Las personas grandes nunca comprenden nada por sí solas y es cansador para los niños tener que darles siempre y siempre explicaciones. *
Resultó ser una situación interesante la posibilidad de recorrer el mundo de una forma tan extraña como la que me tocó. No sé si será por la época del año o por la situación macroeconómica del área o si será por la coyuntura social o solo por los últimos avances y retrocesos de la ciencia y la tecnología. Varias veces en la vida tuve la oportunidad de sentir pasar por mi Alma, Mente y Cuerpo palabras e ideas tan extrañas y verdaderas que supieron llenar con grandeza esos espacios finitos de mi propio ser.
Siendo no me acuerdo realmente la fecha, aunque si la época del año, fin de la primavera, sentado en un roquerío de la playa en la que vamos con mis amigos, encontré una de las historias más interesantes de toda la vida del planeta. La persona que me la contó me recordaba a algún personaje de la ciencia-ficción europea con reminiscencias del James Bond de Sean Connery.
A continuación transcribo sus palabras de la forma más fiel posible, manteniendo el tiempo verbal y la persona:
Sucedió hace mucho tiempo en una tierra muy, muy lejana, la cual en este momento debe estar hundida en el mar. Era una tierra muy fértil. La región era conocida como Río de los Camalotes, ya que estaba totalmente rodeada por ríos y arroyos cubiertos en gran parte por camalotes.
La economía se basaba en la autosuficiencia y un esporádico comercio con caravanas de viajantes llamados “Los Ganadores“. El clima, semi-tropical durante nueve meses al año y semi-polar durante los otros tres, la convertía en una tierra muy extraña y con una biodiversidad inimaginable. Era el único lugar en el planeta en el cual había unas deliciosas frutas con la textura de manzanas y un gusto muy parecido al melón. Los Ganadores, a los cuales pertenecía en ese entonces los llamábamos manzalones, debido a sus características tan peculiares. Cada vez que los Ganadores emprendíamos viaje hacia el oeste, no teníamos forma de no pasar por esas tierras y no porque todos los caminos condujeran a los Ríos de los Camalotes, sino porque ningún camino conducía hacia algún lado.
Para ese entonces y esos viajes, planeábamos todo lo necesario desde hacía ya tres lunas o algo así. También estábamos buscando métodos de guiamos con estrellas o señales especiales en el cielo a través de instrumentos modernos, traídos de oriente por un tal Marcos.
Cuando todo pareció estar preparado, marcamos en nuestro calendario la fecha en la cual emprenderíamos la travesía hacia lo desconocido de lo conocido. Recuerdo que el día de partir era muy extraño. Aún no había levantado el Astro Rey y de a ratos lloviznaba. En las tierras donde solía habitar, no llovía en esa época del año. Es más, apenas llovía una o dos veces al año.
Creo que faltaría una hora para la partida y el cielo comenzó a despejarse de una forma muy inusual. Si mirábamos bien sobre nuestras cabezas, las nubes se abrían en un círculo casi perfecto… y el resto del cielo eran nubes. Las pocas estrellas que deberían verse, realmente estaban detrás de las nubes, casi inmóviles, titilando como en un hermoso día de verano. Todos nos extrañamos del fenómeno y pedimos a los escribanos de uno de los Clanes que hicieran dibujos y escribieran todo lo que veían. No nos imaginábamos que nunca más nos olvidaríamos de ese hecho y a pesar de que mucha gente, no lograría siquiera recordarlo.
Realizábamos las tareas de preparación de los transportes y el cargamento, saludábamos a los integrantes de nuestro Clan y a los de los vecinos, cuando apareció en escena quien nunca debe aparecer. Era Madre Superiora, mujer que nos había visto nacer a todos los vivientes, mujer que conjugaba la sabiduría de varias culturas y épocas, mujer de la cual nunca se supo con certeza la edad, ser que con solo desearlo podía hacer que los ríos se abrieran y los muros cayeran al sonar de las trompetas. Su mejor descripción: mitad mujer, mitad sombra.
