Guerra A Los Ojos Del Peón De Ajedrez

Uffff…. Por fin, finalmente, después de kilómetros, estrechos caminos y Senderos impenetrables, conseguimos alcanzar la colina, dejando atrás ese viejo, aterrador e inquietante bosque al que generaciones  pusieron el nombre del negro olvido. Suerte la nuestra que ahora si conseguimos vislumbrar a la lejanía aquel viejo baluarte de roca maciza. Fortaleza durante milenios inexpugnable.

Al fin, una ráfaga de aire fresco, la claridad encima de nuestras cabezas. Por fin un pequeño descanso para reanimarnos, recomponer nuestras filas y dirigirnos a la toma de nuestro objetivo.

 Miro atrás y,  un escalofrío recorre todo mi ser al recordar todo lo acontecidos. Nos enfrentamos, con éxito, pero no sin perder a grandes hombres y amigos , a dos de las patrullas  destinadas a proteger las lindes del reino, de aquel tirano, aquel déspota y asesino de masas sentado en su trono ,con sus aire de suprema divinidad. Arrebatando dignidad, vidas y sueños de cualquier alma que se le antojase por mero capricho.

Los aniquilamos. Nos superaban en equipo, iban a caballo, per aún así, gracias al uso ingenioso  a nuestro favor de los recursos que ese siniestro entorno nos brindaba, pudimos abrirnos paso con la victoria de la primer batalla de tantas que aun aguardaban. Perdimos a unos cuantos, cuyo sacrificio hizo posible el avance del resto.

Momento de tomar aire. Honrar tanto a nuestros muertos como a los suyos con una noche de paz, un brindis a su salud, deseando que por fin hayan encontrado la dicha eterna haya donde sus almas estén..

El frescor matinal se desliza por mi rostro. El aroma a rocío y flora silvestre se antoja cual refinada fragancia levitando  rededor. Una niebla solo nos permite observan a la distancia y contemplar  las almenaras de las torres más altas. Vigilando, acechando como  gigantes colosales sedientos de sangre. Unas voces inaudibles  provenientes de la tiendas de los almirantes, Y rápidamente la orden de perpetrarnos y alistarnos  para nuevamente partir.

En nuestro horizonte un lodazal que atravesar y una hondonada antes de tan siquiera poner pies a las orillas de aquel majestuosos y voraz castillo.

Llevamos ya más de tres horas de caminata cuando de pronto  un hedor nos envuelve en una confusión asquerosa. Nuestras mentes no querían creer  aquello que nuestros ojos veían. Se trataba del grupo de avanzadilla que nuestro ejercito envió semanas atrás con el propósito de reconocer la zona y advertirnos de la situación del enemigo.

La atrocidad con la que habían desmembrado sus cadáveres, recolocándolos para delinear un  macabro cartel, el cual nos daba la bienvenida, no tiene palabras. Es en ese mismo instante en que nuestros corazones ardieron de rabia y de una imperiosa necesidad de arrebatar y destruir a aquel ser de su trono

Sin dejar que nos afectará más aun de los que nos había provocado, seguimos adelante.

Sobre el atardecer. –Alto- se escuchó. A 500 ms estaba allí, parada con altanería, la cruel y asquerosa armada enemiga, desplegada en media luna, aguardando nuestro avance.

Paramos y desplegamos nuestro grueso en una posición estudiada para hacerle frente, prestos para la inminente batalla.

Lucían impolutos. Sus uniformes, pulcros. Cascos y espadas destellaban al reflejo del sol. Se podía oler su arrogancia, su altanería, creyéndose  amos del mundo.

A su lado, nosotros llevábamos los ropajes roídos, embarrados hasta la cintura, extenuados del mes de caminata, lucha, frio y hambre al que fuimos sometidos para poder encontrarnos hoy en este instante. Nuestras espadas manchadas de su sangre, a medio oxidar, pero sedientas, hambrientas de carne enemiga. Deseosas por fin de arrancar el yugo, que apresaba hace ya imposible recordad cuando, de toda esta región.

Atemorizados, temblorosos pero decididos y valerosos a la vez , la primera acometida de guerreros avanza, con los últimos rayos de sol a sus espaldas brindando una ceguera espontánea pero eficaz al enemigo. Así, consigue abrir una brecha entre sus líneas, generando el caos y el terror entre gritos de soldados heridos y cayendo, sobre los ríos de sangre que iban tapizando el lugar.

Los centelleos de las espadas podían oírse a km de distancia donde solo un objetivo estaba claro, matar o morir.

La oscuridad finalmente se cernió sobre nosotros, y tras producir la primera profunda estocada ambos bandos dan un paso atrás para recomponer filas y dar un descanso a sus aguerridos combatientes. Eso sin antes dejar herido de muerte a uno de sus mariscales de campo.

La mañana siguiente resulto gélida. Tal frio que las alforjas duras como piedras impedían saciar la sed que provocaba la sequedad del lugar. Imposible preparar una bebida caliente ya que las ramas no encendían de lo congeladas que estaban. Tan solo podíamos conformarnos con los restos de cecina y pescado seco que teníamos entre nuestras provisiones. Los carroñeros se pegaban un festín con nuestros camaradas caídos y que por la imposibilidad del terreno, imposibles de evacuar.

No había tiempo que perder, no podríamos permitir a nuestro enemigo su reorganización. Debíamos atacar, aventajados por la baja moral y el miedo generados la noche anterior.

Esta vez nos esperaban a las puertas de su fortín. Creyéndose seguro con sus arqueros protegiendo sus espaldas.

Lo que no contaban era que entre nuestros hombres teníamos a los mejores ingenieros del reino. Estas mentes brillantes habían diseñado  artilugios, que deban paso a nuestras tropas entre la lluvia de flechas sin recibir rasguño alguno.

En menos de tres horas habíamos arrasado con toda su infantería. Todo el grueso de sus líneas había perecido bajo nuestras roídas pero certeras chuchillas.

Ahora sí, el reto de mayor envergadura que teníamos que solventar. Debíamos expugnar una fortaleza inexpugnable durante milenios.

Parecía menester imposible de acometer. ¿Cómo conseguirlo?

Tras días y días de mensajes entre muros, nuestra señora se hizo presente. No podíamos creer lo que veíamos. No era ni más ni menos que nuestra reina, nuestra madre platónica que estaba más que dispuesta a dar su vida, a arriesgarse en una jugada maestra para poder así abrir las puertas de la fortaleza y provocar la herida de muerte desde dentro. En su propia mesa. y derribar por fin a tan despreciable ser.

Bajo la supuesta alianza  y fin de aquella horrible liza que se conseguiría si ella accedía a desposarse con aquel monstruo de oscuro corazón. Nuestra dama pudo acceder a los aposentos del enemigo con un pequeño sequito de supuestamente sirvientes personales.

Innumerables Jugadas maestras y movimientos entre las sombras, la nueva concubina del reino consiguió por fin colocar una afilada hoja de puro acero en el cuello de tan horrible engendro. Otorgando la libertad, paz y alegría a todo ser arrodillado a la fuerza.

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