Las violetas son violetas
en los campos de Hong Kong,
en el fondo de mi casa
y en la cueva del ratón.
Nada cambia su vestido,
nada cambia su color.
Ni la tinta, ni el agua,
ni la cara de Colón.
Las violetas son violetas,
así las hizo el creador.
Así las vio Jesucristo,
así las veo yo.
Cuando unas tú arranques,
ponlas en agua sin color
y cuando se te marchiten,
guárdalas en tu corazón.
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