Brujerías

brujerias

 Casimiro Rafael Paredes, hijo del rengo Paredes y de Clotilde Bonilla, es por todos conocidos en Iporá.  Alto, como para tener que agacharse al pasar de una habitación a otra y alto también, para tener  dificultades en cama ajena. Gordo y fornido, tanto que cuando viaja en ómnibus las personas evitan sentarse a su lado. Pelo negro y crespo que corona una cara mofletuda, de piel rosada y tersa. Pie grande, que lo obliga a escoger sus zapatos entre los números especiales. Sin embargo, los más viejos de Iporá hablan de otras irregularidades corporales, de otras medidas  que atraen mucho a las mujeres.  Son motivo de cuchicheos en la peluquería y muchas damas tejen fantasías con él y otras aún van más allá…

Vive en las afueras de la ciudad, en las praderas que bordean al Río Mestífeles.  La vida sana y vigorizante del campo le transmiten una energía especial a su joven cuerpo de una veintena de años. Su única ocupación, vender leche al menudeo usando para ello un carro destartalado, un jamelgo oscuro y mucha voluntad.

Cuando el sol despunta en el horizonte luego del último canto del gallo de doña Clotilde, Casimiro emprende su viaje dando un beso de despedida a sus padres.

— ¡ Arre, Macao!… ¡ Vamooos!… ¡Macao vieeejo te digo.!… ¡ Qué seráaa, seeráaa!… ¡ Será lo que deba seeer!…. ¡ La Manuela  me lo diráaaa! … ¿ Y si no quién me loiba decir? .  ¡Arreee, que sihace tarde carajo!….

La golilla colorada le flamea en su corpachón robusto algo inclinado sobre el asiento del carro. El ruido desacompasado de los tarros al entrechocar unos con otros se entremezcla con su canto desafinado. Viste una gruesa camisa de algodón a cuadros verdes y azules, una bombacha gris sujeta con ancho cinturón de cuero y unas alpargatas bigotudas donde los pulgares buscan forzar denodadamente la tela de las mismas. ¡ Y lo van consiguiendo!

– ¡ Arre, Macao!…. ¡ Vamooos!…. ¡ Macao hijo de la madre!…. ¡Yo no sé quemean hecho tusojos!…. ¡ Yo nose sisera una traición!… Gueno, si la Manuela me triciona va tener dos trabajos… Uno pa ponerse salmuera dispués que la muela a palos y otro pa conseguir un padrillo como yo…  Je,je,je…

La mañana es apacible y los primeros rayos del sol levantan de la tierra un tenue vaho blanquecino. En la medida que los viajeros avanzan se desprenden de los cardales de la vera del camino bandadas de pájaros que vuelan asustados. A lo lejos gritan unos teros tratando de proteger su nido. A ambos lados del carro las ruedas danzan y se lamentan… se lamentan y danzan. A cada pirueta que realizan, los tarros le responden con una reverencia que los hace juntarse con un sonido opaco y luego separarse nuevamente… para reiniciar una vez más la danza…

–¡ Arre Macao!… ¡ Vamooos, qui siahece tarde!… ¡Yooo tenia una chancha!… ¡Vidalitá! … Se la regalé  a Manuela… ¡ Vidali…! . ¡ La puta que los parióoo!….¡Alto!…¡ Altooo!…. ¡Shoooo!. ¡Shooo, te digo Macao!… ¿Pero qué es eso questa  ay ?.  ¿Qué brujería es esa?…¡Ahorita si questá bueno Macao…! ¡Ay mi Diosito  querido! … ¿ Qué eseso?. ¿Cómo vamo a poder ripartir la leche si por aquí no se puede pasar?.

Han llegado al cruce con el camino que conduce a Cerro Corá y allí, justo allí, en el centro de la calzada hay un paño rojo con cosas misteriosas arriba. Casimiro se detiene a unos quince metros del cruce. Mira sin dar crédito a sus ojos. Se ha puesto tenso. Se persigna varias veces.  Se saca el sombrero aludo como si ello le permitiese a su cabeza discernir mejor. Toca sin pensar con gesto trémulo el cuchillo con empuñadura de plata y oro  que lleva en la cintura. No se anima a bajar y con el pie en el estribo y con una mano haciendo de vicera mira, con unos ojos saliéndose de sus órbitas,  el paño rojo.

