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Estética Estática

ESTÉTICA ESTÁTICA

Quererte por amarte sin quererlo
sin saber perderte es no quererte
hasta la muerte muriendo es libre
de amar la vida que tiene avivando.

¡Oh!… Excelso anatomista
la cabeza está más cerca
del cielo y el corazón abajo
late sólo
sin consciencia la ciencia
es inútil sin el arte.

¡Que en su lecho los mares detiene
porque es suyo entregarle su pecho
por la herida sintiendo penetrar
aunque herido la copa beba carne!.

¡Oh!… Aún la visión ciega
el perfume doblado
y la lengua como las manos
están más abajo
que la humilde cabellera.

Diamantino dardo como ciprés,
el olvido envejecido en la caricia,
el fin cercano en rápido descenso,
cuando existe se concentra dulce.

¡Oh!… Gran maestro
el tener dos orejas
dos ojos y una lengua
para escuchar mucho
observar atento más
y hablar poco.

Las ondas entre los muslos nievan,
las grutas del corazón sin freno,
engendran las sombras invocadas,
fervoroso fuego de ceniza pura.

¡Dúdalo y la belleza será tuya!.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez (Del texto e imagen).

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Silenciosos Solamente… (Neodadaísta)

SILENCIOSOS SOLAMENTE
(Neodadaista)

Caminan los sueños anudando, dulces serpientes,
y se alejan las lentejas, los aviones descalzos y todo.
Abajo, una abeja me ha dibujado. Un tiburón temeroso.
Un ostión confeso, mil perdones sin rodillas.
Una mañana, con mañas y acordeones,
entre las cajas del hielo menos frío.

Ni lo pienses. Es la mentira menos cierta, con uñas pintadas.
Con píldoras para puertas inquietas.
Ni lo escribas. Las letrinas, letras, beben del vidrio.
Es el dado un dedo, soldado, y quitado del dormitorio.
Tanto, que casi lo cree el foco, la foca y el faro del foro.
La piedra, escapa en la espuma y la piel del polvo enardece.

Más allá, los cangrejos ofenden a un mandril de cera,
y cada barco esconde su vela, su vuelo, su primer recuerdo.
La seda suda con la noche, en una botella, en una gota.
Porque llueven llaves cerradas, en la sierra que ha cerrado.
El Valle se ha ido, un poco amarillento en el ojo de madera.
Los colmillos tienen miedo, y un jabalí ayuna.
Cada jueves jala, y teje al jamón con alambres alarmas.

El hambre ha muerto intoxicada de la risa lisa.
Al sapo capo. Le cupo media copa en la cocina.
Y el humo a medias. Como al último volcán la minifalda.
Ya ni la sopa suple al hule, ni el sombrero acaricia gallos.

Si todo es excesivamente claro, tu espacio es mi vacío,
y en la casa, la vendedora remienda sus dudas al cepillo.
El trapeador tiene náuseas. Por el camino del comino.
Aunque hace tiempo que olvidó su tiempo.
Nadie lo extraña, ni son rojas sus entrañas, solo nubes.
Por eso es tan tarde debajo del vino
que se fue haciendo añejo, en vano,
en una telaraña y cientos de asientos sin café.

Ya las rodillas duelen, la humedad perdió el agua,
el humo se ha enredado y es sensible como acero
sin las espinas del pescado.
Por eso se le debe buscar, negarle las cadenas y molerlo.
Así que iremos a recalentar las pesadillas del florero.
Y nadie sabrá lo que quieren decir, los olores del silencio yerto.

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