Un Nuevo Mundo

La chica se levanto todavía con los ojos cerrados y bostezó, justo como lo haría antes de dejar su cama. Una risa, seguida de un conjunto de murmullos, llamó su atención. Entonces lo recordó. Sus compañeros la miraban, unos con desagrado otros con gesto burlón.

–Te has quedado dormida de nuevo –dijo su mejor amiga– he tratado de despertarte, pero no me hiciste caso.

–Cuando duermo parezco una muerta –admitió avergonzada mientras recogía sus herramientas de trabajo. Su escritorio era un completo desastre, y ya había recibido una advertencia por parte de su jefe acerca del desorden en su puesto de trabajo.

–¿En serio crees que usar ese término aquí sea una buena idea? –le recordó su mejor amiga. Inmediatamente la chica se percató de las miradas de sus compañeros de oficina.

Aquella oficina no era especialmente grande, ni especialmente llamativa, pero su importancia se remarcaba en el hecho de ser la primera oficina gubernamental que trabajaba las 24 horas del día, los 365 días del año, y también por las capacidades especiales de quienes trabajaban ahí.

–¡Jenny! –Uno de sus compañeros salió de la oficina del jefe y le hizo señas a la chica para que se acercara.

–Se ha enterado ¿verdad? –preguntó Jenny a su mejor amiga– ¿Me ha visto dormida en el escritorio?

–Creo que lo mejor será renunciar –aconsejó su amiga mirándola con resignación– yo estoy pensando en hacer lo mismo; ningún ser humano puede trabajar 24 horas seguidas sin parar.

–Ellos sí pueden –recordó Jenny fijando su atención en seis chicas que permanecían alertas, mirando la pantalla de sus ordenadores y tecleando sin parar.

–No somos igual que ellos –contestó la mejor amiga de Jenny. El muchacho al frente de la puerta del jefe volvió a llamar una vez más.

Jenny avanzó avergonzada a través de un espacio formado entre dos hileras de escritorios enfilados unos tras otro. La chica mantuvo la mirada en el suelo, los ojos de color lechoso de sus compañeros la asustaban. Ya no quedaban personas vivas en esa oficina, todos habían ingerido el Elixir proporcionado por el gobierno, volviéndose humanos fríos que no experimentaban el dolor, ni el sueño, ni el agotamiento. Solo Jenny y su mejor amiga habían decidido no consumir el Elixir.

–¡Buenas noches, jefe! –saludo a su jefe, quien lucía igual que una fina estatua de mármol, su piel de un desagradable tono pálido sobresalía aun más debido al oscuro traje que llevaba puesto. Los ojos blancos con una desagradable capa amarilla sobre la retina se fijaron en Jenny.

–Jenny, ya te lo había dicho, si no puedes con el puesto lo mejor es que lo dejes, ya llegará alguien que sí sea capaz de aprovechar la oportunidad. – El jefe fue directo al grano y una vez más Jenny desvió la mirada asustada por los ojos de aquel hombre–. Esta ha sido tu tercera oportunidad y esta oficina demanda mucho esfuerzo por parte de sus colaboradores.

–Yo… no soy igual a ellos, –titubeó incapaz de mantenerle la mirada a su jefe.

–Es por que aun estás viva –le recordó con frialdad. El hombre puso sus manos sobre el escritorio y en seguida la chica notó que tenía uñas nuevas–. La descomposición, si no es tratada a tiempo puede ocasionar la perdida de algunas partes del cuerpo. –explicó el hombre al notar la mirada de la chica enfocada en sus manos–. Las uñas se desprende si no cuidamos nuestros nuevos cuerpos. –agregó el hombre que no ocultaba su desagradable humor.

–No puedo beber el elixir –indicó la empleada fijando su atención en la brillante botella purpura que se hallaba sobre el escritorio de su jefe.

– ¿Por qué no? –preguntó– Tu gobierno te quiere fuerte Jenny, te quiere incansable, te quiere trabajando. –explicó mientras tomaba la botella y la colocaba al alcance de su empleada– cuando lo bebas el sueño y el cansancio desaparecerán al igual que el hambre y el frío.

–¡Yo no quiero morir! –gritó rechazando la botella con el brillante contenido purpura moviéndose en su interior. Su jefe la observó en silencio durante unos largos minutos hasta que finalmente decidió contestarle.

–La mitad de la población ya ha bebido el elixir –le recordó– ahora, esa mitad es la mejor mitad de este país, –aseguró mientras se levantaba, sujetaba la botella y se acercaba a su empleada– todos hemos hecho sacrificios para ser mejores, si no estas dispuesta a sacrificarte entonces no puedes formar parte de este equipo.

–¡Necesito el empleo! –admitió al borde de las lágrimas.

–Entonces ya sabes que hacer –contestó– llévate la botella, tomate el día de hoy, te espero mañana lista para comenzar tu nueva vida junto con tus compañeros.

Jenny dejó la oficina llevando aquella botella de veneno firmemente presionada entre sus delicadas manos. No era la primera que pasaba por eso. El elixir es la respuesta del gobierno a todos los males del país. Consumirlo implicaba morir, pero eso era un precio bajo comparado con una nueva vida sin dolor, sin frío, sin hambre, sin agotamiento y ahora ella debe decidir si quiere vivir esa nueva vida.

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