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Mirame

Mírame no tengas miedo,

no te dejes llevar por el todo.

Tal vez pienses lo mismo;

Se que deseas las cenizas de mi alma

así como yo el sexo del tuyo.

 

Como todo nos transforma

segundo a segundo, libro a libro.

¡Es extraño!. Tal vez me quedaría

quieto en mi rincón.

 

No me importa hablar poco.

Pero veo a todos venir

a ese rincón a hablar con ese callado;

Y veo a tantos perdidos.

 

Yo no estoy ahí porque quiero.

La banda esta por sonar y yo estoy por llorar;

A lo que voy… Es que podría tranquilamente

morir en silencio,

sin que nadie se de cuenta en esa esquinita.

 

Pero como no puedo hacerlo,

comenzaré a hablarles.

Tal vez así te das cuenta que no soy un asesino.

¡Tal ves lo sea!. Pero no de los que tú sospechas.

 

Y luego de un rato te acerques o me dejes acercarme

y hablar como dos niños tímidos

que solo quieren jugar a algo distinto

porque todo en este patio los  aburre.

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Y Estaba Una Rosa.

Y estaba una rosa,
Tan bella;
Tan hermosa,
Que cortarla se me antoja.

Y estaba una rosa,
Tan roja;
Tan preciosa.
Que con sus espinas;
Las manos me despoja.

Y estaba una rosa,
Brillando como perla,
Brillando como el diamante;
Brilla como una estrella.

Y estaba la rosa,
Escrita como en prosa.
Mi deseo fue tomarla,
Mi deseo fue, dártela.

Y estaba una rosa,
Allí estaba.

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El Único Ubicuo

«A medida que pasa el tiempo uno se da cuenta que la hipocresía es la cualidad más notable de la humanidad. Nunca nos hacemos responsables del daño ocasionado y nuestra tendencia es eliminar a los que creemos causante del peligro pensando que de ese modo nos libramos de toda culpa.

No voy a negar ni afirmar que una especie invasora puede hacer peligrar un ecosistema. Pero de lo que si soy consciente es de nuestra ignorancia por lo desconocido y la información que aceptamos por no saber demostrarla por nosotros mismos. Mas toda esta omisión que no reconocemos, nos hace olvidar un “pequeño” detalle; hemos colonizado cada rincón del planeta y devastado lo que lleva en él millones de años para construir nuestras comodidades y beneficiarnos con ello. Hemos invadido el cielo, la tierra y el mar ocupando el hogar de otros seres, peligrando su existencia a cambio de nuestro bienestar. Y estamos extinguiendo cada obstáculo que creemos irrelevante en vida y favorable en muerte por un factor lucrativo que nos hace sonreír cada día, desoyendo los gritos de desolación y consumiéndose para dejar espacio al silencio eterno del que no nos hacemos autores.

Todo esto me ha llevado a la mayor conclusión que nadie quiere aceptar aunque el mundo lo sepa; somos la especie invasora más letal que existe. Tal vez deberíamos pensarlo dos veces antes de alzar la mano mortal hacia un ser que no ha tenido elección con respecto a su vida. Tal vez deberíamos dejar de coaccionar lo que nos rodea para excusarnos cuando actuamos en su contra y no sentirnos reos de nuestras decisiones»

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