A mi mujer y mis hijas.
Isidro, febrero 96
1 gorriones y tebeos.
Las cuatro de la tarde de un luminoso día de Julio. El calor es sofocante. En la calle, debajo de una acacia, cuatro o cinco chiquillos con los tirachinas en la mano miran a la copa del árbol buscando entre las hojas un gorrión nuevo que pía llamando a los padres.
-¡Lo veo!-grita uno de ellos. Mete una piedra en la badana, estira bien las gomas y ¡¡¡ZZZZSSS!!! El pájaro cae muerto en la acera.
-Desde luego, Isidro, no fallas uno. ¡Que puntería tienes!.. ¡Y ya llevas cuatro!..
Isidro, un muchacho regordete de unos doce años, de pelo anillado y ojos marrones, arrestrojado de verano y calle, coge el pájaro y se lo mete en un bolsillo del pantalón.
-Podíamos ir al corralón, a las acacias grandes, seguro que allí hay tordos nuevos-dice Luis-
-Si, para que luego te enganches, como siempre, a tirar piedras a los cristales de las ventanas de los patios y salgan los vecinos pegando voces y tengamos que salir corriendo. Yo me voy a mi casa que mis padres se creen que estoy acostado a la siesta leyendo tebeos y, como se levanten y no me encuentren…, se van a cabrear.
-Pues nosotros-dice Javi- nos vamos a los tordos…Ya verás como matamos alguno.
Isidro se mete el tirachinas en el bolsillo y le da los pájaros a Javi.
-Toma, llévatelos tú. A mi madre le dan lástima. Dice que si por lo menos fueran palomas…
-Vale pero, seguro que cae algún tordo… ¡Anda, vente con nosotros!..
-No, me voy a mi casa a leer tebeos. Me ha dejado “el Chato” uno de Hazañas Bélicas…Luego nos juntamos a las siete o por ahí en las cuatro esquinas…
No se ve a nadie por la calle. El barrio está precioso. Las casas tan blancas contrastan con el verdor de las higueras y albaricoqueros de los patios. Todo el mundo tiene frutales. Si el año viene bueno al menos el postre del verano está asegurado.
Me gusta el barrio. Eran casas baratas que hizo Sindicatos en las afueras de la ciudad, rodeado de huertas. Casas de dos plantas y mucho patio y calles muy anchas donde los chiquillos pasábamos el día jugando en inverno y verano sin mas peligro que los carros y bicicletas que muy de tarde en tarde pasaban.
Con su colegio, el “San Fulgencio”, y su Iglesia de “Fátima” con torre y todo…y su salón parroquial.
En las canaleras de zinc de los tejados criaban los gavilanes y los vencejos; y cuando llegaba mayo, pasaba las horas muertas viendo a los padres ir y venir con bichos en el pico a darles de comer a los pollos. Y al atardecer el perfume de las acacias y las madreselvas de las vallas de los patios, hacían del barrio un paraíso de lujo para gente humilde que había dejado atrás la habitación realquilada, con derecho a cocina y se había embarcado en pagar cuarenta duros al mes y una hipoteca a treinta años, con la esperanza, más que la certeza de que algún día la casa fuera suya gracias a Dios, a Franco y a la Obra del Hogar.
2 Víctor.
Decían los mayores que el verano de 1960 estaba siendo caluroso como el solo. Eso a nosotros nos daba igual. Tanto parta mí, como para mi primo Andrés, o Paco “El sepia”, después de haber aprobado el Segundo de Bachiller en el Instituto, lo que tenía que hacer era mucho calor para bañarnos, cazar pájaros y leer tebeos y que el día durara cincuenta o sesenta horas para que tuviéramos tiempo de jugar al fútbol y echar pedreas contra los del Barrio de “La Calera”, que estaba cerca de las Casas Baratas, camino del paseo de la Feria; o contra los de la “Banda del Medio Mundo” de la calle de Torres Quevedo, camino del parque y del Instituto.
Ya vendría el invierno y Dios, que era muy listo, haría que el día durara muy poco para que los chiquillos a las seis de la tarde, que era de noche, se fueran a estudiar a sus casas y aprobaran el curso. Bueno, al menos eso decía mi primo Andrés que era muy astuto.
Yo era el mayor de cuatro hermanos y mis obligaciones en verano, después de aprobar el curso, se limitaban a hacer los recados que mi madre mandara y cuidar de mi hermano Nano, que era el más pequeño. Mari Reme y María Eugenia, mis hermanas, le ayudaban en las cosas de la casa….
-Isidrín, coge la cacerola y ve a la tienda y tráete medio kilo de tomate de bote.. Pero dile a Deogracias que no te eche caldo… y date prisa,… y ten cuidado al cruzar…
Cogía las dos pesetas y la cacerola y salía corriendo a la tienda que estaba al final de la calle…Daba igual que Deogracias pusiera, o no, caldo en el tomate…, que de seguro que lo pondría para que pesara más; ya me encargaría yo, por el camino, de sorbérmelo. Estaba delicioso y llegaría a casa, como de costumbre, con dos tomates pelados en la cacerola, más secos que el ojo de la tuerta.
-¿A dónde vas?- Era Víctor-
-A la tienda, ¿Te vienes?
-Bueno.
-Oye Isidro, ¿Vamos a ir mañana, por la mañana, al río a bañarnos?
-No se. A ver si viene mi primo Andrés y “El Sepia” esta tarde… y a ver que acordamos…Igual nos llevamos la caña de pescar a ver si sacamos algún lucio… o a por cangrejos… no sé, ya veremos.
-Oye, ¿me vas a hacer un tirachinas?
-Si te buscas las gomas…. Yo tengo una horquilla de palo que corté en los aligustres del parque y que ya está seca…
-¿Y la badana?
-Vamos a la zapatería y le pedimos al “zapa” un lengüeta de zapato.
-¡¡¡Víctor!!!!… ¡¡¡Víctor!!!
-Es mi madre, me voy…Luego nos vemos en las cuatro esquinas…
-Adiós.
Las cuatro esquinas era el sitio de reunión de todos los chiquillos del barrio. Estaba justo a lado de mi casa y cuando alguno de nosotros quería buscar a los demás de la banda bastaba con sentarse allí, en la acera, debajo de una acacia, recostado contra la vaya de los chalets y esperar a que, poco a poco, fueran llegando el resto. Siempre había chiquillos en aquel lugar.
Allí conocí a Víctor, cinco años antes, cuando todavía no vivía nadie en el barrio.
Estaban recién terminadas las casas y aún no habían entregado las llaves a los propietarios; y mi padre y yo íbamos todas las tardes a regar nuestro jardín. Era el mes de abril…. Sacábamos el agua del pozo que había en una huerta cercana y, en cubos la llevábamos hasta la casa…. Teníamos geranios y rosales y claveles…
Aquella tarde mi padre estaba terminando de regar y yo jugaba en la puerta de la casa con un balón de badana…Por las calles recién asfaltadas no se veía a nadie…
Le di una patada fuerte al balón y fue a parar cuatro o cinco casas más adelante. Cuando iba a por él, vi al fondo de la calle a chiquillo más o menos de mi edad… Era Víctor.
-¡Hola!, me chutas.
-Bueno.
Estuvimos jugando hasta que casi no se veía. Al final nos despedimos y quedamos en buscarnos cuando viniéramos con los padres que casi todas las tardes andaban por allí haciendo planes sobre la nueva casa. Nos veríamos donde nos habíamos conocido…. “en las cuatro esquinas”…
En lo sucesivo, muchas tardes, nos juntábamos y jugábamos al balón; y le enseñé a cazar pájaros con tirachinas y cambiábamos papeles de caramelos de esos brillantes…Al fin y al cabo éramos los primeros pobladores de una nueva ciudad…”El Barrio de las Casas Baratas”.
Luego fueron apareciendo más chiquillos. Hijos de los nuevos colonos…. Javi Trincherías, Gerardo y Paco, “El Chato” Castillejos, Carmona, Carlos y Abraham, El Choni, Rafa Guillen y su hermano Julio, Manolo Luna, Pablo, Manolo Lamata, Jose Manuel Fresno y Joaquin “el pelirrojo”, Virgilio… y, por supuesto Paco “El sepia”, Rodolfo “ El pava” y mi primo Andrés. Con ellos compartí infancia, juegos y colegio.
3 morciguillos…
-Mamá, ¿qué hay para cenar?
-Patatas fritas y tajadas de tocino… Anda, Isidrín, dile a la Mari Reme que ponga la mesa que son las nueve y media y tu padre va a venir de un momento a otro…y tú no te vayas a la calle otra vez…
-Si estoy ahí fuera en la puerta. Cuando vea entrar a papá me paso con él.
-Si, pero que no te tenga que llamar, que luego estoy chillando en la calle como una pregonera… ¡me has oído?
-Vale mamá estoy ahí afuera.
