sobre la cama de un asqueroso hotelucho mientras yo me iba de parranda con mis amigos.

– Yo no creo nada, solo preguntaba, eso es todo – respondió todo malhumorado y mas ebrio de lo normal – Aun recuerdo cuando se casaron, fue una boda memorable, la más grandiosa a la que haya asistido; ella, todahermosa sobre el altar con un vestido blanco y puro, echa toda un ángel – se sirvió otro vaso de cerveza, y continuo con su discurso etílico, bebiéndola lentamente -Tu Eduardo, todo un galán, esperando sobre el altar, la llegada de tu musa, o mejor dicho, la llegada de tu desgracia.

– ¿Qué quieres decir con eso? – Se lo increpé, mirándolo a los ojos, con toda mi rabia funesta, y con más ganas de matarlo a golpes, o ganas de cortarle la maldita garganta.

– No nada, solo era en decir – Guardó silencio por un momento, se levanto, y fue al baño.

Pedí seis cervezas más, percatándome en la forma de caminar de Freddy; “aun no está borracho del todo”, pensé en silencio y destapé una más,me serví, y la bebí lentamente, actuando con más naturalidad, relajándome, y planeando muy perspicazmente mi venganza, con mis propias manos, al maldito de Freddy.

***

La noche estaba por llegar a su clímax, el bar estaba semivacío,el frio empezaba a sentirse dentro del bary nuestras ganas de seguir bebiendo se habían disuelto a lo largo de la noche; cerveza tras cerveza, cigarro tras cigarro, mentira tras mentira, y nuestra plática estaba por convertirse en una verdadera pelea.

–  ¿Porqué te casaste con Laura? – Apostilló, una veza más el infeliz.

Lo mire nuevamente a los ojos.

– Por que la amo, ¿algún problema con eso? –  Respondí todo seguro, y con el libertinaje que te da los buenos tragos a mitad de la noche.

–  No, no, claro que no. ¿Y ella siente lo mismo por ti?- Pregunto todo sabio y con ínfulas de buen conocedor.

– A dónde quieres llegar Carajo – Se lo grite enojado, deformando la cara, y dándole un impetuoso empujón que lo hizo caer de la silla. Pero se levantó al instante.

– Y a ti que chucha te pasa – respondió lívido, y totalmente molesto.

– ¿Pasa?, pasa que estoy harto de que sigas fingiendo ¡Imbécil! Crees que no me he dado cuenta de tu felonía y descaro maldito ¡maricón de mierda! Si pues ya me entere de todo.

– A que te refieres Eduardo, estás tomado, deja de decir huevadas. ¿Enterarte de qué?

– De que te acostabas con mi mujer, mientras yo me iba de parranda, o me lo vas a negar – Se lo increpé todo turbado observando su petulante rostro, y cogiendo una botella de la mesa para partírsela en la cabeza.

Sus ojos se dilataron, la verdad por completo lo había desenmascarado y todo en el, cambió, bajó la vista por un momento,pero al instante reaccionó, respondiendo todo altanero.

– Si pues, yo me cogía a Laura mientras tú te ibas de juerga, no lo voy a negar. Ella misma me dijo que eras un aburrido, que no sabias tratar a una mujer, ni mucho menos hacerla feliz. Si Eduardo, ella sabe que eres un maricón, los vio agarrando a ti y a tu amigo del trabajo, en una de tus juergas, que más parecía una orgia homosexual ¡Eduardo, me da asco ser tu amigo!

Y antes de poder responderle como debía,se percato de mi acto anterior, y se me lanzó encima como toda una fiera, me hizo caer sobre el suelo húmedo y putrefacto del bar, y la botella que sostenía cayó al suelo partiéndose a la mitad.

Intentó sujetarme de los brazos, pero zafé uno, y agarrando la botella partida que yacía en el suelo le hice un corte profundo en la mitad de toda la maldita garganta. –  ¡Ahora vas a morir como todo un perro! –  Se lo grité en su cara después de haberle hecho la mortal incisión.

La sangre empezó a fluir por todo su pecho, Freddy, rugiendo de dolor y maldiciendo por completo mi existencia, cayó al suelo totalmente muerto.

Yo, ni bien me había fijado del inmóvil cuerpo sobre el suelo, salí disparado, todo ebrioy recogiendo mi maletín, ¿a dónde?, solo dios lo sabe, pues hasta ahora no recuerdo muy bien, lo que pasó después de mi venganza, en aquel perverso bar, durante aquella perra noche.

Por: John D. Valencia

Martes 5 de Abril del 2011 –  2:54 a.m.

?

Si te gustó, ¡compártelo!

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.