Quasimodo

Ese día estábamos sentados orando, la sed en nuestros labios, solo queríamos ver caer, mil gotas que se derramaran por nuestros cuerpo secos, era tan doloroso vernos con tal marchito que no podíamos comprender como esto podía ser, rogando así, nuestras plegarias ya siendo escuchadas, mirando hacia esa mañana el torrente de agua viva que nos libero de la agonía, lejos de casa ya todo reverdecía…

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