Me salgo a la puerta de la casa y me siento en el poyo de la verja. Hay chiquillos jugando y hace una noche de verano preciosa. En las cuatro esquinas no hay nadie de los míos, y alrededor de la bombilla que ilumina la calle hay morciguillos volando…
-¿Cómo podría yo pillar un bicho de esos? Dicen que son como ratones pero con alas y que no tienen ojos. Además dice Javi que si les pones un cigarro encendido en la boca… se lo fuman. ¿Se lo fuman? ¡Cómo va a fumar un pájaro…! ¡Si pudiera coger uno…! Cuando venga mi padre le voy a preguntar como se cazan. El de cazar sabe mucho. Seguro que cuando era zagal, en el pueblo, cogió alguno.
-¡Hola papá!
-Isidro, venga para adentro a cenar. ¿Qué has hecho toda la tarde?
-Pues… nada
-Seguro que has estado haciendo cepos y tirachinas y…leyendo tebeos.
-Bueno….
-Anda tira para adentro…
-Papá… ¿como se cazan los morciguillos?
-Yo que sé… Dicen que con una caña. En la punta se ata una boina o un trapo negro con vinagre y se pone por la noche junto a la luz de la bombilla por donde ellos vuelan y… dicen que el olor del vinagre los emborracha y se caen al suelo…, pero debe ser una tontería. Nosotros, en el pueblo, los cogíamos por el día, cuando estaban dormidos boca abajo colgados de los palos de la cuadra de las caballerías…. La verdad es que son bastante feos… ¿y para que leches quieres tú un morciguillo?
-Pues para verlos y ponerles un cigarro en la boca y ver como fuman.
-¡Como te vea yo con un cigarro te voy a dar…! Anda vamos a cenar…
Mi padre abrió la puerta de la verja y cruzamos el patio. Después subimos los dos escalones que había para pasar al porche y entramos en la casa.
-¡Mamá!.., ya está aquí papá.
Comíamos y cenábamos en el comedor. Allí es donde hacíamos vida. Era la mayor habitación de la planta baja y estaba separada por unas puertas de corredera, de las de fuelle, del salón que era el lugar santo al que solo se entraba cuando venía visita; y que olía a nuevo, a limpio y a mantecados…, si, si.., a mantecados.
En el salón había un tresillo, dos sillones y una mesita baja que tenía una encimera de mármol gris y negra que mi madre había decorado con una tabaquera, un cenicero de alpaca y un jarrón con flores secas.
En una de las paredes, debajo de un gran espejo con marco dorado, había un mueble aparador con tres puestas. Allí estaban… Ese era el sitio donde, cada Navidad, mi madre guardaba bajo llave aquellas deliciosas tortas de manteca y los dorados mantecados de naranja y almendra y los de vino blanco….Los hacía en el horno de María Juana y luego, en lebrillos tapados con manteles de cuadros blancos y rojos, los traía a casa.
-¡Dios, que ricos estaban! Esos eran los únicos dulces que los chiquillos comíamos en todo el año. Bueno, miento, y los caramelos de Semana Santa y las fritillas y los rollos dulces y los rellenos…
Estas dos habitaciones, el salón y el comedor, quedaban a la izquierda del pasillo. Al frente estaba el cuarto de baño y la cocina y a la derecha, junto a la puerta de entrada, la escalera que subía a la planta de arriba, donde estaban los dormitorios.
-¡Mamá, mamá..!, papá ya ha venido.
La mesa estaba puesta para cenar. Con su hule de cuadros blancos y azules, con los cortes que los chiquillos les habíamos hecho jugando con los cuchillos.
En el centro, sobre un salvamanteles de hierro, mi madre había puesto una enorme sartén llena, hasta arriba, de patatas fritas a lo pobre…, doradas y tiernas; un moje de tomate y pepino, la panera con la barra de pan y la pringuera, donde se adivinaban las tajadas de tocino en la parte de arriba, con la corteza bien frita y el tocino pasado… y en la parte de abajo la pringue para merendar, una tarde si y otra también, pan y pringue.
Además la jarra del agua para nosotros y para mi padre una botella e vino a granel, de la bodega, que duraba una semana y el sifón.
-Buenas noches, Amalia-mi padre saludaba a mi madre con un beso-
-¿Cómo ha ido el trabajo, Laureano?
-Bien,.., cansado. En la Fiscalía, como siempre, cuatro papeles. En casa de D. Juan José toda la tarde dándole a la máquina de escribir… A las ocho, cuando ya nos íbamos a venir, han asomado con una escritura sobre una herencia de tierras, que era urgente, y nos hemos puesto hasta las nueve y media que la hemos terminado… ¿Y los chiquillos?…
-Bien…, dando guerra…
Mis hermanas se sentaban junto a mi madre y yo entre mi hermano Nano y mi padre.
-Isidro, pon la radio que oigamos las noticias.
-Si, papá.
Era la hora oficial de cenar en todas las casas de España, las diez de la noche y todas las radios estaban encendidas para oír el “Diario hablado de Radio Nacional….”
La verdad es que a mí esas cosas me daban igual, no las entendía, pero a juzgar por la atención que ponían los padres debía de ser algo importante.
A continuación mi madre servía en platos las patatas y, en silencio, empezábamos a cenar.
Las conversaciones en la mesa, a la hora de las comidas, eran más bien pocas. Si acaso algún comentario sobre lo que los chiquillos habíamos hecho o dejado de hacer durante el día y poco más.
-Mamá, ¿me puedo salir?
-¿Has terminado de cenar?
-Sí
-Lo que diga tu padre…
-¿A dónde vas?..
-A jugar a la calle papá. Me está llamando Víctor.
-Bueno, pero a ver que hacéis. No se os ocurra ir a la “Huerta del mudo” a coger panochas, que al “manco” se le pone mala leche y un día de estos os va a dar un susto. .. Además por la noche deja los perros sueltos.
-Vale papá. ¿Me puedo ir?
-Bueno, pero no te vayas largo.
-No papá.
A mí no tenían que decirme si me lo había comido todo… ¡Hasta los clavos!… y había dejado el plato mas limpio que una patena.
Echaba a correr y conforme cerraba la puerta de la casa oía, como siempre, la última recomendación de mi madre…
-¡No cruces la carretera!..¡Y no te vayas largo!, que luego tengo que estar llamándote como una pregonera….
¡¡¡A las cuatro esquinas!!!
Allí estaba Víctor, Javi, Carlos y Luna…, los demás irían llegando conforme terminaran de cenar.
La verdad es que, tanto las comidas como las cenas duraban más bien poco. No por otra cosa, sino porque no había mucho que comer; y además nuestras hambres a esa edad y después de estar todo el día jugando al fútbol y trotando por ahí, no tenían límites.
-¿Qué hacéis?
-Pues nada.
-¿Jugamos al “pirulo”?
-Vamos a esperar un poco, a ver si vienen los demás, ¿no?
-Bueno…Oye Manolo ¿tienes tebeos para cambiar?
-No, los que me compró mi padre el domingo todavía no los he leído.
-Cuando los leas, a ver si me dejas el de Roberto Alcázar y Pedrín.
-¿Porqué no vamos esta noche a la huerta del mudo a por panochas?-era Javi.
-No. Mi padre me ha dicho que el manco está harto de los chiquillos y que por las noches suelta los perros.
-Pues entonces vamos al huerto de “D. Jesús” a por almelondrucos.
-¡Ea!, si queréis. Pero es más peligroso que ir a la huerta del mudo… Hay que subirse a la tapia y coger las almendras sin ver nada. Es mejor por la tarde, aunque esté el “Tío botas”.Lo más que nos puede pasar es lo que a Paco, el de Gerardo… ¡Eh, Paco!…
-Calla, calla…, aún me escuece el culo del tiro de sal que me pegó…
Poco a poco, se va juntando gente en las cuatro esquinas. Llega “El Chato” y su hermano; y César y Jesús…
-Bueno que, ¿hacemos algo?- dice César
-Podíamos echar una “firolesa”
-¡Venga!…
Y durante más de dos horas, los doce o catorce chiquillos jugaríamos a la firolesa… Uno amaga y los otros le saltan mientras cantan con monotonía….
Allá, arribica, arribica
había una montañica…
En la montañica un árbol,
en el árbol una rama…
en la rama un nido…,
en el nido, cinco huevos…
cogí el blanco… y me quedé manco…
cogí el negro y me quedé ciego….
…………………………………….
Después, a las doce y media, o la una de la madrugada, cuando ya empezaba a refrescar, nos sentábamos en los poyetes de las vayas de los chalets hasta que empezaban a salir las madres a las puertas de las casas y a llamarnos para acostar…
-¡Isidrííííííínnnn!….
-¡Víctor!….
-¡Jáááááávíííííí….
