Todas las entradas de: Johnny

Simplemente soy un escritor indignado, sofisticado e inspirado por las algunas anecdotas que las viví junto a mis amigas y enamoradas. Escribo por que me da la gana, y por querer recobrar las experiencias mas fantasticas que maracaron por completo mi vida de adolescente...

En Aquel Bar_JohnDV

“En aquel Bar”

Marcadas, las más memorables y nefastas partes de mi vida, con sangre y dolordesde aquel anodino día que se convirtió en una verdadera “cagada” tras la llegada de esa maldita confesión que me hizo perder por completo los estribos, que hizo que cometiera una imprudenciaesa misma tarde, que vaya todo iracundoa aquel bar para darle muerte al imbécil de mi mejor amigo;amigo que había acabado por completo con mi matrimonio.

***

-¡Laura te engaña! – Me lo dijo todo aterrado José, aquella tarde que regresábamos del trabajo, para dirigirnos al bar de nuestras desgracias, de nuestras penas y lujurias, de nuestros triunfos y desdichas, y claro, de mis más grandes perradas y malditas acciones.

– ¿Cómo sabes eso? – Respondí todo melodramático, mirándolo a los ojos y completamente aturdido después de su parsimoniosa confesión.

– ¿Recuerdas de tus sospechas de Laura? – Guardó silencio y continuo todo deliberante – pues sí; tenías razón, yo los vi – Se detuvo un momento,y esperó a que yo soltara alguna palabra. Pero no respondí nada.

Caminé muy despacio, anonadado con la pregunta de José, “Laura, porque me has hecho esto”, voy repitiendo disimuladamente, abriendo una cajetilla mas de cigarros. Y después de varios silencios funestos, suspiros contrariados y lánguidos sollozos, me dirigí a José:

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Yo Lo Sé… Y Lo Sabes Tú

Era aquella tarde, en la que Vea me contaba, poco a poco, él como terminaba aquella historia que casi todos los días por las tardes, ella me lo contaba ó me la leía. Éramos muy buenos amigos, que a pesar de que ella fuera mayor que yo por meses; yo la veía con otros ojos, unos ojos de deseo, si, ella me gustaba mucho, desde los tres últimos años que la conocía, nunca me atreví a decirle nada, nunca le dije que ella me gustaba, nunca me le declaré, y creo que nunca lo haré. Y así, observando el atardecer que aun se veía desde aquel minúsculo andén, en la que nos sentábamos a leer, ó a contarnos cosas de la vida. Vea era muy hermosa desde el punto en la que yo la veía. Aun con mis 15 años de edad, Vea era la única amiga a la que yo le podía contar algo, lamentablemente no podía decirle nada sobre mis sentimientos, y que yo estaba enamorado de ella.
Al terminar la tarde, al desvanecerse el sol sobre aquel brillante horizonte, caminamos sobre la acera cubierta de césped, sobre aquellos montículos de forraje, que día a día se formaban gracias a las tempestades de lluvia.
Embrollando su brazo con el mío, caminamos paso a paso, como dos gotas de lluvia que se alejan de la corriente, que se alejan de la soledad, del inconformismo, y sobre todo del sufrimiento.

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