Madre Superiora con mucho esfuerzo se acercó al dirigente del Clan de los Varones y le dijo al oído algo que siempre dice cuando quiere ser escuchada. Aún después de varios años que suponemos su desaparición se dice sigue apareciendo en ciertas fechas diciendo que desea y debe ser escuchada.
Todos los dirigentes de los Clanes hicimos que los nuestros se sentaran a escuchar y Madre Superior pronunció unas palabras casi inentendibles para mí.
Utilizaba un dialecto poco común para mi raza. Luego de eso nos entregó tres cajas y anunció que sabríamos que hacer con ellas en el momento adecuado. Sabíamos que no éramos un pueblo guerrero, ni suicida, ni nos enfermábamos ni nada de lo que pudiéramos necesitar del contenido de una caja secreta. Por eso, con mucho respeto hicimos la pregunta. Aún teniendo miedo de obtener un silencio por respuesta, sorprendentemente, la obtuvimos. Ésta fue aún más sorprendente que el mismo hecho de obtenerla. Eran regalos.
Teniendo en cuenta que, primero; caminante no hay camino, se hace camino al andar y que como segundo; el Astro Rey asomaba una pequeña porción de su disco anaranjado detrás de los cerros, decidimos partir. Viajaríamos nuevamente hacia donde ya habíamos ido antes más de una y mil veces. Montamos, arriamos, miramos hacia el cielo, rezamos la plegaria del viajante y quedamos totalmente inmóviles con la boca abierta sin poder dejar de mirar al cielo. En el punto central de la bóveda celeste indicado en ese momento por una estrella muy brillante, vimos que ésta comenzaba a agrandarse y a agrandarse. La estrella dejó de ser un punto para ser un pequeño disco que se iba deformando, tomando una silueta extraña que ese día no supimos describir.
Cuando el astro rey ya tenía más de la mitad de su disco sobre los cerros, notamos que esa estrella aún se seguía viendo. Creo que ya no sabíamos lo que llegaría a ser. Madre Superiora no apareció y al menos a mi no me extrañó, ella apenas podía ver los cerros, no creo que pudiera llegar a ver algo a una distancia infinita como las estrellas.
Sin pensarlo dos veces los dirigentes de los Clanes emprendimos la marcha y los nuestros detrás, éramos casi cuarenta personas y 50 ó 60 animales de carga y transporte. Llevábamos agua y comida como para 30 ó 40 días que sería lo que duraría nuestra travesía. Llevábamos todo con lo que pudiéramos negociar; metales de los cerros, artefactos de uso diario, maderas fuertes y duraderas, los mismos animales de carga y no sé cuantas cosas más. Con eso obtendríamos elementos de comercio que nos permitirían comprar alimentos y abrigos para llevar de vuelta a nuestras tierras y para entregarle a los viajantes que pasan por allí en las restantes épocas del año.
Luego de pasar la sabana, llegamos a la estepa de los lobos y al desierto de cascabeles. Al terminar el desierto venía la parte más difícil del viaje: bajar un acantilado de la altura de 20 hombres y luego de eso cruzar el primer río de la Tierra de los Camalotes.
Con mucho esfuerzo bajamos todo y todos. Creo que allí aprendimos que no debíamos llevar elefantes de pelo largo. Por más que pudieran cargar y venderse a buen precio, el peso superaba lo que podíamos manejar.
Durante todo un día buscamos un lugar donde cruzar el Río de los Camalotes y luego de luchar con algún que otro cocodrilo, pudimos llegar al otro lado. Ahora nos esperaban varios días de camino y esa estrella que tanto nos hizo pensar a la partida, seguía allí. Siempre sobre nuestras cabezas, y según algunos, seguía creciendo.