En cinco minutos no quedaba nadie en las cuatro esquinas. Los planes para el día siguiente ya estaban hechos y nadie iba a salvar al “Manco” de que le quitáramos quince o veinte panochas, que luego asaríamos en el corralón de las acacias…
Los morciguillos siguen dando vueltas alrededor de la luz de la calle, cazando mosquitos.
-¿Cómo cogería yo un bicho de estos?—
-Venga, a dormir….
-Si, mamá.¿ Puedo leer un tebeo?
-Bueno, pero apaga pronto la luz que mañana tu padre tiene que trabajar…¡Y no hagas ruido!, que tu hermano está durmiendo…
-Si mamá.
Escaleras arriba. Me metía en la cama y cogía un tebeo del Capitán Trueno, con las tapas mugrientas de tanto manosearlo. Seguro que había pasado por las manos de veinte chiquillos.. Me lo había dejado Manolo Luna que tenía la colección completa y que quería, de mayor, ser dibujante de tebeos. Era emocionante cuando cogía un lápiz y una hoja de libreta y te decía..
-¿Qué quieres que te dibuje?
-Píntame a Sigrid, la novia del Capitán Trueno…
Se ponía a hacer rayas y en menos de cinco minutos, como por arte de magia, aparecía Sigrid… Y es que..¡ se salía del papel!..,¡Que maravilla!.. Ahora es profesor de dibujo en un Instituto…
Su padre le compraba todas las semanas tres o cuatro tebeos. Del Capitán Trueno, de Roberto Alcázar y Pedrín.., del Pequeño Héroe…, de Mendoza Colt, del Guerrero del Antifaz…; y le animaba a pintar.
Ir a su casa era, para nosotros, como ir al castillo misterioso. Nos enseñaba los barcos de madera que hacía su padre, su colección de sellos y de tebeos… No creo que nadie en el mundo tuviera más tebeos que él. Si los conserva todavía, seguro que valen una fortuna…..
-Apaga la luz, Isidrín, que son las dos de la mañana.
-Si, mamá.
En la portada del tebeo, Goliat le pegaba un puñetazo a un moro, mientras gritaba..¡Por el gran Batracio Verde!
……Ángel de la Guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche, ni de… Y el Capitán Trueno le da un beso a Sigrid, y Goliat y el Ángel de la Guarda cazan morciguillos con una boina negra empapada en vinagre y Crispín…..
4 Las palomas……
-¡Isidrín, levántate ya, muchacho!
-Espera un momento, mamá, si no tengo nada que hacer…
-¿Cómo que no tienes nada que hacer ? … Venga levántate y tira a por el pan…¡ Muchacho que son las nueve! Y va a pasar el del hielo. ¡Venga arriba, que yo me voy a la plaza…!
-¡Me cago en la leche! Siempre me toca a mí.
-¿Qué dices, nene?
-Nada, nada mamá…, que ya voy..
-¡Y ten cuidado de tu hermano, que está en el taca!
-Ya voy, ya voy…
Los pantalones cortos, la camisa, las sandalias y escaleras abajo.
-Anda, lávate y péinate. Al lado de la placa tienes un vaso de leche…
-Si, mamá.
-Y cuando desayunes, coges la bolsa del pan y te traes tres barras y le dices a la María Juana que te las apunte hasta que cobre tu padre… Mientras tanto que la Mari-Reme cuide del Nano.. Y si viene el del hielo que te dé una peseta y lo pones en el librillo…
-Si mamá…¡(todo me toca a mí.., todo me toca a mí…)!
-Isidrín, mira a ver el Nano, que está llorando.., ponle el chupete…
-Si, mamá..Y tú cállate. Toma el chupete y chupa….
Mi madre salía por la puerta de la calle y yo, como una bala, al jardín a ver si había caído algún gorrión en los cepos.
-Nada. Si es que la moya de pan estaba muy blanda y el muy canalla ha estirado y la ha sacado de la agujeta sin saltarlo…Pero a la próxima no le vale porque voy a poner granos de trigo en agua y cuando estén blandos los voy a pinchar en la agujeta del cepo y cuando se sequen no los va a arrancar ningún gorrión ni con alicates…..Y me iba a echarles de comer a las palomas.
El verano anterior, cuando habíamos estado en el pueblo de mi padre, en casa de mi abuela, una vecina nos había regalado una pareja de palomas laudinas a mi prima Remeditos y a mí, para cuando terminara el verano nos las lleváramos a nuestra casa. Pero, ¿qué iba a hacer yo con un palomo solo…?; si al menos tuviera la pareja podrían criar.
La fortuna quiso que unos días antes de terminar las vacaciones, mi padre, con el que salía a cazar todos los días, alicortara una paloma Zurita. La llevé viva y, sin que nadie se enterara, la curé y la subí a la solana de la casa, donde estaban los atrojes con el trigo y las habas y la cebada para echarles de comer a los animales que se criaban en la aldea.
Traté por todos los medios e convence a mi prima, que era algo mayor que yo, para que me diera su paloma, pero no hubo forma.
El día de la despedida, cuando ya nos veníamos, cada uno llevaba en una caja de zapatos, con la tapa agujereada y bien atada para que no se abriera, su paloma. Sonreímos maliciosamente los dos… Ella porque había conseguido no darme su paloma y sabia que eso me hacía rabiar…, y yo porque imaginaba la cara que pondría cuando abriera la caja en Murcia y se encontrara que su palomita era zurita y no laudina y que, además tenía una herida en la punta de un ala que le impediría volar durante bastante tiempo.
¡Qué hermosas eran! y que gusto daba verlas volar por el barrio. Se iban a las nubes y cuando menos te catabas, bajaban como un rayo y se paraban en el pico del tejado de la casa y se ponían a rumbar… Y las llamaba y bajaban a comer en la mano.
Un vecino, que era albañil hizo, en el patio de atrás de la casa, un palomar que parecía de juguete. No tendría más de seis metros cuadrados. Era un cubierto de malla que tenía dentro una casita de obra para que criaran. En menos de un año tenía una docena de palomas.
Y empezó el problema. ¿Qué hacemos con las palomas?
-Pues lo que se hace con las palomas… ¡cocido!- decía mi padre.
-¡Ni pensarlo!- y me enganchaba a llorar-¡No matéis mis palomas!…
-Pero bueno, si luego vamos al campo y nos liamos a tiros con ellas…
-Si, pero estas las hemos criado nosotros.
-¿Y las otras…? ¿ Alguien las habrá criado? ¿ no ?
Y yo venga llorar………
-Se crían en los palomares, en el campo y sus dueños no las conocen, ni les ponen nombre…
-Bueno- intervenía mi madre- Las venderemos a otras personas que quieran tener palomas vivas..
-¡Vale!, pero mamá prométeme que no las van a matar.
-No, venga. No llores más.
Anda, que como sobraba la comida en aquellos tiempos. No me explico como mi madre tenía tanta paciencia conmigo.
Y se iba a casa de Tomás, en recovero y todos los meses cambiaba una o dos parejas de pichones por huevos o embutido.
De todas maneras, cada vez que comíamos cocido, al tiempo que escarbaba en el plato, lo hacía también en mi memoria, tratando de recordar cuando había sido la última vez que mí madre había llevado palomas a vender.
-Isidro, el Nano está llorando- Era la María Eugenieta.
-Pues ponle el chupete. ¿No ves que les estoy echando a las palomas? Y la Reme, ¿qué hace?
-No sé..
-Bueno, ya voy.
Y luego a por el pan y a la tienda y a por el hielo, a la fábrica, si no venía el sifonero que traía un carro con una mula y vendía hielo y sifones. Y a las once a dormir al Nano.
-Isidro, duerme al Nano.
Y lo cogía en brazos y empezaba a mecerlo y a cantarle en voz baja, casi susurrando.
…”Estas son las mañanitas….Soy minero…” Y unas veces había suerte y a base de coplas y “mece-mece” conseguía dormirlo y meterlo en el “moisés”.. y otras me desesperaba porque el muy canalla, en vez de dormirse, como era su obligación, empezaba a grajear y se espabilaba más.
-¡Mamá!, no quiere dormirse
-¡Aguanta!, que tiene que dormir.
-¿Me lo subo a la habitación…, a la cama?
-Sí.
Escaleras arriba. Nos tumbábamos en la cama, bajaba la persiana, le ponía el chupete mojado en manzanilla y le mecía y le cantaba…
“Con ese lunar que tienes…..”No quería ni mirarlo. Sabía que estaba con los ojos entornados, casi dormido. Eso significaba que tendría libre hasta la hora de comer para cortar unas gomas nuevas para el tirachinas, que se habían roto, y para ir a casa del “Chato” a cambiar tebeos.. “No se lo des a nadie, cielito lindo, que a mi me toca…”
Efectivamente, se había dormido. Ahora todo era cuestión de levantarse de la cama, sin hacer ruido y bajar despacio la escalera…, decirle a mi madre “mamá, ya se ha dormido, me salgo al patio” y luego..
