Archivo de la categoría: General

EL BIEN AMADO

Pobre hombre…
Rey de la creación divina,
hacedor de prodigios,
buscador de milagros
¿A qué has venido a la tierra?
¡Acaso lo ignoras!
¿Te lo has preguntado?
Sueñas con un mundo nuevo,
donde no seas más esclavo,
cuando el yugo de tus miedos,
son los que te han esclavizado.
Te refugias en un credo,
que a todos nos enseñaron,
esperando el mundo nuevo
y temiendo ser burlado.
Pobre hombre…
¿Y què tienes al fin y al cabo?
Sólo una vaga promesa,
y un sepulcro asegurado.
Fe que apenas te endereza
del camino del pecado.
Hombre Iluso….
¡El bien amado!
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QUIMERA

¿Qué eres si no una quimera?
Una ilusión pasajera,
que se pierde en el abismo.
Sutil sensación de espera,
que a mi alma desespera
y engaña al silogismo.
¡Acaso falsa o verdadera!
¡al fin y al cabo mi espejismo!…
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Fue La Última Vez

Fue la última vez

Que respiré el aire

De aquella ciudad a su lado

 

Fue la última vez

Que camine de su mano,

Llevandola al recoveco para

Impreganerme de su recuerdo,

De todo lo que pudiera llevar a cuestas

Para no olvidarla jamás,

Para que otra no pudiese borrar sus calientes besos,

El golpe de su piel, la diminuta lencería,

El color acaramelado de su piel,

Su larga cabellera nocturna.

Sus redondos pechos

Y ese diminuto lunar que conozco…

 

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Me Acuerdo De Papa

La calle es sinuosa y llena de curvas  como las caderas de mama cuando sale de casa con  su vestido floreado y sus perfumes de Paris.  Una estela de aromas señala el camino donde los hombres voltean a mirar y silban canciones de amor. Presumida, coqueta, entra a la tienda del italiano que la espera en las tardes de calor para regalarle una  florecilla y cantarle alguna  aria de ópera,  yo le pregunto qué es lo que dice y ella me responde que no le entiende pero que le gusta. La tarde se va entre risas y  manos evasivas que esconden misivas calurosas. Entonces me acuerdo de papa.

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Vecina

 

Tengo una vecina a la cual envidio.  Su jardín colinda con el mío de manera que me permite husmear su vida sin que se dé cuenta. Por los visillos de las cortinas la miro cuando llega con sus dos hermosos hijos, bien educados, de buenos modales, obedientes y de gran finura, al contrario de los míos que son unos zagaletones desordenados, de pésima educación, mal hablados, vagos y groseros. Mis 3 hijos varones son lo que llamaríamos,  “unos buenos para nada”. Mi marido obstinado de mí y de mis repelentes  hijos,  se buscó a otra que es precisamente  mi vecina

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