Vacaciones, perdidos quien sabe donde. Perdidos en la noche. Perdidos en una playa. Perdidos aquí y allá. Y nuestros ojos también perdidos. Perdidos en la inmensidad del espacio.
Ojalá lo pudiera tocar.
Cada vez que me encontraba en una estrella, su luz me inducía a soñar, a pensar, y a tantas cosas, que me quedo sin palabras para pronunciar.
Realmente, elegir pasar así la última noche de nuestras vacaciones, parece una idea acertada. Al menos por el momento. Cualquier persona pensaría que en un paraíso como el que visitábamos era para extraer hasta su última gota de placer. Y allí estábamos.
No nos mirábamos.
Tendidos boca arriba sobre la arena. No importaba si húmeda o fría. Solo importaba ver y recordar por la eternidad una de esas almas, representadas en las miles de estrellas del cielo austral. Nada hipnotiza más que el poder inconmensurable de la belleza de la naturaleza.
Cada una de esas estrellas era una Perla de Pasión. Diferentes y únicas. Solo para nosotros.
–¿Saben?, la profundidad con la que vemos el cielo es un fiel reflejo de la profundidad de nuestra alma –comenté.
–¿Te parece Arianne que es tan sencillo? –me preguntó Charles.
–No dije que fuera sencillo.
–Al menos así lo demostraste –agregó Anaith–. Profundidad del cielo igual a profundidad del alma.
–¿Cómo mides la profundidad del alma? –me preguntó Charles. Yo sabiendo cual era el juego, pude dar una respuesta acertada.
–Exactamente de la misma forma que se mide la profundidad del cielo.
–¿Y qué es un alma profunda? ¿Es mi alma profunda? ¿Qué es el alma?
–Yo sé la respuesta –dijo Caio en su primera intervención en la noche–. El Alma es el fondo de un cañón. Cañón: objeto de balística que se utiliza para lanzar objetos a la distancia.
–Realmente me parece que eso es una respuesta tonta, fuera de tema y que un cañón y el alma no tienen mucho que ver –dije con un tono serio, demasiado serio.
–¿Te parece? Paso a explicaros, pero luego de hacerles una pregunta. ¿Sabe alguno de ustedes de donde sale mi explicación?
Un minuto de silencio, y no nos mirábamos porque simplemente mirábamos hacia arriba. Solté la mano de Charles y arreglé mi pelo. De vez en cuando la brisa sobre la arena de la playa hacía que se desacomodara mi pelo desde atrás de mis orejas. Acomodé un poco mi campera y bajé el cierre hasta debajo de mi pecho. Empezaba a hacer calor y Mintaka ya iba en descenso. No es que hiciera calor porque simplemente aumentara la temperatura en el ambiente. A esa hora y en ese lugar, la temperatura solo desciende. El calor era interno. Caio siempre nos ponía en aprietos, ya sean lingüísticos, filosóficos o científicos. Y aunque expresábamos lo contrario; nos gustaban sus retos.
–Ya que nadie está demasiado inspirado hoy en día, pasaré a explicar. Ustedes demuestran un bajo nivel cultural, ya que si hubiesen leído “De la Tierra a la Luna” de Julio Verne, sabrían perfectamente lo que es al alma de un cañón.
Y continuó…
–Julio Verne no conoció la idea de los motores cohetes, pero si conocía los cañones de balística desarrollados en plena guerra civil en los Estados Unidos, así que para lanzar el proyectil que llegaría a la Luna, se construyó el Columbia, un cañón con un alma de aproximadamente cien metros de profundidad.
“Cuanto más profunda fuera el alma del cañón, mas lejos podría lanzarse el proyectil. Esa profundidad de alma y el combustible necesario le correspondieron a los trescientos ochenta mil kilómetros que nos separan de la Luna, con sus tres días de travesía. Cien años después, el Saturno V, con alrededor de cien metros de altura hacía que en tres días se llegara al mismo lugar.”
“¿Qué significa lanzar algo al espacio? Nuestra Alma es la lanzadera por la cual nuestra persona es lanzada al mundo. Cuanto más cosas enriquezcan nuestra alma, cuanto más grande y profunda la hagan, nuestra persona, nosotros mismos, podremos llegar más lejos. Nuestro destino es algo tan simple como la felicidad; está escrito en todos lados, no lo inventé yo. Y cuando hablamos de felicidad siempre llegamos al regocijo del alma.”
Viéndolo de ese punto de vista parecía bastante real. Nuevamente volvió el silencio. Tenía frío. Mi mano derecha fue rozada por la de Charles y ese encuentro dictaminó que volviera a tomarla. Durante unos segundos eternos estuvimos jugando con nuestros dedos. Mi respiración empecé a sentirla muy fuerte, y traté de calmarla, pero en un principio, lo único que logré fue respirar entrecortado. Pero igual, estábamos solos…
¡No! ¡No estábamos solos! Estaban Claudio y Anaith a nuestro lado. Por momentos me dio vergüenza. ¿De qué?
–¿Qué secretos guardarán esas estrellas? –preguntó Anaith.
–Ni idea –reaccioné yo tratando de disimular–. Creo que era obvio que se refería a nosotros y no a las estrellas, así que si nadie lo decía, lo diría yo.
Conté hasta diez. Nadie dijo nada, y volví a contar diez. Pero esta vez en cuenta regresiva. Y nadie dijo nada, de modo que actué.
–Las estrellas guardan tantos secretos como años hace que existen. Imagínense cuantas parejas se han formado teniendo a las estrellas por testigos. ¡Cuantas almas han compartido el arte de amar bajo el titilar de las estrellas!
–No creo que ellas nos lo quieran revelar. Las estrellas son muy calladas –comentó Caio.