-¡Buaaaaaaaaaaaaaa…! ¡Buaaaaaaaaaaaaaa!
-¡Me cago en la leche!… “¡ A, ya, ya, yay…, canta y no llores..”-El Nano tenía los ojos como platos y lloraba… y lloraba, y .. yo estaba a punto de llorar también… Y así, hasta que al final se dormía…”Porqué cantando se alegran, cielito lindo los corazones…” Chin-pon…
-Mamá, el Nano se ha dormido, me salgo al patio.
-Está bien, `pero no te vayas muy largo, que luego…
-Si, estás como una pregonera.
-¡Oye, Isidrín, no me hagas burla..!
-No, mamá.
5 La bici….
Era negra como un tordo. Las llantas relucían como si fueran de plata y en los guardabarros tenía pintadas dos rayas doradas. Era de media carrera. El sillín, de cuero negro, llevaba una cartera colgada con desmontables y pegamento y parches por si pinchabas; y tenía timbre, farol, bomba para darle aire y portamantas..¡Cuantas veces había soñado con ella!
Hubiera dado todos los tebeos que tenía y las chapas de las gaseosas y el casco de jugar a la taparuja.. y hasta la colección de estampas de “Armas de guerra” de Hazañas Bélicas, por haberla conseguido.
Ahora estaba delante de mí, desafiante,¡Móntame si te atreves! Mi padre me la había regalado.
-Bueno, Isidro, ya puedes venir a cazar conmigo todos los domingos sin tener que llevarte en el portamantas de la “colorá”. A ver si la cuidas.
-Si papá, gracias.
La “colorá” era la bicicleta de mi padre. Lujo de pobres en aquellos tiempos y que había comprado en la “Ciclería Clodo” de segunda mano. Con ella nos íbamos a cazar todos los domingos en cuando se abría la veda de la codorniz, al “Palo”, que era un río que estaba a unos cuatro kilómetros de la ciudad y donde, en verano, íbamos andando los chiquillos a bañarnos y a pescar carpas con una caña de río, un trozo de naylon y un anzuelo enrobinado que algún viejo pescador nos había dado para que le dejáramos en paz.
De “la colorá” guardaba yo malos recuerdos. Apenas tenía seis años cuando mi padre, que me llevaba sentado en el cuadro, me pilló el pie con los radios de la rueda de delante. Llevaba de calzado unas sandalias y chillaba y chorreaba sangre como un gorrino.
Ahora tenía mi propia bicicleta. Podría irme al campo cuando quisiera a poner la red a coger pájaros.. Allí donde iba “el zapa”, que decían que había cogido diez docenas entre pardillos, colorínes y verderones, en “la cerca de los Llanos” y que se veían bandos que tapaban el sol. Además podría echar carreras con Víctor y con mi primo Andrés y con “El sepia “, que hacía tiempo que tenían bicicleta.
En un alarde de imaginación la bauticé como “La negra “. Me pasaba las horas muertas limpiándola. Le puse unas mechas de mechero de “chisque” en los ejes de las ruedas para que al andar se fueran limpiando y mi madre, que cosía muy bien, me hizo una funda para el sillín. Ahora, cuando nos juntábamos en las cuatro esquinas ya podía, como los demás, dejarla con el pedal apoyado en el bordillo de la acera y contemplarla como si fuera mi caballo.
6 Cantar…
-Mamá, ¿me puedo ir mañana por la mañana con el primo Andrés y con “el sepia” a pescar al Palo.
-Díselo a tu padre cuando venga… ¿Y quién va a hacer los recados y a dormir al Nano?.
-La Reme.
-Bueno, ya veremos.
Era por la tarde. Estábamos sentados en el patio y mi madre cosía. Estaba con unos pantalones viejos de mi padre, tratando de arreglarlos para mí. Yo me entretenía con una caja de zapatos y las tijeras haciéndole a la Reme y a Maru una casa de muñecas.
Muchas tardes de verano, cuando bajaba el sol, mi madre sacaba la costura al patio, a la sombra del albaricoquero. Acudían las vecinas con sus labores; la Consuelo y la Josefina y charlaban y veían a la gente pasar por la calle. Mientras los chiquillos jugábamos o las escuchábamos hablar.
-Amalia, dile al chiquillo que cante- era Josefina.
-Si, si, canta nene- insistía Consuelo.
-Anda-decía mi madre- canta algo Isidrín.
-Pero me tienes que dejar que me vaya mañana a pescar…¿eh mamá?- empezaba el chantaje.
-Bueno, tú canta, que yo trataré de convencer a tu padre.
No recuerdo mejor sensación en mi vida, que la de cantar cuando era crío. Fue un regalo que Dios me hizo cuando nací y que me quitó, al menos en parte, cuando cambié la voz. Tenía la sensación y creo que así era, de poder cantar y cantar sin cansarme. Era tan fácil abrir la boca y dejar que mi voz hiciera lo mismo que oía sonar dentro de la cabeza…. Yo mismo me asombraba.
-¿Qué quieres que cante, mamá?
-Lo que tú quieras.
-“La campanera”- decía Consuelo.
Y durante un buen rato cantaba. Canciones de las que sonaban por la radio. De Joselito, de Pedro Infantes,… yo que sé.., de Antonio Molina…
Luego a luego, se hacía corro en la valla del patio y la gente aplaudía. La Consuelo se echaba a llorar.. , como no tenía hijos…
Yo cantaba porque me encantaba y me hacía sentir bien. Nunca olvidaré la sensación de ir en “ la negra” por el campo, cuando tenía quince o dieciséis años y venía de cazar.. Oía dentro de mi cabeza la música de las canciones. “ El sorbito de champán”, o Lola, de Los Brincos..,y me enganchaba a cantar …. Era maravilloso.
-Isidro-era Víctor-
-Mamá, ¿puedo irme?
-Bueno, pero no te vayas largo.
-Qué.., ¿te vas a ir mañana al río?
-Yo creo que sí…
-En la era de las “ cagarrutas” están jugando al fútbol, ¿vamos?
-Venga. Te echo una carrera a ver quien llega antes.
La “era de las cagarrutas” estaba junto a la casa de Víctor. Era un bancal sin cultivar que nosotros habíamos convertido en campo de fútbol. Estaba liso como la palma de la mano y lo habíamos bautizado con ese nombre por la cantidad de excrementos de cabra que había.
Desde allí se veía la huerta del mudo, que estaba fuera del barrio y a donde solíamos hacer excursiones para robar panochas, espigas de cebada o zanahorias, según la época del año; y para sentir la emoción de ver de cerca al “mudo” que era el aniaguero; o al “manco”, que tenía una mano seca desde que un mulo le mordió hacía años y le corto los tendones y que era el dueño; y oír sus improperios y amenazas…, confiando siempre en la rapidez de nuestras piernas y en el dicho de que “ perro ladrador….poco mordedor”. Además estaban tan buenas las panochas asadas en el corralón.. y en invierno las zanahorias moradas, tan frías recién sacadas de la tierra…¡como crujían al morderlas!.
Estaban jugando contra los de “Las Grilleras”, que era un barrio de casas baratas, muy pequeñas, que había al otro lado de la carretera de circunvalación, al que le pusieron ese nombre por lo parecido, en su tamaño, a las de los grillos. Además íbamos perdiendo por siete a tres….
-¡Isidro, ponte de portero!-era Miguel, el hermano de Víctor- y tú Víctor, ponte de defensa que ellos son nueve y nosotros cinco nada mas. -¿Es que no sabíais que teníamos desafío?!
-No sabíamos nada.
Siempre jugaba de portero. Estaba regordete pero me hacía estiradas y todo; y llevaba las rodillas deshollejadas y llenas de pupas de tanto porrazo.
Estuvimos jugando hasta que ya no se veía y nos metieron la trocha. Quedamos doce a seis. Al final, como siempre, las cosas terminaron mal… Que si ha sido gol, que si sois unos marranos jugando, que lo que pasa es que sois unos mierdas… Total, la pedrea. Y a voces desde las esquinas, quedamos emplazados para el día siguiente, en el mismo sitio, para resolver con el balón o con el tirachinas lo que habíamos dejado a medio.
Sudando como pollos llegábamos a las cuatro esquinas, nos sentábamos en la acera y empezaba el repaso de la tarde,
-¡Vamos que la hora de asomar de estos dos!- decía “ El chato”, refiriéndose a Víctor y a mi.
-Ea, si no sabíamos nada.
-Seguro que habéis estado cazando pájaros.
-¡Que no, leche..!, que no sabíamos nada.
-Bueno, pues a ver si no se os olvida para mañana por la tarde. Ya habéis oído, ¡ a las seis!
-¡Vale!
-Oye,¿vamos esta noche a la huerta del mudo a por panochas?
-Vale. A las once quedamos aquí,…¿eh?
