No quiero seguir soñando
En mis sueños sigues estando,
No puedo seguirte anhelando
Mas mi vida esta colgando.
Soñar; ya no quiero,
Este dolor se hace eterno.
Pensarte cada noche;
Siento que es mi entierro.
No quiero seguir soñando
Porque en mis sueños, sigues estando.
Porque aun te sigo amando;
Es por eso que sigo soñando.
Son sueños tan amargos,
Junto a mi no sigues estando
Y aunque lo siga pensando
yo te sigo extrañando.
A TU FRANCA PALABRA
Conserva lo espontáneo de tu acento
y deja que haya música en tu voz
sonando con el mismo sentimiento
con que cantan los ángeles a Dios.
Que nunca tu verdad acabe en cuento
ni en tu vocabulario haya el adiós.
Que más allá del mar tu pensamiento
sólo tenga lugar para los dos.
No quepa en tu lenguaje un testamento.
Me place y me complace tu argumento
que también me lo expresas con tus besos.
Sencilla tu palabra, limpia y franca,
no es ave de colores sino blanca
paloma que me halaga sin excesos.
Hay personas que no saben explicarse y entonces por eso cogen un papel y un lápiz o simplemente se sientan frente a una pantalla y comienzan a teclear. A veces es muy complicado hacer entender y mucho más si ni siquiera tú mismo lo comprendes. Uno no nace sabiendo y menos conociendo.
Cuando te dicen: “a ver, explícate”; tú piensas: “joder si pudiesen abrirme y llegar hasta lo más profundo de mi alma no necesitarían explicación alguna”, pero como eso es casi imposible, digo casi porque quizá algún psicópata se tome muy en serio estas palabras y lo haga, pero no creo que vaya a ser el caso.
Si supiéramos explicarnos no nos haría falta el: ¿me entiendes?, cada vez que acabamos una frase pero como nunca lo conseguimos al cien por cien pues entonces esas once letras cobran su significado de una manera u otra.
Y, ¿sabes por qué no podemos llegar a explicarnos?, pues ni yo misma te lo puedo aclarar porque sino no estarías leyendo lo que se escribió tecleando, ¿me entiendes?
Envenenada busque el antídoto en tus brazos, me miraste y aspire la decepción que exhalaban tus pulmones y fue ahí cuando me di cuenta del error que cometí.
¿A quién se le ocurre buscar la salvación en su verdugo? Me dejaste ir, mientras los dardos de tu juicio atravesaban mi espalda.
Me disculpe mil noches con el viento y con las nubes que fueron testigos de mi derrumbe.
La lentitud de mis pasos y los tropezones hasta aquel escondite que hasta hoy sigue siendo mi escudo.
Mis parpados y mi mente se volvieron pesados, el sueño milagroso me llevaba, el rocío de las lágrimas mojaba mi cuerpo y la culpa me acunaba en una canción de dolor y angustia…
Los santos de aquel infierno dieron su veredicto; aún debía seguir.
Pero, aunque volví, aunque realmente nunca me fui, ya no estoy aquí. Me quede en aquel abrazo, en su ropa, en aquella noche fría, en el llanto, en las nubes…
El miedo te paraliza,
Frisando tus pensamientos,
Dejándote en desconcierto,
Mientras me muero por dentro.
Debería decidirse,
A vivir estos momentos,
Que pronto se va a escapar,
Como las hojas al viento.
Es que no te das cuenta,
De lo mucho que me gustas,
Que todas las noches sueno,
Pensando que no es mí culpa.
Acepta que tú me quieres,
Dejando los dos de sufrir,
La química que tenemos,
Es algo más que vivir.
No hay cosa más bella en el mundo,
Que vivir lo que vivimos,
Dando cualquiera la vida,
Por sentir lo que sentimos.
El amor jugo conmigo,
Como lo hizo lo contigo,
Nos puso en una ruleta,
Para cambiar el destino.
Futuro que es tan incierto,
Como las olas del mar,
Cada vez que nos vemos,
Quisiéramos escapar.
Escapemos los dos al cielo,
Para vivir nuestro amor,
Dejando de ser culpables,
Sintiendo esta adoración.
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