Los Tristes Se Reconocen

Los tristes se reconocen uno a otro
Como el mar reconoce a la inmensidad
Se perciben como aquellas almas que erran
En un mundo de triste fraternidad

Olvidan que son los anhelos perdidos
los que les tienen unidos al afán
aquel mismo afán de ser más que discretos
y pasar por alto la ocre intimidad

Los tristes se reconocen mutuamente
al ocaso, en el alba y al despertar
Como tristezas grises que no suspiran
Y como olas solo aman al añorar

Añoramos la felicidad perdida
En el suspiro vivo de nuestra paz
Esa paz blanquecina que nunca llega
Y sin razón tratamos de imaginar

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La Princesa De Los Ojos Café Amargo.

Primera parte. Demencia.

Existen ciertos mentiras que parecen reales, y ciertas realidades que son falsas, tan falsas como aquella persona que suele decir que nunca amara a nadie, tan falsas como el no querer tropezar con la misma piedra cada vez que el cielo pide que alcemos la mirada en busca de aquello que nos da un motivo para volar, tan falsas como el “siempre” al final de cada historia, y esta historia es eso, algo que fue falso, pero, parecía real…

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Debo comenzar por describirla a ella, pues, de lo contrario caería en la cuenta de retroceder cada vez que pasara por mi mente en un intento de nostalgia precipitada, de recuerdos precarios, de esa dulce sensación de tenerla en mis brazos y pensar que todo está bien cuando nunca lo estuvo. Porque aunque la luz estuvo presente en cada amanecer temía a la silenciosa noche llena de todas esas miradas.

El primer contacto que tuve con ella y con el mundo real en particular, no fue de lo más extraordinario, emocionante o sublime, quiero decir, que solo fue una casualidad del destino si así lo quieren, una terrible y trágica casualidad:

Me encontraba bajo la sombra de un árbol,  recostado en su tronco, mientras el sol tenía esa intensidad que  distingue al verano con el resto de las estaciones irradiando en la pie de las personas, dándoles un aura dorada y posiblemente una pequeña quemadura al día siguiente,
observaba a los extraños ir y venir en todas direcciones mientras mi pluma se deslizaba libremente sobre las hojas del cuaderno, creando innumerables versos con y sin sentido,
y ahí estaba ella a tan solo 2 metros de mí, sin embargo, yo en ningún momento repare en su presencia debido a mi concentración o mejor dicho obsesión por la poesía, hasta que de pronto sentí una mirada que helaba mi alma para luego derretirla y helarla de nuevo, volteé la cabeza en dirección al frio-calor que emanaba de los ojos de aquella desconocida, parecía desafiante, rodeada de aquel misterio que nunca descubrí,  poseía una tez blanca casi semejante al marfil (o al menos desde mi perspectiva), cabello largo y casi lacio de una tonalidad avellana solo sujeto con una diadema, delicadas manos haciendo pequeños puñitos a los laterales, media alrededor de 1.68 (pensé), no tan delgada, boca pequeña rosada con una peculiar sonrisa, nariz fina, pómulos no tan prolongados, un tono rojo en las mejillas, piernas largas y delicadamente hermosas y esos tiernos, adorables, brillosos, cautivadores ojos café amargo; en el transcurso de la historia descubrirán el porqué del café amargo.

Ahí estaba ella observándome sin decir absolutamente nada, parecía la tierra más vacía, como si solo estuviéramos ella y yo en ese pedazo de tiempo detenido, en ese momento preciso con dudas flotando a la deriva…

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Oleo De Mujer Con Gata.

He visto asombrosos colores en el amanecer de ciertas risas,

y destellos en la noche silenciosa de miradas y desnuda de estrellas opacas,

he observado junto al viento el incesante y bello

danzar de las llamas en combustión con algún leño,

y el flotar de las cenizas pronosticando mi muerte.

 

He perseguido cometas y los he perseguido como a un sueño,

es decir, no tan cerca para no pisarlos y no tan lejos para no olvidarles,

y he cargado su estela y la he guardado

a la vera de mi corazón en caso de penumbra.

 

He visto, he observado y perseguido,

pero, lo he hecho a ciegas

y a ciegas también he amado,

o quizás solo lo  he intentado.

 

Y fue así que en un día cualquiera donde se palman

las dudas por su densidad, la vi, a ella,

estaba en pose de brisa, ajena, indiferente, aleatoria,

como si al acercarme evocara divinidad

y el perderme en sus ojos no fuera una alternativa, sino, un suspiro.

 

Se delineaba su contorno con excelente pulso y tierna técnica,

incluso en aquellas curvas que parecían peligrosas tentaciones,

en especial la de su sonrisa que no era más que

un relámpago en impacto con mi vida.