-¿Ya estáis sujetando la esquina? No he visto críos más gandules que estos. Todo el día se lo pasan echados como los perros –era el abuelo Julio “El gruñón”, que vivía en uno de los chalets de las cuatro esquinas y que siempre se estaba metiendo con nosotros.
-¡Que no, abuelo, que no..!, que venimos de jugar al fútbol y estamos descansando.
-¿Descansando?..- y se marchaba renegando.
-¡Víctooooor..!
-¡ Javiiiiiiiiiii!
-Me voy, que mi madre me llama. ¡A las once aquí!.
7 El Palo….
El camino de “El palo” era estrecho. Recorría el quijero del río y estaba bordeado de olmos. Era una maravilla ir en bicicleta por la mañana temprano y oír el crujir de las ruedas en las chinas.
Se veían volar las tórtolas entre los árboles y en los bancales, a orillas del río, los trigueros con su cantar de chicharra anunciaban que en los alrededores tenían el nido.
Pasamos por la Huerta de la Anselma, donde el camino hacía una bajada de montaña rusa que te ponía un nudo en las tripas y llegamos a la compuerta, donde controlaban el caudal del río. Allí paramos. El embalse estaba hasta arriba y el agua quieta como un espejo.
-Andrés, ¿nos quedamos a pescar aquí, o nos vamos mas arriba a los cangrejos…?
-Si asoma la guardia civil al primer sitio que viene es aquí, así es que vamos más arriba.
Y seguimos en fila india, porque el camino no daba para más. Primero Andrés, después el Sepia y luego yo.
De entre el carrizo se levanta graznando una polla de agua, asustada..
-¡ Será tonto el pijo el pajarraco!, menudo susto me ha metido.
-Calla Sepia!, que a ti te asusta una barra de pan metida en un talego.
-¡Si es que ha salido cuando yo pasaba..!
-Calla y tira…, zamarro.
Que bien rula “la negra”. Andamos otros diez minutos. El camino se pierde entre los juncos; y el agua casi no se ve, tapada por el carrizo que nace dentro del río.
-¡Este es el sitio! Esconded las bicicletas entre los juncos que luego brillan con el sol y la guardia civil tiene muy buena vista…
Mi primo, que hacía de jefe de la expedición, había estado otras veces por allí con su padre, mi tío Esteban, cogiendo caracoles y almorzando. Era un zagal estupendo y nos queríamos a rabiar. Siempre estábamos juntos. Su madre, que era hermana de la mía, vivía en las Casas del Instituto Nacional de Previsión, que eran unas casitas bajas como en la que yo vivía, con patio y todo, que estaban por donde el parque, camino del Instituto, donde estudiábamos los dos.
En su casa se hacía la matanza para las dos familias y ese día era para los chiquillos poco menos que fiesta nacional.
Cuando llegaba el santo de mi primo, San Andrés, coincidiendo con algún fin de semana, que los padres no trabajan, se organizaba el tiberio. El pobre gorrino, que habíamos comprado pequeño y que vivía en la gorrinera que había en el patio, pagaba el pato. Para mí que se lo barruntaba.
Ese día, temprano, asomaba el matachín y entre los padres y algún vecino que ayudaba, lo subían a la mesa.
Yo me metía en el último rincón de la casa y me tapaba los oídos para no oír chillar al pobre bicho. Mi primo se reía de mí y decía que era un gallina, pero yo solo salía cuando no oía gritos y calculaba que todo había terminado y del gorrino no quedaba mas que lo que me gustaba ver; las salchichas, los chorizos, los jamones y todas las delicias que, a lo largo del año, las madres, muy cautamente, administrarían. Tenía que durar hasta el año siguiente por las mismas fechas.
Mi primo disfrutaba horrores. Estaba en medio del fregado, ayudando a quemar el pelo del animal o a sujetarlo para que se estuviera quieto mientras el matachín hacía su labor. Le gustaba ver como lo descuartizaban y luego me lo contaba para darme miedo. Yo creo que ya se vislumbraba lo que sería de mayor; médico, aunque no cirujano como el hubiera querido.
Era tan alto como yo, pero muy delgado y llevaba gafas. Compartíamos la afición por el campo, los pájaros, la pesca, el fútbol y luego, cuando fuimos algo mayores, la música.
Pasábamos juntos temporadas en casa del uno o del otro. Yo le quería mucho y sentía una gran admiración por el, porque era muy inteligente.
Habíamos conocido a Paco “El sepia” el año anterior; un día que andábamos cazando pájaros por el barrio. Era de nuestra edad y estaba jugando con su hermano Pepe a la taparuja de papeles de caramelo. Nos acercamos y enseguida hicimos amistad. A partir de entonces, los tres haríamos buenas migas y prácticamente iríamos juntos a todas partes.
El “sepia” fue quien nos enseñó a hacer arillos de alambre para coger cangrejos….
-¡Venga muchachos, que nos cangrejos no esperan!…-Mi primo había escondido la bicicleta debajo de unas cañas secas y sacaba los aparejos.
Era emocionante. Por aquella zona el río tendría unos tres metros de ancho y no más de uno de profundidad y estaba cubierto de carrizo.
-¡Mira Andrés! –era “El Sepia”, que se había asomado al río-¡Que bicharraco!…
Nos asomamos los dos a la vez. El agua estaba transparente como el cristal y en el fondo, junto a una piedra, había un cangrejo como la horquilla de un tirachinas…Tragamos saliva.
-¡La Virgen, que gordo!
En un santiamén, ensartamos las lombrices en el arillo, lo atamos con una cuerda y a una piedra para que hiciera peso y lo dejamos caer delante de los bigotes de aquella fiera.
En cuanto el arillo con las lombrices tocó el fondo, el cangrejo dio una espantada y nadando de culo desapareció.
-¡Me cago en la leche jodía!, Sepia. Tenías que ponerle en arillo un palmo delante de los bigotes..¡No escalabrarlo!.
-¡Mira, mira!, ya se asoma otra vez…
Se me salía el corazón de la caja. De entre la ova y las piedras del fondo, empezaban a salir cangrejos. Unos más grandes y otros más chicos. Era emocionante verlos echar carreras por engancharse con las pinzas al arillo de lombrices para comer.
-Despacio, Sepia, … despacio.., que hay cinco enganchados…-Andrés susurraba casi al oído de Paco.
-Que si, que si…, que los vamos a sacar todos a la vez.. Isidro, coge el cazo
-Aquí está, venga tú súbelos despacio que yo los saco…
El Sepia tiraba suavemente de la cuerda para arriba y los cangrejos subían como una ristra de ajos hacia la superficie, dando vueltas…, pero sin soltarse del cebo.
Yo metía en el agua, por debajo de los cangrejos que subían, un cazo que habíamos hecho con una bolsa de malla de plástico, de los limones, que nos habían dado en la tienda y a la que habíamos puesto un aro de alambre recio y un palo de mango.
-¡La Virgen, … si son seis!
-Despacio, Sepia.., que se sueltan… y tu Isidro no muevas mucho el agua…Así, así…¡¡Ya está!!.
Habíamos sacado los seis. Cuatro gordos, entre ellos el galafate que habíamos visto al principio y dos mas pequeños.
Los cangrejos trataban de salirse del cazo de malla que yo había puesto sobre la hierba del ribazo.., mientras le gritaba a mi primo..
-¡Andrés!, saca el almuerzo del talego que metamos los cangrejos..
-¿y que hacemos con el bocadillo?
-Pues que vamos a hacer, si son ya las nueve de la mañana..,¡Comérnoslo!
-¡Pues vale!.. Venga Sepia, echa otra vez el arillo… y trae los cangrejos que los meta en el talego y vamos a almorzar.
Nos comeríamos el bocadillo, de tajadas de tocino, de medio metro y nos darían las dos de la tarde cogiendo cangrejos. Sigilosos como indios.. Con un ojo en el agua y el otro en el camino por si, en cualquier momento, se veía brillar un tricornio.
Luego, con cuatro o cinco docenas de cangrejos en el talego, como mucho, levantaríamos el campamento y con un sol de justicia, le daríamos fuerte a las “bicis”. Por el quijero del río adelante, la compuerta, la Huerta de la Anselma….otra vez el vértigo en el estómago, a salir a la carretera y a las dos y media en el barrio. Repartiríamos los cangrejos en la puerta de Paco y, a las tres de la tarde “congestionao perdío”, en casa.
-Isidrín, ¿de done vienes, así?
-Del río, mamá.
-Da gracias que no ha venido tu padre porque si te ve así, la tenemos.
-Si es que por no llegar tarde hemos venido deprisa. Mira mamá lo que hemos pescado- y abrí el talego del almuerzo mojado-
-Cangrejos…
-Si, me han tocado quince
-Anda, ponlos en aguay lávate la cara a ver si se te pasa el sofoco.
