Archivo de la categoría: Teenagers

Nuestro Asunto Pendiente – El Asunto Pendiente De Diana 3

Diana había conocido a Vicent apenas unas cuantas semanas atrás se había mudado cerca de la casa en una localidad pequeña donde habitaban cerca de cincuenta pobladores, se había acercado hacia este nuevo vecino quien parecía solitario y triste, Diana una niña inocente aun, se había visto conmovida y reflejada por este.

El nuevo vecino había recibido de buena manera a Diana y esta le había estado preguntando de su anterior hogar, la joven quien había pasado de una burbuja a otra tenía curiosidad del mundo.

Tras oir tan confusas palabras preguntó una vez más: ¿Qué pudo haber hecho una niña para morir junto con las personas que le dieron la vida?

Vicent primero observó inexpresivo a Diana con sus serenos ojos grises y luego respondió: Compartes la sangre, veras yo quería que muriera toda la familia Montañablanca. Su crimen es existir. Diana quizás no lo entiendas pero con su muerte he saciado mi sed de venganza.

Diana no pudiendo escuchar más salió corriendo lejos de los límites de la casa de Vicent, pero antes escuchó un ruido familiar, eran las sirenas de los autos de los autos de los policías, quienes se acercaban al lugar. Apenas unas semanas Vicent había llegado a la localidad arrastrado por la preocupación del destino de aquella pobre niña quien había visto la escena de los cuerpos de sus familiares deformados por lesiones rodeados por su propia sangre. A pesar de que ella no podía recordar nada de lo que había sucedido ese día, tenía que vivir con el amargo recuerdo de unos padres que ya no están y de un crimen sin resolverse.

El único testigo decidió hacer algo al respecto, mientras que el verdadero responsable se esconde tras una máscara.

Ahora, Vicent se prepara para su hora cero y Diana podrá obtener la justicia que tanto anhelaba, pero ¿cuál es el verdadero propósito de Vicent?

¿Qué es lo que realmente sucedió hace dos años?

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Nuestro Asunto Pendiente – El Asunto Pendiente De Diana 2

Diana tiene algo que resolver con Vicent salió de su casa ese día para ello.

Diana estaba en la entrada de la casa de Vicent, hace unos días habían estado hablando de los densos bosques amazónicos y de las divesas críaturas que habitan en el. Hoy Diana lo confronta con un pasado doloroso. Diana continuó diciendo: Fuiste tú quien mató a mi familia, no es así Vicent?

Vicent con una semblanza calmada y casi triste solo atinó a decir: lo siento, tienes razón.

Un llanto acabó con la serenidad de Diana aquellas personas quienes eran todo lo que ella había conocido hasta ese momento, esas personas en las cuales ella podía confiar y tener seguridad se habían ido hace dos años, ella tras lo sucedido estuvo en shock sin poder recordar lo que había sucedido, lo único que siempre recordaba era a ella misma en un auto de policía abrazando sus rodillas y muy triste abrigada por una casaca negra. Se le acercó un hombre sonriendo y diciéndole: tranquila, ya pasó todo, ahora estarás conmigo y mi familia. Luego de eso sus recuerdos son de su nueva casa y de las personas que conoció al llegar a la actual localidad.

Diana quien había estallado en llanto, trató de calmarse para preguntar: ¿Por qué? ¿Por que a ellos?

A lo Vicent respondió aun sin mostrar ni una pizca de culpabilidad o arrepentimiento: sólo sucedió porque ellos estuvieron en mi camino. Ahora tú debes alejarte, salvo que quieras seguirlos.

Diana quien parecía haberse tranquilizado para continuar con su interrogatorio dijo: Entonces porque fuiste tan amable conmigo?

Vicent respondió: No es obvio? Tenía curiosidad sobre el cabo suelto. Tú quien la suerte te favoreció para no estar en ese momento junto a  esos infelices. Me preguntaba cómo era la vida de quien burló a la muerte.

Diana no comprendiendo de todo las palabras preguntó: ¿Qué acaso una simple niña merece una muerte tan triste como la de morir junto aquellos que les dió la vida?

A pesar de que Vicent aceptara la autoría de dar muerte a los miembros de la familia de Diana solo señala que sintió curiosidad por aquella persona que burló a la muerte. ¿Cuál es la verdad de sus palabras? ¿Cómo Diana se enteró de la culpabilidad de Vicent? ¿Al fin Diana obtendrá lo que estuvo esperando esos dos años?

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Nuestro Asunto Pendiente – El Asunto Pendiente De Diana 1

En un clima frío, donde la neblina espesa poseía el lugar casi deshabitado se encontraba Diana, quien había cruzado la entrada de su casa sola pero decidida, vestía un abrigo rojo sobre vestiduras negras, se alejaba de su casa a paso lento y silencioso hacia la casa de Vicent Gotnight, un joven muchacho, al que conoció apenas unas semanas atrás y que este pese a esto, se había mostrado gentil y muy confiable.

