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La Princesa De Los Ojos Café Amargo.

Primera parte. Demencia.

Existen ciertos mentiras que parecen reales, y ciertas realidades que son falsas, tan falsas como aquella persona que suele decir que nunca amara a nadie, tan falsas como el no querer tropezar con la misma piedra cada vez que el cielo pide que alcemos la mirada en busca de aquello que nos da un motivo para volar, tan falsas como el “siempre” al final de cada historia, y esta historia es eso, algo que fue falso, pero, parecía real…

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Debo comenzar por describirla a ella, pues, de lo contrario caería en la cuenta de retroceder cada vez que pasara por mi mente en un intento de nostalgia precipitada, de recuerdos precarios, de esa dulce sensación de tenerla en mis brazos y pensar que todo está bien cuando nunca lo estuvo. Porque aunque la luz estuvo presente en cada amanecer temía a la silenciosa noche llena de todas esas miradas.

El primer contacto que tuve con ella y con el mundo real en particular, no fue de lo más extraordinario, emocionante o sublime, quiero decir, que solo fue una casualidad del destino si así lo quieren, una terrible y trágica casualidad:

Me encontraba bajo la sombra de un árbol,  recostado en su tronco, mientras el sol tenía esa intensidad que  distingue al verano con el resto de las estaciones irradiando en la pie de las personas, dándoles un aura dorada y posiblemente una pequeña quemadura al día siguiente,
observaba a los extraños ir y venir en todas direcciones mientras mi pluma se deslizaba libremente sobre las hojas del cuaderno, creando innumerables versos con y sin sentido,
y ahí estaba ella a tan solo 2 metros de mí, sin embargo, yo en ningún momento repare en su presencia debido a mi concentración o mejor dicho obsesión por la poesía, hasta que de pronto sentí una mirada que helaba mi alma para luego derretirla y helarla de nuevo, volteé la cabeza en dirección al frio-calor que emanaba de los ojos de aquella desconocida, parecía desafiante, rodeada de aquel misterio que nunca descubrí,  poseía una tez blanca casi semejante al marfil (o al menos desde mi perspectiva), cabello largo y casi lacio de una tonalidad avellana solo sujeto con una diadema, delicadas manos haciendo pequeños puñitos a los laterales, media alrededor de 1.68 (pensé), no tan delgada, boca pequeña rosada con una peculiar sonrisa, nariz fina, pómulos no tan prolongados, un tono rojo en las mejillas, piernas largas y delicadamente hermosas y esos tiernos, adorables, brillosos, cautivadores ojos café amargo; en el transcurso de la historia descubrirán el porqué del café amargo.

Ahí estaba ella observándome sin decir absolutamente nada, parecía la tierra más vacía, como si solo estuviéramos ella y yo en ese pedazo de tiempo detenido, en ese momento preciso con dudas flotando a la deriva…

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Oleo De Mujer Con Gata.

He visto asombrosos colores en el amanecer de ciertas risas,

y destellos en la noche silenciosa de miradas y desnuda de estrellas opacas,

he observado junto al viento el incesante y bello

danzar de las llamas en combustión con algún leño,

y el flotar de las cenizas pronosticando mi muerte.

 

He perseguido cometas y los he perseguido como a un sueño,

es decir, no tan cerca para no pisarlos y no tan lejos para no olvidarles,

y he cargado su estela y la he guardado

a la vera de mi corazón en caso de penumbra.

 

He visto, he observado y perseguido,

pero, lo he hecho a ciegas

y a ciegas también he amado,

o quizás solo lo  he intentado.

 

Y fue así que en un día cualquiera donde se palman

las dudas por su densidad, la vi, a ella,

estaba en pose de brisa, ajena, indiferente, aleatoria,

como si al acercarme evocara divinidad

y el perderme en sus ojos no fuera una alternativa, sino, un suspiro.

 

Se delineaba su contorno con excelente pulso y tierna técnica,

incluso en aquellas curvas que parecían peligrosas tentaciones,

en especial la de su sonrisa que no era más que

un relámpago en impacto con mi vida.

 

Entonces todo se llenó de colores cálidos y fríos,

de esa indescriptible sensación en contraste con sus manos,

de primavera que se respiraba en su piel como aceite de linaza,

y en cada detalle, luz y sombra se apreciaba

la sutileza de aquella dichosa paleta, el encanto de la espátula,

el jugueteo de los pinceles formando un par de mariposas en su espalda,

la explosión de conjuros que se reflejan en su cabello,
el origen y la alquimia que exhalan sus labios,

los poemas antiguos sobre sus pies descalzos,

notas que parecen cantarle al oído.

y aquella felina que lleva su nombre

y por suerte mis nueve vidas.

 

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