Le puse el tapón al lavabo, lo llené de agua y eché los cangrejos dentro. Al mirarme en el espejo no me asusté porque estaba acostumbrado a verme así. Tenía la cara como la grana y un calor como si me hubieran puesto la plancha enchufada.
Los cangrejos estaban todos vivos y nadaban. Mari Reme se asomaba y metía la mano tratando de cogerlos.
-Amalia, ya estoy aquí.
-Hola Laureano.
-Hola papá.
-Isidro, ¿que has estado haciendo?
-Nada, he ido con el primo Andrés y el Sepia a pescar al Palo.
-Y ¿que has pescado?
La Reme arrancó a llorar y salió, pasillo adelante, con un cangrejo enganchado en el dedo.
-¡Buaaaaaaaa!
-Unos pocos cangrejos
-La mesa está puesta… ¡A comer!
8 el Instituto…
El verano había pasado deprisa. Parecía que había sido ayer cuando, después de los exámenes finales de Junio, habíamos ido a recoger las notas y con los nervios metidos en el estómago, esperamos en
el andén de la planta baja, delante de la Secretaría, a que el bedel saliera y empezara a entregar los libros de calificaciones. Era Septiembre y otra vez estábamos aquí.
Colas de estudiantes, con el libro de calificaciones, la instancia solicitando ser admitidos a curso, las fotos y las pólizas esperábamos, delante de la Secretaría, para sacar la matrícula.
Era mi tercer año. Había llegado al Instituto después de haber aprobado libre el examen de ingreso y la verdad es que me gustaba. Era enorme. Tenía dos plantas y más de treinta aulas.
Atrás quedaba el “ San Fulgencio” el colegio del Barrio, donde mi padre me apuntó cuando nos fuimos a vivir a las Casas Baratas y donde D. José, de la 5ª, se desgañitaba para enseñarnos primero a multiplicar y luego a resolver operaciones con quebrados y a hacer regla de tres simple.
Todo el saber de nuestro tiempo estaba en la Enciclopedia Álvarez de tercer grado que, una y otra vez, abríamos ahora por Religión para ve en un dibujo a Abraham en el momento culminante de sacrificar, con un enorme cuchillo, a su hijo Isaac; o por la Historia de España, donde Felipe II asistía a la derrota de su “Armada Invencible” y donde, en letra cursiva, se podía leer …”Yo no mandé a mis barcos a luchar contra los elementos…”
Habían sido tres años de San Fulgencio, de babi a rayas azules y blancas y cuellos de pico redondeado. De leche en polvo de los americanos en el recreo de por las mañanas y trozo de queso amarillo por la tarde para merendar y, que por cierto, yo no me comía y lo llevaba a mi casa, intacto, para mis hermanas. De jugar a las bolas en invierno en el patio, con los mocos colgando y de cantar salves a la
Virgen en el mes de mayo, delante de la imagen que, en una hornacina, presidía la ostentosa escalera principal que llevaba a las clases de la segunda planta.
El Instituto nos hacía sentir mayores. Ya no llevábamos babi y, aunque no fuéramos juntos a clase, allí había chiquillas.
No es que me fijara mucho en ellas, porque a esa edad yo tenía cosas importantes que hacer, como cazar pájaros o jugar al fútbol, pero a los mayores del curso les gustaba reunirse en corrillos durante los recreos y cuchichear acerca de ellas que, mas pícaras, los miraban y rompían en risotadas que a más de cuatro hacían salir los colores.
Yo, que por aquel tiempo era un chiquillo regordete, tirando a gordo, cada vez que las oía reír levantaba la cabeza y, si por casualidad estaban mirando en dirección a donde yo me encontraba, me ponía rojo como un tejo. Mucho me temo que ya empezaba a sentir complejo de gordo. Un complejo que no me abandonaría hasta pasados bastantes años.
Como estudiante era bastante discreto. Había sacado los dos primeros curso del bachiller con algún notable en Matemáticas y Religión y el resto aprobado.
La cola no andaba ni a tiros….
-Hola, Isidro ¿Y tu primo Andrés?- era Toledo, un compañero de curso.
-No sé, no creo que tarde., he quedado con él aquí, para sacar la matrícula.
-¿Tienes un cigarro?
-No, no fumo.
Toledo, que llevaba gafas de “culo de vaso”, era un misterio. Todo el mundo se preguntaba como podría estudiar..¡Si no veía!.
-Bueno, pues voy a ver si alguien me da un “ideal”
Por aquel entonces ya empezaba la gente del curso a fumar, pero nadie tenía para comprar tabaco, salvo los cinco o seis hijos de familia con dinero que estudiaban con nosotros y que siempre llevaban alrededor una nube de menos pudientes que esperaban sacarles algún cigarro que otro.
Me llamaba mucho la atención eso de tener un profesor para cada asignatura. Matemática D. Juan (Potaje), de Religión D. Jesús Álvarez (El cura), Ciencias Naturales D. Luís Morcillo…; y el hecho de tener una clase para cada asignatura. Terminaba una clase y a coger el abrigo, la cartera y …¡Hala, a otra aula!
-Hola Isidro- era mi primo Andrés.
-¿Qué pasa, primo?
-Pues nada.., a sacar la matrícula. ¿desde que hora estás aquí?
-Desde las once y son ya casi las doce…
-Iba a venir antes, pero me he juntado en el parque con Miguel, el hermano de Víctor y hemos estado hablando de la música. Tiene una guitarra y no veas como toca…
-Pero ¿una guitarra de verdad?
-¡Vaya un pijo! Oye primo ¿ y si le diéramos el follón a las madres para que nos compraran una…?
-No digas tonterías, Andrés, eso tiene que costar mucho dinero.
-Pues tenemos que inventarnos algo para tener una guitarra. Mi vecino, Casimiro, el hijo del ciego, tiene una y se pone en el balcón a cantar rancheras y a tocar… y si le oyes…
-Ya me gustaría a mí, pero …..
-Pues con lo bien que cantas, nos lo íbamos a pasar de miedo.
-¡Calla, calla! Y venga, que nos toca a nosotros.
Se acababa de abrir la puerta y había salido un chiquillo con los justificantes de la matrícula hecha.
Pasamos a Secretaría. Había allí dos o tres mujeres que eran las empleadas que tramitaban los papeles y D. Francisco Pérez (Menos Uno), que era profesor de Matemáticas y, además, Secretario del Instituto.
-A ver, el libro de calificaciones.
-Tenga usted.
-¿De que curso te vas a matricular?
-De tercero
-¿La póliza?
-Tenga usted.
-¿La instancia?
-Tenga usted
-¿El dinero de las tasas?
-¿Cuánto es?
-Familia numerosa..87´50 pesetas
A buscarse en el bolsillo…
-Tenga usted.
-¡Joder, primo, con ese dinero dábamos la entrada para la guitarra….!
-Si, y estudiábamos el qué?
Se oía poner sellos en el libro de calificaciones.
-¡Ya está!, el siguiente….
Y vuelta a repetir la misma “cancamusa” con mi primo.
Diez minutos después estábamos con Miguel, en el parque, viéndole tocar la guitarra.
Se nos caía la baba. Me imagino que no sabría mucho de tocar, pero tenía una guitarra con sus cuerdas y sus clavijas de madera…y de color marrón…
-Venga primo, vamos para la casa que son casi las dos..
-Espera un poco más, si hasta las tres no vienen los padres de trabajar.
-No, yo me voy ya, que vivo mas largo…
Y mientras me alejaba y oía la guitarra, iba cantando la letra de lo que Miguel tocaba.. “ De piedra ha de ser la cama, de piedra la cabecera…” y me prometí a mi mismo que, algún día tendría una guitarra como la de Miguel.
9 … problemas.
Había pasado en otras ocasiones, pero yo, o no me acordaba, o no quería acordarme. Mi padre y mi madre habían discutido. No sabía cuales eran los motivos, pero esta vez la bronca había sido más fuerte de lo habitual.
Fue en casa de mi tía María Eugenia, durante las navidades del sesenta y uno. Mi madre y mi tía siempre han estado muy unidas. No tenían más familia, cada una, que a la otra y todos los años, por Navidad, nos juntábamos en Nochebuena y Nochevieja en su casa las dos familias.
Aquel año, las madres habían ido al Horno de María Juana y habían hecho tortas de manteca y mantecados; y con la matanza recién terminada había comida, si no exquisita, al menos abundante.
Para los chiquillos las fiestas de Navidad eran la locura. Comida, dulces y sobre todo follón que era lo que más nos gustaba. Todo el día jugando los primos. Después de cenar, mi tía, que tenía muy buen humor, sacaba la cascaruja de castañas, higos secos, frutas escarchadas y la zambomba que habíamos hecho con un bote de tomate de los de cinco kilos y la “pezorra”del gorrino, y la escoba para rascarla en una puerta y nos poníamos a cantar villancicos.