 

Entonces todo se llenó de colores cálidos y fríos,

de esa indescriptible sensación en contraste con sus manos,

de primavera que se respiraba en su piel como aceite de linaza,

y en cada detalle, luz y sombra se apreciaba

la sutileza de aquella dichosa paleta, el encanto de la espátula,

el jugueteo de los pinceles formando un par de mariposas en su espalda,

la explosión de conjuros que se reflejan en su cabello,
el origen y la alquimia que exhalan sus labios,

los poemas antiguos sobre sus pies descalzos,

notas que parecen cantarle al oído.

y aquella felina que lleva su nombre

y por suerte mis nueve vidas.

 

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La Lluvia

Y aquí estoy, insultando a mis principios dentro del hexágono craneal que por desgracia tengo. Jugando al turista dentro de la vida y la muerte, dentro de un día. Una tarde. Una noche fría y lluviosa… Húmeda al final. Y si nos damos cuenta; el ambiente se parece a mí. Dentro de una claridad opaca, se acentúan las figuras que, con el pasar de la noche; van perdiendo su tridimensionalidad y pasan a camuflajearse con la temática de la ocasión. Unas pocas luces también se denotan dentro del contexto que se puede observar, dándole una esperanza de claridad a la cuestión… Pero hasta ahí… Mantienen todos los elementos en esencia. Como mostrando el trasfondo de lo inexorable en el final de los días; días lluviosos del invierno decimoséptimo.

Así soy yo, frío, lúgubre, deforme y lo más divertido de todo. Triste y melancólico. Siempre esperando un momento para suceder, para llover propiciando el derroche de mi ridícula «personalidad». Pero puedo recordar que no siempre fue así… Puedo traer al hexágono algunos contrincantes; Por un lado, una criatura de 2 años, feliz, sonriente, amado, saludable. Un peleador ya un poco olvidado; pero que lo fui en algún ocasión; Luego un peleador activo, un niño de 7 años con un historial de fortaleza inimaginable y nada más, eso dicen; fuerza de vida inimaginable. Mas es el hipocentro del agujero negro (¿o tal vez no?) que se ha vuelto vivir. Y es normal; mientras pasa el tiempo comencé a ver la supremacía de los valientes, cuya fuerza incrementa cuán más hostil sean las circunstancias y que paradójicamente, no está en ser fuerte sino en saber levantarse ( un subterfugio ya aburrido pero si se quiere válido). Pero en algunos casos, esas «historias de fortaleza inimaginable» terminan de llevar al deshuesadero las cruces de los lluviosos… Como yo; para ganar el boleto a lo que humildemente me atrevería a llamar «la yincana del diablo.

Donde venden los dos premios del destino nauseabundo que te toca digerir. Entre los regalos está en primer lugar, el privilegio del suicidio; como premio máximo y sin retorno, para dejar extasiado al concursante pero… ¿¡Cómo no dejarse llevar por tan hermosa solución!? ¿Quién no va a querer aliviar tanta mediocridad, tanto dolor, tanta simpleza, tanto amor? Tanta Vida. Es la excusa perfecta para reír de lo poca cosa que fue mi nacimiento, esa fecha que quedó registrada como un pantano en la historia de la humanidad y que ahora desearía borrar, pero que por sólo el simple hecho de existir, me mantiene atado a este mundo.

En la número dos; observamos el premio de consolación, con derecho a devolución, que es levantarse a morir todos los días cuando sale el sol. Sentarte a mirar como las dificultades te arrollan una, y otra, y otra vez. Arrodillarse con todos los sentimientos a suplicar piedad a la vida, para así recibir a cuentagotas un bálsamo salado, cristalino. Como salido de ese halo perfecto que se estilla poco a poco en esas pequeñas muestras de «perdón por existir». El premio más… Desesperanzador de todos, pero aun así; lo escogen algunos escritores…

Y ahora bien nos topamos con esta… Evolución de niño, cada vez más alimentado con la agonía de las circunstancias inútiles; de su entrega equivocada, de la salida de la yincana, del amor que nunca tendrá. Este niño, que siente cada vez menos el ardor de sus brazos, el peso de su futuro, el desespero de su soledad. Un niño frágil, que desea respuestas para saber porque lástima tanto el amor o que simplemente es la exageración de un amor puro pero no recíproco. Un niño que hoy escribe… Y afuera llueve…

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En Mis Sueños…

Soñé que entre mis sueños una mujer muy preciosa aparecía de la nada, comenzaba a acercarse a mí, con una sonrisa reluciente y placida, pronunciaba mi nombre con una delicadeza extraña, pero muy deliciosa, me invitaba a seguirla entre paisajes dignos de alavar. Me cautivaba cada vez que me recorría con su mirada, hasta sentía ganas de poder tenerla entre mis brazos. cuando me hablaba era como si un ángel me tratara; la sensación de paz recorría mi cuerpo mientras ella me observaba, sin poder hacer nada, pero con ganas de lo contrario… solo pude desear que si era un sueño, no despertar jamas… D.F

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