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VERSOS AL VACIO

Por algún tiempo caí en la cursilería barata, me daba el tiempo de pensar en ti, y trataba de cubrir tus vacíos sin importarme si cubrías o no los míos. No pensé en mí, siempre pensé en ti. Y asumí que en ti no podía caber la mentira y la traición. ¿Pensaste que era el crimen perfecto? ¿Pensaste que jamás llegaría a saberlo?…

 

¿De qué podría lamentarme ahora? De nada, pues las cosas hechas ya están. Me atrapaste con tu basura en forma de amor, me cautivaste y a consecuencia no podía ver la falsedad de tus actos.

 

He sabido sentir el dolor, incrustarle espinas y tragármelo a mi antojo… Yo ya sabía cómo era el sufrimiento, yo ya sabía cómo llorar, yo ya sabía la figura exacta de la soledad e imaginé que contigo no volvería a pasar. Pero fuiste inoportuno, y gracias a ti volví a recordar que el dolor es parte de la vida terrenal.

 

 

Lóbrega.

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VIVIR UN POCO

 

1

Siento  la noche llegar y junto a ella un frio infernal. Mis pasos no son los mismos de antes, mis pies tienen miedo al andar. Rindiéndole tributo al terco, busco lo que no encontraré jamás.Busco tu mirada al despertar, tus cabellos al sentir la suave brisa pasar, busco tus pasos, tus pasos débiles, tu aroma en aquella vieja ciudad. Pero sólo me quedan recuerdos, recuerdos tan exactos, tan atrincherados; que a veces no me puedo sobreponer, pues además de estar sin ti, tengo que soportar las inmundicias que trae consigo el mundo. Tanta humillación, tanta bajeza, tanta injusticia. Mis ojos están cansados de ver cómo el pobre sigue siendo pobre. Cansados de ver cómo el rico se hace más rico.Cansados de ver cómo aquellos personajes de altos cargos amedrentan a la gente imponiendo sus leyes, leyes tan improcedentes.Una gran sensación atraviesa mi garganta, aquella sensación deliberada de estar donde tú estás. ¡Caray!, te haces extrañar. Soy tan vulnerable a ti, que voy careciendo de aquella actitud filantrópica a la cual me hacías llegar.  Tu partida no he podido superar. Van pasando los años, y me aferro a la fantasía de verte llegar. Tus recuerdos entorpecen mi mente, me hacen caer, me hacen gritar, me hacen volver a esta intratable realidad. La realidad de llegar a casa y no tener con quien hablar. La realidad de ver cómo tú, papá, le insistes a la vida una oportunidad más, para ser quien debiste ser. La realidad de ver cómo ustedes, hermanos, continúan con aquella actitud prosaica y mezquina. La realidad de ver cómo el hombre se aprisiona en sus vicios. Me enseñaste a no temerle a la muerte, y para ojos de ajenos hiciste mal, pues ahora preferiría viajar ahí. Me enseñaste a amar, a preocuparme por los demás. Pero también hiciste mal, pues teniendo tanto por hacer, me tomo la molestia de sentarme a pensar. Pensar en tantas cosas. Pienso en ti, papá. Ya no tienes mucho que ofrecer para una mujer de estos tiempos, tal vez pudo ser antes, como cuando eras un chiquillo o algo más joven que ahora; pero tuviste la cabeza loca y pensaste que tu dinero podría comprar una galaxia. Ahora ya estás acabado. Te delatan las bolsas bajo tus ojos y el sonido de arrastre que hacen tus pasos camino hacia la cocina. Te apoderaste del sexo más de seis veces al día, dejando de lado las verdaderas oportunidades de ser feliz. Ahora me tienes en estas circunstancias, circunstancias que no me dejan vivir. El miedo de perderte también me empieza a consumir. Y evito pasar momentos a tu lado, para que cuando llegue ese momento no tenga que recordarte tanto. Parece tan absurdo, pero a veces el ser humano lo piensa así, sólo que a diferencia de mí, muchos lo ocultan por temor a ser calificados como locos insensibles. Mamá, hiciste tan mal en enseñarme a amar, tanto que, teniendo tantas cosas por hacer, pienso en ti hermana. Nosotras, que jamás compartimos los mejores momentos. Nuestras vidas están apartadas por un escaparate, escaparate que no te atreves a vadear. Te fuiste, y preferiste adelantarte a la vida, teniendo tanto por vivir. Jamás me hablaste sobre las cosas por las que podía atravesar, viviste momentos que sólo tú querías vivir. Y ante la inocencia de aquellas épocas gané experiencias. Y para ganarlas, invertí tanto dolor, pues de la vida nada sabía. Experiencias que hoy me hacen mujer. Mujer sin ti, sin él, sin ella y sin ellos.

Madre, todavía mi mente mantiene viva la imagen de aquella rosa que nació en tu jardín, aquella que llora y llora al verte partir. Jamás olvido a aquella loca que pasaba a diario cerca a la casa, y miraba mis miradas, diciendo: “¡Otra vez la volví a ver. Otra vez vi sus ojos tristes como ayer!“.

No veo el momento de despertar y vivir un poco, sólo un poco de lo mucho que tiene esta vida. Esta vida que pocos son los que la valoran, pero muchos los que la liberan…

2

Lóbrega.

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