Aquella noche, no sé lo que pasó pero en medio de toda la algarabía de chiquillos y canciones, se oyó la voz de mi padre que gritaba…
-¡Mira Amalia que te pego un sifonazo en la cabeza que…!
Todos los chiquillos nos callamos de una y se hizo un silencio sepulcral….Miré, y mi padre tenía agarrada a mi madre por el cuello y con el sifón en alto la amenazaba.
Mi madre se puso a llorar, mi tía también.. y mi tío Esteban trató de separarlos… Allí se acabó la fiesta.
Mi madre se quedó a dormir con mis hermanos en casa de mi tía María Eugenia y mi padre, mi primo Andrés y yo nos fuimos a dormir a mi casa.
Aquella imagen jamás se ha borrado de mi cabeza. Es una fotografía que el tiempo no deteriora y que cuando cierro los ojos y pienso en ella, aún sin saber cuales fueron las razones, me hace llorar….
10 mis padres…
La situación económica en mi casa fue siempre la de una familia de clase baja, pero nunca fue desesperante. Debíamos en la tienda, pero ¿y quien no?…
Mi madre cosía hasta las tantas de la noche para arreglar la ropa que se quedaba pequeña a uno y adaptarla al siguiente en tamaño…¿y en que familia no pasaba eso?.. Y en la comida de aprovechaba hasta el rabo de las zanahorias… y guisaba como nadie. Hacía un ajiaceite con rellenos de ajo, y unos potajes de calabaza y nabo, y una coliflor rebozada y frita, y unos cocidos, y una olla y unas migas ruleras con pan…, y no se cuantas cosas más.. ¡Vamos, para reventar comiendo…!
La verdad es que se mataba a trabajar en la casa…, como todas las madres.
La placa de carbón de bolas en que guisaba estuvo, durante cinco años funcionando como la caldera de un tren, a pleno rendimiento, hasta que un día mi padre llevó el hornillo de petróleo a casa. Aquello fue la pera. Ya no había que levantarse a encender la placa con astillas de madera y carbón y además- decía mi madre- ..¡Era de limpio!..
Y si no, cuando Rodolfo “El Pava”, que trabajaba en una tienda de electrodomésticos, convenció a mi madre de que tenía que comprar una lavadora eléctrica… El día que la instalaron se pasó más de una hora sentada en una silla, viendo como daba vueltas el tambor y se lavaba la ropa sola…
Mi padre trabajaba como un negro. Por la mañana se iba a Aviación, a la Base Aérea. Estaba en las oficinas de Intendencia y se venía a las tres a comer. Por la tarde se iba a las cuatro a la Fiscalía de Tasas donde estaba hasta las seis; y de allí al despacho de D. Juan José García Carbonell, que era abogado, y a darle a la máquina de escribir hasta las diez de la noche que llegaba a casa, justo par oír ”El diario hablado de Radio Nacional de España”.
Mi madre se quedó huérfana y sin mas familia que mi tía María Eugenia en el año cuarenta, con doce años. Perdió a cuatro hermanos y a sus padres. Yo creo que la trastornó la guerra. Cuando había tormenta y éramos pequeños, nos metía en la cama con ella y decía… “ No moveros que vienen los aviones y van a bombardear…” Decían que era cosa de los nervios. Ha sido siempre muy lista y muy tierna..¡Mamá, te quiero mucho…!
Mi padre se crió en el Sur. Sus padres tenían tierra y mi abuelo era muy trabajador y criaban uva de mesa.
Dejó la tierra para ser funcionario y tener un sueldo seguro del Estado, que es lo que quería mi abuelo. Es muy trabajador y muy serio. A veces tiene mal carácter. Tiene buenos sentimientos, pero no sabe expresarlos. No sabe decir “te quiero”…. ¡Por favor papá, quiere mucho a mamá, anda!.. Yo te quiero…
No sé que pudo pasar aquella noche de Navidad, y algunas otras veces…..
11 …y la química.
El cuarto curso se me atragantó. No podía con la Química. Nos daba clase D. Andrés Masiá, director del Instituto; un hombre serio e inflexible, perfectamente vestido y de aspecto patibulario, cuya sola presencia imponía.
Las clases eran mixtas y estar con las chicas me aturdía. No estaba acostumbrado a convivir con ellas, y cada vez que me sacaban a la pizarra lo pasaba mal.
Don Andrés tenía un bloc con tapas negras con una hoja dedicada a cada estudiante. Cuando empezaba la clase lo sacaba y empezaba a pasar lentamente las hojas… Automáticamente todos pegábamos la cara al libro como si el Ángel Exterminador se estuviera paseando, volando sobre nosotros, con su espada y fuera a cortar la cabeza de aquel que no estuviera agachado.
-A ver.., Isidro Martínez.
Un latigazo recorría el cuerpo del afortunado, que se retorcía con los dolores de la muerte, mientras en clase de oía un …¡AAAhhhhhhhhhhhhhhh! … de alivio. Entonces las cabezas se levantaban. El suplicio había terminado. Solo faltaba que el reo se supiera la lección para aguantar el tiempo que duraba la clase, porque solo sacaba a uno por día.
Yo era uno de los pocos a los que todavía no había preguntado en lo que iba de curso y llevaba cinco días estudiándome la lección. Había conseguido aprenderme “Los Hidrocarburos Saturados”, con formulación incluida, de memoria.
-A ver, Isidro. ¿Qué nos puede usted decir de los Hidrocarburos Saturados?
-Los Hidrocarburos Saturados….
Totalmente en blanco… En blanco y bloqueado…¡Silencio!
-Si, hombre, los Hidrocarburos Saturados…-ojeó el libro y amablemente me dio el pié de cómo empezaba el texto.
-¡Ah, ya…!
Fue como si le hubiera dado cuerda a un despertador a punto de sonar…. ¡¡¡Rinnggggggg ..!
Desde la primera palabra de la lección comencé el relato. Azarado, pero como una ametralladora. De vez en cuando, D. Andrés, me cortaba para hacer alguna aclaración…¡Me mataba!. Ahora tendría que darme otra vez el pié para seguir…
¡¡¡¡Rinnggggggg!!! , y seguía.
Así hasta la última frase de la lección. No le cité los corolarios porque no me lo pidió, si no lo hubiera hecho también.
-Muy bien, Isidro…, muy bien. ¿Y ahora, puede usted decirme que es un Hidrocarburo Saturado?
¡¡¡No, otra vez no!!!
-¿Empiezo otra vez?..
-No, es suficiente. Está claro que ha estudiado usted, y mucho, pero también está claro que no sabe lo que son los Hidrocarburos Saturados… y, me temo que no lo sabrá en la vida…
-Es que….
-Déjelo.
Estaba delante de su mesa y vi como me ponía un seis, pero D. Andrés y yo sabíamos que en los exámenes finales de Junio, delante de un ejercicio a base de formulaciones, valencias y demás no aprobaría… Y así fue.
12 el gordo Sotoca..
-Mamá, me voy a acostar que mañana tengo que levantarme a las seis a estudiar.
-Bueno. Pon el despertador y levántate cuando suene, que luego te tengo que estar llamando y despertamos a todo el mundo. ¡Y no hagas ruido!
-Vale, mamá
Escaleras arriba y a la cama.
…..”Animícas benditas del Purgatorio, levantarme mañana a las seis… Padre nuestro que estás en los cielos”… A ver si el domingo no lloviera y pudiéramos ir a la punta la cerca de poner la red. Con el colorín nuevo de cimbel y el pardillete de reclamo.. El “zapa” dice que cogieron allí seis docenas el domingo pasado … y nosotros haciendo el zorro en “el pinar del cuchillero”…todo el día para coger dos verderones y un pardillo. Tanto pasar frío para nada…. En cuanto cumpla los dieciséis me saco la licencia de caza y le digo a mi padre que me compre la escopeta..¡ Tócale al cimbel, Andrés que viene el bando! Animícas benditas del Purgatorio… Padre nuestro que estas en el…..
-¡Isidro!…, ¡Nene!..Mira que todos los días igual…-¡Muchacho que hace ya media hora que ha sonado el despertador…!
-Ya voy mama…., ya voy.., ¡ Joder y que frío, vaya un invierno!- Escaleras abajo-¡pues como se haya pasado el brasero!… Ah, pues aún quedan algunas lucecicas…-y venga a darle vueltas con la badila.. La verdad es que entre la Química y las Matemáticas.. El Sotoca este…¡Miasimemuriera!…
Las cosas de memoria siempre se me habían dado bien. La Literatura, la Historia, el Latín, la Religión.., incluso el Francés, pero las de razonar…
Nos daba Matemáticas D. José María Sotoca, que se pasaba la clase quejándose del sueldo que tenía como profesor y contando chistes. Saber no se si sabría, pero enseñar desde luego no. Yo no sé si es que le había tomado manía a las Matemáticas o a él. Únicamente había una cosa que me gustaba y era que estaba más gordo que yo..¡Que barbaridad de tío!.
