Silencio

Déjame ser por esta noche la voz. Déjame contarte lo que soy. Luego dejaré que hables, luego tu voz será lo único que importe.

 Soy un trozo de mí misma, una herida que duele profundo cuando miro desde afuera. No te inquietes, te pido que no pretendas calmar el llanto que me habita, solo quiero mostrártelo como un niño muerto.

 Cada día quiero olvidar que amé a los ausentes que no cesan de irse. Hombres que necesitan saber que mi lealtad aún los sustenta -quizás debí pedir que se quedaran en lugar de alentarlos a los nuevos rumbos-, así de puro fue el amor. Ahora lo entiendes.

 Olvidé que mi cuerpo existía, desconocí que mi alma estaba viva, solo por percibirlos alcanzar sus sueños. -Ninguno soñó que naturalmente un día yo no estaría esperando-.

 Déjame revolver tu cabello tan rebelde como mi espíritu mientras suavizas tu expresión de pena. Tú no eres culpable de mi llama, ni de sus llagas.

 Bebí este vinagre a solas, en un beso no vas a robarme su sabor.

 Shh…

 Pero bésame… quiero ser egoísta y volver a tu cuerpo, a mirarte evadiendo tu tristeza (sí, la he visto, el llanto también te mora) y lamernos desesperados las heridas que gozamos los que maldecimos pensar en el amor.

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