Poco a poco en nuestro andar conseguimos encontrar a algunas personas con las cuales intercambiábamos algunos bienes y a uno de esos pesados elefantes de pelo largo. Cuando nos íbamos acercando más a la ciudad, notamos que la estrella se alargaba cual una flecha y comenzamos a imaginar que indicaba hacia algún lugar en especial. Siguiendo una posible trayectoria sobre el cielo, encontramos que apuntaba hacia un pueblito del cual no teníamos conocimientos, pero que al parecer, los esporádicos campesinos que nos encontrábamos en el camino, sí. Así que de común acuerdo entre los dirigentes de los Clanes, decidimos seguirla para conocer ese nuevo lugar.
Al llegar al pequeño pueblito, una gran leyenda puesta a un costado del camino indicaba la bienvenida pero de una forma muy peculiar. Pero no solo indicaba la bienvenida. En su idioma esas palabras no tenían una traducción exacta al nuestro, pero la frase en si sería algo como: “Que el Amor los haga libres y completos por toda la eternidad en el pueblo de Belén y en el Mundo“. Más que un simple “Queremos que les vaya bien “. Era un mensaje mucho mas completo y de reales deseos para quienes los visitan en paz.
El Rey de una ciudad vecina nos mandó llamar; creíamos en ese momento que era para negociar nuestros productos por los suyos. Instalamos nuestras tiendas pero atraíamos a muy poca gente, más que nada curiosos. Ese no era un lugar rico en elementos materiales, pero la bondad que demostraban hacia nosotros era incomparable con la que habían mostrado el resto de los mortales y sin ser Alá el resto de los inmortales. Los dirigentes de los Clanes, Mijail, Gazán y yo, Bamishra fuimos dirigidos ante el Rey. Intentamos hablar de negocios pero él no, estaba interesado en saber de donde veníamos y hacia donde íbamos. Casi recuerdo palabra a palabra la conversación.
–¿De dónde vienen, señores y… señora?
–Venimos de entre los cerros, más allá de la sabana, señor Rey, –dijo Mijail–. Lo que según entiendo, ustedes llaman Luxu.
–Si… Si… no es lo que quiero saber. ¿Acaso ustedes vienen de Oriente? –y miró a Gazán como haciendo la pregunta directamente a él.
–No señor Rey… –respondió Gazán–. Oriente es más allá de nuestras tierras, en la misma dirección, pero si le interesan productos y artes de Oriente, tenemos varios en nuestra caravana.
–No me interesan las cosas de Oriente, solo quiero saber, señora… si ustedes son Reyes del lugar de donde vienen.
–No señor. –respondí.
–No señor ¿qué? –remarcó uno de sus ayudantes y me miró como quemándome con la mirada.
–No señor, Rey. –respondí y aclaré.
–Pero ustedes –se dio vuelta y bebió algo–, se visten diferente a los comunes de la caravana. Y cuando llamé a quien estaba a cargo, vinieron los tres. ¿Cómo lo explican?
Mijail tomó la palabra.
–La diferencia de atuendo viene dada porque somos dirigentes de Clanes. Los Clanes son familias semi-cerradas, pero todos los Clanes compartimos la misma tierra y el gobierno lo ejerce nuestro emperador, quien tiene lazos filiales con los tres Clanes.
–Bien, pueden marcharse. Pero no se queden más de dos semanas en Belén.
Mientras salimos del Palacio, conocimos a mercaderes y demás interesados en nuestros productos. A seis días de nuestra llegada a Belén habíamos vendido la mitad de nuestros artefactos y piedras preciosas. También vendimos todos los productos de Oriente que revendíamos luego de comprárselos a los Orientales que llegaban a nuestras tierras. En el séptimo día de estadía no sabíamos bien que pasaba, pero la gente vestía su casa de fiesta. Al preguntar, nos intentaron aclarar que festejaban algo que muy bien no entendimos pero nos dio la idea de una renovación, creemos que sería una fecha especial de la religión local.
