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LA LEYENDA DEL SOL Y LA LUNA

Se contaba de una princesa hermosa y brillante como el sol que se enamoro de un ser prohibido: un dios que para ser más exactos era el dios de la noche, un demonio que vagaba por las noches buscando doncellas para hacerlas suyas pero como cualquier mundano cayo atrapado por la belleza e inocencia de aquella princesa.

Un día la joven había salido a observar su jardín y el demonio hipnotizado decidió acercarse pero con lo que no conto fue que el padre de la joven los viera.

Ella se enamoro de aquel ser como si hubiesen estado destinados a encontrarse; aquella tarde ambos se dijeron sus nombres y hablaron como adolescentes enamorados acordando juntarse esa misma noche.

Las semanas pasaban y la joven se entero de lo que él era pero no tuvo miedo, solo sirvió para acrecentar lo que sentía en su corazón.

El demonio cada noche usaba su poder y se disfrazaba de un hombre distinto para no ser descubiertos pero un día eso no pudo ser. Dalila: como se llamaba la princesa. Espero a su amado en la profundidad del bosque pero este no llegaba y nunca lo hizo.

Los años pasaron y la princesa heredo el trono de su padre.

Se caso con un príncipe del reino vecino y decidió olvidar el pasado solo que su corazón no podía hacerlo.

Salió al jardín a ver las flores y un susurro de entre los arboles llamo su atención, camino hasta no poder ver la luz del día y sin darse cuenta termino por llegar al lugar en donde ella y su amante nocturno se encontraban. Sintió la calidez de un abrazo rodearla y su corazón se lleno de gozo.

Un susurro pidiendo perdón la hizo llorar de felicidad; su amor había vuelto, no le había abandonado, Dalila le pregunto porque se había ido y el demonio solo le respondió diciéndole que se encontraran en ese mismo lugar a la media noche.

Como fue acordado llego a lo profundo del bosque y un sentimiento de tristeza y melancolía la embargo.

El demonio nunca había vuelto porque no podía y ahora tendría el alma de su amada para el pero fue traicionado.

“una princesa hermosa y brillante como el sol enamorada de un dios oscuro de la noche, amándose sin poder estar juntos”.

Eso es lo que se cuenta: una triste historia de amor prohibida y muy hermosa.descarga-9

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El Extraño Humor De Tánatos

Ese día llegué a creer que Marcela y yo seríamos inseparables. También llegué a sentirlo, y a pensarlo. En aquella sala de emergencias, donde años atrás despidiera a mi abuelo, ella ocupaba la cama aledaña; y cuando la cortina antibacteriana me lo permitía, podía verla allí tendida, e inanimada, con su rubia cabeza proyectándose sobre la almohada, y con una de sus muñecas vendadas;  con su monitor cardíaco y el de mi abuelo dialogando entre sí.

“Quiero saber su nombre”, pensé. “Nunca me imaginé que acompañar a un potencial difunto  al hospital pudiera ser tan provechoso”, pensé también. “Despediré a mi abuelo y saldré de aquí con una futura novia”, imaginé. Sobre la silla que se encontraba próxima a la cama, ví que se apoyaba una mochila negra, y tenía bordado el nombre “Marcela” en grandes letras de tela roja. Con gran sigilo y un silencio kamikaze, me acerqué y tomé la mochila. Confieso que no debería haberlo hecho, pero mi curiosidad fue más allá y me obligué a mí mismo a hurgar entre sus cosas. Del interior de la mochila saqué un cuaderno de espirales y lo abrí. Era un cuaderno de recetas de cocina, y en su interior había varias fotos, que cayeron al suelo al abrirlo.

 

Levanté las fotos del suelo, ella posaba en todas junto a un muchacho de aproximadamente mi edad. Me dedicaba a estudiar las fotos cuando escuché la voz agonizante de mi abuelo. Recuerdo esos segundos con la mayor de las culpas, ya que en lugar de apartar las fotos para acercarme a él y saludarlo por última vez, lo que hice fue continuar observando el rostro de Marcela en la foto, concentrándome solo en ello. Creo que fueron cinco segundos los que mi abuelo estuvo intentando llamar mi atención, porque él sabía que eran los últimos cinco segundos de su vida; y yo estaba allí, ignorándolo por completo, hasta que su monitor cardíaco confirmó que mi abuelo había dejado de existir. Inmediatamente después de su deceso, uno de los pensamientos más oscuros en sinapsis humana alguna, corrió a través de mis neuronas: “ahora que el abuelo murió, puedo concentrarme en mirar en detalle las fotos de Marcela”.

 

Recuerdo haber estado allí, sentado; contemplando las fotos de una desconocida, intentando descifrar por qué se encontraba tendida en aquella cama con una de sus muñecas vendada. Comencé a recorrer minuciosamente el cuaderno de recetas, una por una. Nuevamente miré sus fotos. -“Cuando ella despierte, me comprometeré a cuidarla y amarla hasta que la muerte nos separe”, me dije. Podía divisar a Marcela y a mí, juntos, posando en la foto de nuestra boda. “Tal vez este es el día en que la pérdida de un ser querido me llevará a adquirir el verdadero amor”, pensé con una esperanza casi corroborada.

 

Comencé a llorar, de repente, cuando comprendí lo que estaba sucediendo: mi abuelo acababa de morir y nunca más lo vería; ni compartiría con él un almuerzo, ni un partido de fútbol. Lloré, no sé durante cuánto tiempo; no pude ver ni escuchar nada que no fuese mi propio llanto. Entonces, al recobrar la compostura, miré hacia el monitor cardíaco de Marcela, anunciándome con una aguda frecuencia prolongada,  que su corazón ya no latía.

