El Café Perfecto.

El Café Perfecto

Entre las personas que habitaban en un pequeño pueblo de nombre “Isequia” siempre se escuchaban todo tipo de rumores, pero hubo un rumor en específico que atrajo la atención de los interesados en el tema: un hombre de nombre Horacio, el cual era jefe de una humilde tienda de nombre “Coikoi”, se interesó en este rumor, el hombre simplemente no se podía sacar de la cabeza este tipo de rumor, sea por su simple amor al café, o cualquier otra razón.

Los días pasaron, el hombre se fue preparando poco a poco, reuniendo todo lo necesario para el viaje, el cual no sería nada fácil. Todo lo que tenía en su mochila era: Unos cuantos cambios de ropa, agua, comida y un cuchillo. El viaje era largo y el hombre no tenía ningún tipo de transporte, por lo tanto optaría por ir a pie durante todo el trayecto.

Horacio paso por todo tipo de lugares, experimento todo tipo de emociones durante su largo viaje, y perdió la noción del tiempo a partir del primer día.

Horacio luego de unas cuantas semanas llego al lugar donde supuestamente se encontraba el café: un desierto muy vasto.

Camino por horas y horas hasta casi caer la noche… Pero, sin previo aviso, en las lejanías de ese vasto desierto, Horacio comenzó a ver una pequeña casa. El camino en la noche, con un cielo estrellado, y solo las luces de la casa como guía.

Horacio se encontraba frente a las puertas de esa casa, él tenía dos opciones: tocar la puerta y esperar a que alguien salga, o regresar por donde vino.

“Toc-toc”, se escuchó.

Una mujer abrió la puerta.

—Debe de haber sido un largo viaje, por favor, entre.

Horacio, sin ninguna duda, entro, ya se encontraba muy cansado.

—Por aquí —Dice la mujer enseñándole el camino —Tome asiento.

Horacio se sentó en la primera silla de la mesa rectangular.

La mujer, sin decir nada, entro por una de las puertas de la casa y desapareció por un pequeño periodo de tiempo.

Un olor inundaba las fosas nasales de Horacio, un olor muy agradable.

—Disculpe la tardanza —Dice la mujer mientras aparece por la misma puerta.

Ella sostenía una bandeja en la que estaban tanto las tazas como la jarra que contenía el café.

El hombre veía como el café era servido ante sus propios ojos.

—Tome —Dice la mujer.

Horacio toma un pequeño trago.

—Esto es simplemente exquisito… No —Toma otro trago —Va más allá de eso, no hay palabras para describirlo.

El hombre, entre tantas sonrisas, y el sentimiento de realización, espero hasta la mañana siguiente para partir de vuelta.

—Que tenga un buen viaje —Dice la mujer.

—Muchas gracias, cuídese —Dice Horacio con una sonrisa.

Ya en la lejanía, Horacio mira detrás, en dirección a la casa, pero esta había desaparecido.

El ingrediente Secreto para el mejor café es el amor.

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