Pero Diana, no iría a platicar de lo extraño que avanzaba el tiempo, ni los bellos paisajes que existen en lejos lugares que no conoce, tampoco de la fragilidad de la vida, porque ella iba a solo una cosa: preguntar porqué.

Aquella niña de cabello largo y negro, quien usualmente mostraba en su rostro expresiones propias de una dulce mujercita, esta vez no tenía otra, sino de seriedad y determinación. Al llegar a la puerta de un lúgubre edificio que aun se notaba su color marfil, tomo un respiro profundo antes de llamar a la puerta.

Tras unos minutos se abrió la negra puerta de metal, y apareció un alto joven de cabellos claros, delgado, de ojos grises, con una expresión el cual siempre luce apagada, como si se hubiese espumado todo apego a la vida, al mundo y a todo lo que este pudiese ofrecer. Con una voz calmada saludó a Diana.

Pero aquella jovencita, sin responder el saludo solo se quedó inmobil frente a Vicent como si estubiese esperando que algo suceda, este quien estaba seguro de obtener una respuesta, pregunto si algo susedía. Diana, quien finalmente se decidió a pronunciar algo dijo: Fuiste tú.

El joven, quien vestía ropas sencillas y algo desgastadas no por el tiempo sino por el mal uso que le hacía su dueño, se abstuvo de responder y solo mantuvo la mirada hacia la joven que la hablaba. Diana, quien parecía abandonar la calma, continuó diciendo: Tú mataste a mi familia.

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Era Hermosa Como Su Tierra, Piel Morena.

     A la edad de quince años no sabía leer, mucho menos escribir. Su nombre guardaba un secreto y sus ojos habían contemplado cosas que muchas personas no se imaginarían.
     La vida siempre hermosa y siempre cruel, había arrebatado a su madre con un par de luces de poco brillo y el sonido de la goma consumiéndose en el pavimento. Ella no entendió, fue abruptamente repentino y ese «señor» no se molestó en detenerse a explicarle. 

     Quedó allí varada, muy cerca de la isla, en una calle apenas iluminada, producto quizás, de la delincuencia del lugar. Unos papeles, una firma y una sentencia le condujeron a su nueva morada, algo pequeña, algo lúgubre.
     Pasaron dos años antes de que pudiese mantener una conversación de al menos unos minutos. Callada y sumisa, acataba todo lo que le decía la hermana María. Ordenaba las camas de los niños menores que ella y pasaba la escoba, cada tres días hacía la colada y su vida poco más sentido que ese tenía.

     A su padre nunca le importó abandonarla, pues tenía una nueva mujer, una excepcional, a sus ojos perfecta «Bonita, sensual y nada intelectual».
     No le gustaba salir, el mundo afuera de esas paredes era peligroso, cada día un poco más. Había muerte por doquier, infinidad de personas, de maña y de honra, de cátedra y de pólvora, ésta tampoco distinguía entre géneros y edades.
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Susurro De Un Bosque De Lágrimas

Ella se trasladaba entre la hojarasca, rendida a una sensación de regocijo hasta ahora desconocida. Su piel tensa de expectación ante la más que probable promesa que había recibido. Su madre siempre le solía regañar por su capacidad de atención ciertamente volátil, pues de a momentos se internaba en sueños tan reales como el aire que respiraba, pero claro, «no era el instante ni el lugar, para estos pensamientos».

Comenzaban a caer algunas gotas, fina trama de lluvia, frías al contacto de sus mejillas. Más que un ritmo plausible se trataba de un susurro y más que un trazo aleatorio se trataba de arte.

Un crujido llamó la atención haciendo que se virase con fingida indiferencia. Había pasado más de media hora. El se acercó con una sonrisa, esa que tantas veces le había mostrado con ternura. Seguramente esperaba una «cálida» bienvenida. Ella lo detuvo colocando un dedo en sus labios y luego sin mediar palabra lo besó, allí debajo de la lluvia, al lado de los árboles que tantas veces habían ocultado su historia.

El beso pareció eterno, pero como el final de todo lo que alguna vez comienza también acabó. Hablaron de todo un poco, de su día a día, se divirtieron cual niños empapados por el clima. Un beso robado y algunas sonrisas, también robadas. Después de cuatro horas el tiempo se agotaba y cada uno tendría que regresar a sus vidas. El sacó de su bolsillo un collar de hilo oscuro y un dije tallado en madera, una gota, quizás de lluvia, era el clima favorito de ambos y el instante no pudo ser más idóneo. Se lo colocó en su cuello y luego le dijo al oído «Te amo». Ella le respondió con un abrazo y un último beso antes de comenzar a caminar de regreso.

El la observó guardando para sí cada detalle, no la vería por dos años, pero en principio también se les había negado esa despedida y fue el destino quien jugó las cartas para regalarles esas cuantas horas. Pensando esto no pudo evitar sonreír de nuevo, mientras en la distancia observaba como ella se trasladaba entre la hojarasca.

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