–O si –dije–. Mira cuantas estrellas en el cielo, y mira a tu interior. Tu ser interno. ¿Acaso él no te cuenta lo que pueden haber visto las estrellas?
–¿Acaso dudas de que tu ser interno no sea la fiel representación de una estrella del firmamento? –preguntó Charles.
–¿Cuál es tu estrella, Charles? –pregunté.
– Mi estrella Arianne… A esta hora está por ocultarse, pero todavía está allí. Ella me acompañó durante años, cuando era un niño, siempre esperaba a que me durmiera para luego ocultarse. Al otro día al despertar, yo sabía que al anochecer la volvería a ver.
–¿Y cual de todas las estrellas es? –le preguntó Anaith.
–Allí está, es esa bien brillante. Durante años no supe su nombre. Igual no importaba, era mi estrella.
–¿Y ahora sabes su nombre?
–Por supuesto que sí. Se llama Sirio, alfa del Can Mayor.
–Entonces ya se cual es.
–Pero su secreto más importante no es ese, sino que Sirio no es una estrella común y corriente. Sirio, son dos estrellas.
Luego de una breve pausa, continuó.
–Cada vez que necesito de su ayuda, de su consuelo, de su guía, tan solo digo su nombre, miro hacia ella y ella está allí esperando mi llamado, esperando tener la posibilidad de ayudarme.
–¿Y te ayuda? –le consultó Anaith.
–Sin duda que si. Tan solo digo su nombre y ella está ayudándome. Principalmente a ver el camino dentro de mí. El camino que me hace ser quien soy, como quiero ser.
–¿Alguna vez escuchas voces que vienen de las estrella? –le preguntó Caio con cierto tono burlón.
–¿Voces? No más que la de mi ser interno, la misma mía –y Charles volvió a tenderse completamente sobre la arena. Respiró profundamente y volvió a cubrir mi mano, y suavemente, nuestros dedos buscaron la forma de mezclarse y compartir ese juego tan lindo por el tiempo que duró.
–Mientras Charlie hablaba, me hizo volar un poco la imaginación –dijo Caio– y pude ver una de esas historias que guardan las estrellas. Es algo tan simple y complejo como un amor eterno, como a mí me gustaría vivir.
–Como a todos nos gustaría vivir –acotó Charles–. Y sobre todo, si ese Amor Eterno es con la persona que amamos en cada momento.
–Mmm… –dije–, parece muy difícil para mí. Quizás deba reflexionar eso más tarde, con mayor claridad mental.
–Tu mente es el espejo de tu corazón –me dijo Anaith–. Hazlo ahora. ¡Arianne, Despierta!
–¿Acaso estás diciendo que responda a la llamada de la naturaleza? –le pregunté a Anaith.
–El llamado de la naturaleza es el llamado de tu corazón. ¿Acaso tu corazón no es parte de la naturaleza?
–El mío sí –acotó Caio.
–El mío también –dijo Charles–. Y no solo eso, la naturaleza es parte de mi corazón.
La llamada de la naturaleza más clara para mí, sin duda es el Amor. El Amor es ese conjunto de afectos y emociones que puedo expresar hacia ciertas personas, hechos o lugares. La ciudad donde nací. Mi país. La gente que quiero, mi familia, las reuniones y festejos, mis amigos, mis compañeros y sobre todo una persona muy especial.
A veces me cuesta reconocerlo, pero creo que es obvio. No se si decirlo con palabras o no. Me cuesta reconocerlo. ¿Por qué? Es una excelente pregunta, pero creo tener miedo de saber la respuesta. De todas formas puedo tomar valor, olvidarme de la pregunta y responder al llamado de la naturaleza.
Debería hacerlo.
Y ahí viene el problema. ¿Qué siente la otra persona? ¿Siente lo mismo que yo? ¿Desea lo mismo que yo? Parece tonto, cada vez que me enamoro siento lo mismo, me hago nuevas preguntas y siempre las mismas.
A veces, la comunicación de un corazón a otro es difícil a veces fácil. Cuando yo estoy radiante, él no. Cuando yo quiero llegar a mirar a los extremos y cruzar la barrera que separa la amistad del amor, él no. Creo que también sucede al revés. Lo sé, sucede al revés; cuando él me busca yo no quiero estar. ¡¿Por qué soy tan tonta?!
Debo hacer el esfuerzo de estar. Siempre. Y tratar de que los dos corazones se armonicen. Quizás sea un tema de tiempo. Debo tener más tiempos para él.
Aunque me cueste muchas cosas de las que tengo, debo tener en claro que con él puedo obtener muchas cosas nuevas. Que pueden ser mucho menores que las de ahora.
Lo haré. Es mi decisión.
Es mi decisión a costo de perder una amistad. O no. Depende como se planteen las cosas. Es un tema de armonía. Y eso sucederá de la forma en que lo hacen los amantes… que cada vez es diferente.
Absorta en mis pensamientos, no tengo recuerdo de que estaban hablando Anaith, Charles y Caio. Levanté suavemente la mano de Charles y nos sentamos sobre la arena. Me levanté sin soltar su mano y le indiqué con la mirada que nos alejáramos. Fue difícil hacerlo reaccionar, la comunicación sin palabras no era su fuerte.
Tuve que usar la otra mano.
Una suave caricia en el sentido contrario del crecimiento del vello de su mano hizo encontrar su mirada. Me miró fijamente a los ojos y nos alejamos hacia detrás de una roca cercana. Fue como irnos muy lejos. Tan lejos.
Ahora nuestra historia es una historia más para una estrella de las que nos alumbra. Otra Perla de Pasión en el cielo del hemisferio sur, a la luz de la Vía Láctea.
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