— ¿ Pero qué es eso Macao?… Una mesa tendida en el medio de la calle…de nuestra calle… ¡Ay mi Dios!…¡Ave María Purísima!… Una gallina, si… una gallina colorada…. una gallina colorada y parece gordaza…. ¡Mira Macao!… ¡Una botella!…¿Qué tendrá la botella?…. ¿ Y ahora Macao, quehacemo?…  ¿Damos la guelta?…

Macao está sorprendido de esa parada no programada.  El caballo viejo está acostumbrado a que su primera parada es frente al bar de Reginaldo y hoy se han detenido en la primera curva. Mastica por puro gusto el hierro del freno que tiene en su boca. Para aprovechar esta parada imprevista  descansa su cuerpo flaco en tres de sus patas dejando a la otra flexionada. De vez en cuando golpea sus cuartos con la cola desgreñada espantando moscas imaginarias. Casimiro se vuelve a sentar. Se para y se vuelve a sentar. Mira sin comprender esa cena servida que ha quedado allí en medio de la calle. Mira hacia la ciudad que no está lejos pero a la cual no puede llegar… Una valla de poderes mágicos se interpone en su andar. Mira hacia su casa. Si vuelve a ella será una catástrofe con la leche, con el rengo Julián y con doña Clotilde. Sus padres se pondrán furiosos. Tiene que pasar. ¿Pero cómo?. El tiempo transcurre. El transcurrir del tiempo, solo el transcurrir del tiempo, soluciona problemas que parecen insolucionables.  Tan insimismado estaba Casimiro que no vio la llegada del Paraguayo. El Paraguayo, montado en un rosillo escarciador se aproxima al paso… Es un gaucho esmirriado que se cubre del frío mañanero con un poncho negro y un sombrero aludo.

— ¡Guenos días, Patón!… ¿Cómo le va alhombre?. Cualquier día destos vas a llegar al pueblo pa mediodía…

— ¡ Y cómo me va a dir!…¡ Cómo me va a dir con estas cosas e Mandinga?. Yo venia lo más tranquilo, cantando pa distraerme, como hago siempre y de pronto el Macao se clavó de golpe y no quiso dar un paso más…¡No quiso ! .  ¡Claro!. ¡Con esas cosas questán ay…!

— ¿ Pero que dices Patón? .  ¿ Te refieres a estos regalos que dejaron ay?. Pero fíjate que prolijito questá todo…

El Paraguayo desmonta de un salto y sin soltar las riendas de su rosillo, en cuatro pasos está cerca de la gallina degollada. La toma. La mira con poco interés. La revolea y la tira fuera del camino.  Toma entonces la botella. La descorcha. Cierra con fuerza un ojo, se le arruga la frente y se le tuerce el bigote hacia un lado y con el otro ojo mira por el pico…  Aproxima entonces su nariz de toronja de la que asoman unos pelos negros y huele profundo. Después bebe con fruición un buen trago. Se limpia la boca con la manga del saco. Vuelve a tapar la botella y la coloca con cuidado en su alforja. El Patón Casimiro no da crédito a lo que está presenciando y sacando su pañuelo de dudoso blancor se lo pasa por la cara. Va decir algo… pero las palabras no quieren salir de su boca. Tiene el paladar seco.  El Paraguayo se agacha nuevamente y recoge esta vez un toscano, un grueso cigarro de hoja. Lo mira con deleite y se sonríe entonces… Mira de reojo a Casimiro. Huele el cigarro y metiendo la mano en el bolsillo de su bombacha saca un encendedor. Dueño de la situación se lleva el cigarro a la boca, lo enciende con aspavientos y da una gran bocanada… Relumbra la brasa y se eleva en bolutas un humo grisáceo…  Da una patada al pedazo de tela roja y dando un ágil salto vuelve a montar a caballo. El Patón se sienta veloz y descarga un furibundo latigazo a su Macao.

— ¡Arreee, Macaoooo!…. ¡Arreee, Macaooooo!…. ¡Ave María Todopoderosa!… ¡Protégeme mi Dios!….  ¡Arreee Macaoooo!…. ¡Arreee Macaooo!.

Ahora la marcha es milagrosamente veloz. El látigo resuena sobre el pobre caballo que no comprende. ¡Hace tanto que no galopa!… Un tarro de leche se ha caído y el líquido blanco y espumoso va dejando una huella húmeda, cimbreante y tibia en el amanecer…

— ¡ Arreee, Macaooo….!. ¡Arreee matungo viejo!….  ¡Ay María y José!…

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