Suponemos que gracias a eso, ese día vendimos la mayor cantidad de adornos, telas y fuegos de colores y velas, así como joyas y piedras preciosas.
Al doceavo día de nuestra estadía ya habíamos recorrido varias veces la ciudad donde estaba el Rey y el pueblo de Belén. Como curiosidades para nuestro diario de viaje notamos la cantidad de casas en luto y mujeres llorando que comenzamos a ver, pero hasta no haber visto el primero y único no nos habíamos percatado de que no tenían niños menores de dos años o recién nacidos.
Ese único niño que encontramos había nacido el día en que llegamos a Belén, el 25 de diciembre según el calendario local. Se llamaba Jesús y era hijo de María y José. Ella, de 15 solsticios parecía ser la mujer más bella y feliz del mundo; él, carpintero, era el hombre más feliz del mundo, tanto o más que su mujer y aunque se habían casado, aún no tenían donde vivir. El lugar donde reposaba Jesús a quien algunos pastores llamaban “El Mesías“, era una simple cuna de madera y paja en un establo escondido en las afueras de Belén.
Según la fecha local llegamos a él en la madrugada del 6 de Enero y solo al verlo pudimos saber cual era el destino de los tres paquetes que nos entregó Madre Superiora. Al entregarlos al pie de la cuna del niño, él sonrió y con una mirada de ojos grandes y bondadosos parecía agradecernos y decirnos lo bien que él y nosotros hicimos en llegar. Casi por instinto, miramos hacia el cielo, en el cual se encontraba la estrella que nos guió hasta Belén. El niño estiró la mano derecha hacia ella y la estrella desapareció esfumándose poco a poco hasta que el Astro Rey salió y ya no se veía como en días anteriores.
Subimos a nuestros camellos y volvimos a nuestra tierra, con muchas dudas y con muchas ganas de volver y encontrarnos a Jesús de Nazaret más grande, trabajando al igual que su padre por el futuro de la humanidad. Volvimos hacia esas tierras más de 30 solsticios después, pero al preguntar por Jesús de Nazaret fuimos expulsados. No sabíamos por qué pero que Alá lo tenga en la gloria y lo haga volver por el bien de la humanidad.
Hoy, cuando vuelvo a mi casa, recuerdo esas palabras que aún no entran demasiado bien en mi mente, aunque sí en mi corazón. El hombre que me lo contó lo hacía en primera persona y en sus palabras era una mujer. Tampoco me dijo hace cuanto o donde fue, pero fue por lo menos en un lugar muy lejano de aquí en el espacio y en el tiempo. Mientras trataba de reordenar esas ideas en mi mente, el hombre, desapareció sin que me diera cuenta. Me levanté y corrí hacia la subida de la playa. Hacia un lado y hacia el otro, intenté gritar su nombre, pero me di cuenta que no lo sabía. Volví al roquerío, miré a las estrellas y escuché una voz interior que me decía:
Feliz Navidad por los siglos de los Siglos, porque cada siglo son cien años y de estos últimos nos queda el último para cambiar de Siglo, que intentará cumplir tus sueños, los míos y los de todo ser viviente que sienta Amor. Lógico que todo ser viviente tiene una forma de sentir Amor, sino no sería viviente.
Recuerdo que la humanidad tiene trescientos sesenta y seis días para pensar diferente y actuar diferente, que el espíritu de fiesta de fin de siglo y milenio nos llene de gracia y nos encuentre a todos unidos, aún más que como hermanos.
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Notas:
[*] Extracto de El Principito, de Antoine Saint-Expúpery.
Felices Fiestas! Lindo cuento con un hermoso mensaje.
Me gustó mucho el cuento. Si bien es cierto que las Fiestas tienen para mi como un gustito semi-amargo, debo reconocer que el espíritu que ellas despiertan en la mayoría de la gente es gratificante. Debiera ser así siempre…aunque si este es el pretexto…PERFECTO!
365 días más…lo voy a tener en cuenta.