 

Ese día perdí a mi abuelo, a quien conocía desde que nací. Y perdí a Marcela, a quien nunca llegué a conocer en vida, pero sí durante su agonía, que fue el único momento que tuve junto a ella.

 

Durante años me he preguntado quién sería Marcela. ¿Sería una estudiante de cocina? ¿Sería tal vez una mujer que amaba cocinar, y las recetas del cuaderno pertenecerían a alguien querido por ella? ¿Sería este cuaderno un obsequio para el muchacho que posaba en la foto junto a ella? ¿Se habría cortado las venas para vengarse de él? ¿Sería quizás, su muerte, la venganza del universo hacia mí por haber ignorado a mi abuelo en sus últimos segundos de vida?  Afortunada, o desafortunadamente, nunca lo sabré.

 

Copyright Fernando Falcoff

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Dispuesto A Escribir Poemas, Canciones Y Todo Lo Que Me Soliciten.

Mi nombre es Facundo , soy argentino y escritor de toda una vida. Llevo esta gran pasión en la sangre y en las venas, soy nieto de una enorme escritora de mi provincia y con total orgullo y humildad, quiero llevar este talento por el mundo. Hoy gracias a Internet, se puede llegar a cualquier parte del planeta.

La escritura es para mi, un motivo de despertar cada día. Escribí poemas, canciones, relatos, cuentos, entre otros.  Siento que quiero dedicarme a esto y es por eso que estoy buscando la manera de lograrlo. Quiero brindar mis mejores palabras y textos a todo aquel que sepa valorarlo.

Sin extenderme mucho mas, aquí les dejo un adelanto de alguno de mis escritos, para que de esta manera me vayan conociendo y me quieran contratar.

«El aroma en la mañana es el perfume perfecto para el alma,

esa brisa matinal que despierta una extraña sensación de libertad en mi ser

miro a mis alrededores y entiendo el porqué de esta vida, y solo se que con estos aires de plenitud, es que sigo día a día , con una nueva oportunidad de ser feliz»

Al amor….

«si esperas encontrar la puerta abierta, no vas a hallar aquí mas que franquezas,

tan largo ha sido el tiempo para comprender, al propio corazón la ausencia de tu ser

si acaso fuera cierto que volvieras, si acaso era verdad que ya se fue, en busca del olvido tu querer…»

 

 

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Doña Marta.

Siempre callada doña Marta, con la mirada perdida como  quien espera algo y lo encuentra solo en fantasías.

Doña Marta siempre está sola, sentada en su mecedora de paja, ve pasar a los comerciantes que venden comida ambulante y ella sin tener plata para comprar así sea una  papa.

¿Ya comió doña Marta? Suelo preguntarle las veces en la que en mi mesa se asoma un plato de comida, porque yo al igual que ella hay días en que no tengo ni para un grano de arroz.

  • Pacho ha matado un gallo, y he comido yo sopa de gallo, que rica que estaba la sopa, jugosa y sabrosa

El señor pacho hace un año que murió  pero ¿Cómo hacerle entender a doña marta que la  única persona que estaba con ella se ha ido?

Dejo en la mesa de doña Marta un plato de comida, que ella lela come sin siquiera fijarse.

Doña Marta a veces sonríe, creo que algún bello recuerdo de su juventud es el motivo porque en breves suspiros dice: ¡ay, como era antes!

-¿El qué doña Marta?

– Antes, cuando podía sonreír y acordarme del por qué.

Siempre callada doña Marta, con la mirada perdida como  quien espera algo y lo encuentra solo en fantasías.

Doña Marta siempre está sola, sentada en su mecedora de paja, ve pasar a los comerciantes que venden comida ambulante y ella sin tener plata para comprar así sea una  papa.

¿Ya comió doña Marta? Suelo preguntarle las veces en la que en mi mesa se asoma un plato de comida, porque yo al igual que ella hay días en que no tengo ni para un grano de arroz.

  • Pacho ha matado un gallo, y he comido yo sopa de gallo, que rica que estaba la sopa, jugosa y sabrosa

El señor pacho hace un año que murió  pero ¿Cómo hacerle entender a doña marta que la  única persona que estaba con ella se ha ido?

Dejo en la mesa de doña Marta un plato de comida, que ella lela come sin siquiera fijarse.

Doña Marta a veces sonríe, creo que algún bello recuerdo de su juventud es el motivo porque en breves suspiros dice: ¡ay, como era antes!

-¿El qué doña Marta?

– Antes, cuando podía sonreír y acordarme del por qué.

 

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<3

Sé que piensas que estoy loca, y no estas equivocado.

Nadie en su cinco sentidos se habría enamorado de ti, ¿ y que puedo hacer? por las noches recrimino a la luna el  no ser tuya, tu no sabes las cosas que me gustaría hacerte, que me gustarían vivir contigo, he construido en mi cabeza más de ochocientos recuerdos aún no vividos.

Vivo un romance contigo solo en sueños, poemas escritos en el aire de un nosotros.

Si no te estuviera loca probablemente no te quisiera ni tampoco amara esas arrugas de amargura en tu frente que se forman cuando me ves, estoy loca por amarte tal cual eres aun sabiendo que eres una mierda de hombre al que creo príncipe, al que tengo pegado como un perro capricho en el alma, al que idealizo y hago perfecto con absurdas fantasías.

 

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