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Hastío

La tarea empieza en cada traste que se lava,  el jabón limpia la grasa,pero no logra despojar la suciedad del todo.

El agua hace su deceso lentamente del grifo,  la secuencia de imágenes registradas se muestran en diapositivas al  iris del ojo avisor de la jornada.

Los pisos brillan con la oscuridad permitida, la luz deja rastros vagos como filos blancos muy delgados que se pierden con el tosco decorado de estas baldosas pérdidas en la inmundicia del fastidio.

Los transeúntes acoplan de a uno sus pasos,  el control del hastío empezó a tomar lista poco a poco a  los asistentes del funeral del libre albedrío que dicen ¡presente! Al patrón de la torpeza que con su ingenua nobleza toma el control del caos que no descansa nunca, lo dispersa a lo largo de las paredes descoloridas,  enfermas de dolores ajenos contenidos en sus fisuras,  con batientes sometidos a la mudez de puertas melancólicas de aquellos días de felicidad cuando los reflejos del sol daban color a todo, donde la esperanza sobrevivía a días de lluvias y tormentas.

Su funesto entorno de verdes anémicos, residuos de una fachada que desdibuja lo que deslumbraba a quién supo de su existencia. Y es que en pasado hablan sus cuartos a este hastío que hace de su rutina un fracaso,  no como cualquiera pues hay que celebrarle su original hostigamiento, su táctica es sutil casi,  casi invisible de tacto. Las hojas forman una rústica tonada intentando alegrar tal descontento,los despojos del otoño revuelto de primavera e invierno se forman en su suelo como una alfombra, la intención es buena,  sin embargo de poco efecto.

Hastío ha hecho suyo todo cuanto ha visto, nada es normal después de él.  Los asistentes del funeral  parten más dispersos, más confundidos y es que con hastío nunca nadie puede vivir el libre albedrío.

 

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