….Dice mi madre que le va a comprar una guitarra a la Reme ya mí una bandurria…¿Y para qué quiero yo una bandurria?, si eso es de la tuna.., y dice que hay un muchacho que sabe tocar y que podía venir a casa a enseñarnos…
-¡Isidro!- Era la Reme.
-¿Qué pasa? Me había quedado transpuesto.
-¿Y para que te levantas tan temprano?
-Porque tengo exámenes de Navidad.
Mi hermana Reme era la perfección absoluta en todo. Estudiaba en el Santo Ángel, con las monjas y era el orgullo de la casa. Sacaba sobresaliente hasta en Urbanidad e Higiene. Yo no sé que asignaturas serían esas, pero nada…¡Sobresaliente!
La verdad es que daba gusto verla con el uniforme del colegio. Era negro, con una banda de color rojo en la cintura, con su esclavina y su capa, y con un sombrerito como el de los Obispos, negro también, con una cinta roja.
Llevaba forrados con papel azul hasta las libretas y cuando se iba para el colegio iba cargada de libros. Yo me reía de ella, diciéndole que pronto necesitaría un carrillo de mano para llevar tanto cacharro.
Había sido mi compañera de juegos. Le llevaba tres años y jugaba conmigo a la lima, y yo a cambio, le hacía casas de muñecas con cajas de zapatos. Era una cría muy inteligente. Hizo la carrera de Magisterio y luego sacó plaza en una oposición para Funcionaria del Estado.
13 ¡salta…!
-¡Salta, Isidro…!
-¡Que no puedo saltar el plinto, D. Antonio, que me voy a matar!
Y los compañeros de curso venga a reir….
-¡Pues si te matas, uno menos!
Y allá que iba otra vez. Y esta vez me mataba. Salían atacando los cajones y la colchoneta y formaba el estropicio del siglo.
-¡Pues ya veremos como apruebas la gimnasia!
Don Antonio, mas seco que el humo, fumando como un carretero y oliendo a coñac; con el pito colgado del cuello empezaba a ¡Piiiiiiiiiiiii, Piiiiiiiiiiiiii, Piiiiiiiiiiiiiii.!
-¡Los del equipo de balón volea al patio, a correr!. Los demás, aquí en el gimnasio con D. Luís, a hacer la tabla de gimnasia.
-D. Antonio, ¿porqué no juego yo a balón volea?
-Pues si podías jugar, Isidro, por lo menos bulto si que haces…¿Tienes ficha?
-No, pero me la hago.
-Pues háztela y a entrenar.
-¿Y entonces me aprueba?
-Según como juegues- se reía.
-Bueno pues me hago la ficha.
No me hacía mucha gracia todos los sábados por la mañana ir a jugar en los campeonatos entre colegios, pero al menos durante las clases de gimnasia estaría entrenando con el equipo y no tendría que aguantar el cachondeo que se formaba cada vez que tenía que saltar el plinto. Además no creía que hubiera mucha diferencia entre ser portero de fútbol y de balonmano.
14 las notas.
-¿Han salido las notas, Toledo?
-Si, A mí me han cargado el Francés y la Química.
Ya sabía yo que habían salido. No había más que ver a los estudiantes que bajaban las escaleras de mármol del Instituto con el libro de calificaciones en la mano.
-Pedro, ¿me da usted el mío?
-¿Curso?
-Cuarto
-¿Nombre?
-Isidro Martínez
-Toma.
Religión : Notable
Latín : Aprobado
Lengua : Aprobado
Geografía : Aprobado
Matemáticas : Suspenso
F. y Química : Suspenso
E. Física : Aprobado
-¡Me cago en la leche!
Era la primera vez que me suspendían. La verdad es que lo esperaba.
Los exámenes finales con D. Andrés y con Sotoca no habían sido precisamente brillantes; y el “Virgen Santa, Virgen pura, haz que me aprueben esta asignatura”, que había escrito en la contraportada de los libros de texto, no había surtido el efecto esperado.
Mi primo Andrés había aprobado todo y, además, con buenas notas. Eso suponía que, si además aprobaba la Reválida, al año siguiente ya no estaríamos juntos en el Instituto, y yo no me veía con fuerzas para sacar en Septiembre las dos que me habían quedado y la Reválida entera.
Allí nos separaríamos. En lo sucesivo el iría un curso por delante de mí y solo nos veríamos los domingos, cuando fuéramos a cazar pájaros…¡Joder y que negro lo veía todo!.
Me pasé el verano en la academia de D. Sebastián Cutillas, que era profesor de Física y Química y Matemáticas. Hice con él más problemas que “el tostao” y aprendí en un verano todo lo que no había aprendido en el curso.
En septiembre aprobé las dos que tenía pendientes, pero la Reválida tuvo que esperar hasta junio del año siguiente.
No pude cazar pájaros como hubiera querido, ni bañarme, ni leer tantos tebeos como me hubiera gustado, pero así tenía que ser. …¡Joder que mal sabor de boca me habían dejado aquellos suspensos!.
15 la “Sonik”
Era una “Sonik”, verde con el golpeador negro, dos pastillas y vibrato. Me temblaban las manos de emoción cuando, ya en mi casa, la saqué del estuche. Eran las dos de la mañana y acabábamos de venir de Valencia, de la casa de música “Guillermo Lluquet”.
Mi primo Andrés, se había traido una “ Star Rocking”, de color verde, modelo Galanti, para puntear, y Narciso un bajo Jomadi, rojo, con el golpeador blanco. Además habíamos comprado un “Juvesonic” de 18 vatios para enchufar las dos guitarras, un amplificador marca “ la cabra” para Narciso y una batería “Ni se sabe” para Ramón, “el gaficas”.
Se había producido una explosión “Nuclear-Musical” en el mundo y sus efectos, aunque con algunos años de retraso, habían llegado hasta Albacete.
Miguel Núñez, el hermano de Víctor, del Barrio de las Casas Baratas, fue de los pioneros. El año anterior, cuando nadie tenía una guitarra eléctrica, el sí. Una “Teddy”.
Habíamos estado en su casa viéndola. La enchufaba al “fono” de la radio y, aunque a veces, daba la corriente…¡Dios como sonaba!
El, y Jimmy Lomas, que le acompañaba tocando el bajo, habían actuado en el San Fulgencio en las fiestas del Barrio y había sido la locura. Cantaban aquello de ….
“ Con solo barro los formó
en su creación perfecta…
Y así fue que la creación
ha llegado a su culminación,
ha creado al hombre y a su fiel
compañera.., una mujer…
oh,oh,oh,…una mujer…”
A Jimmy le gustaba Eva, la hermana de Miguel…
Miguel, Jimmy Lomas, El Raya, el Choni, los Anélidos, los Clochard..,Los Jabelc, fueron la avanzadilla. Detrás, la caballería completa… Los Trasgos, los Star, Los Ronnys, Los Tercos, Los Nijar, Los Chicos… y yo que sé cuantos mas….
Era Octubre del sesenta y cuatro y ya no me gustaba coger pájaros, aunque iba algunas veces con “la negra” y la escopeta a las perdices a “Los prados”, en las afueras de Albacete, camino de Balazote, con mi padre.
El año anterior, en Junio, había aprobado el quinto de bachiller entero, con notable en gimnasia, mientras aprendía a tocar la guitarra española que mi madre le había comprado a la Reme. Mi primo Andrés tenía otra y pasábamos horas y horas, juntos en casa, tocando y soñando con hacer un conjunto.
Ahora hacía Sexto Oficial en el Instituto y sonaban las guitarras eléctricas y las voces metálicas de los micrófonos enchufados en el Jovesonic. Estaba Satisfecho-Bailando el Twist And Shout- en la Casa del Sol Naciente-¡Válgame la Macarena!
Definitivamente…¡Estaba loco por la música!.
16 los Nijar…
-Oye Miguel
-¿Qué pasa, Isidro?
-Nada, que hemos hecho un conjunto. Nos hemos comprado guitarras eléctricas y un bajo… Venía a ver si podías ir un día al ensayo y nos enseñabas a afinar el bajo.
-Vale. ¿Donde ensayáis?
-En casa de mi primo Andrés, en la calle Collado Piña, 56, en una cocinilla…Si quieres el domingo por la mañana…
-De acuerdo…¿Quién vais?
-Mi primo de solista, Narciso de bajo, uno que se llama Ramón, que es carnicero y toca la batería.. y yo, de guitarra rítmica.
-¿Y de cantante?
-No tenemos. Si te enteras de alguien que quiera meterse, nos lo dices…
-¿Y para cuando pensáis salir?
-Pronto, si encontramos cantante. De momento estamos montando instrumentales, pero tenemos que pagar los cacharros. Las letras las ha firmado el padre del batería y para el mes que viene nos llega la primera de ochocientas y pico…
-¿Es que habéis comprado todo el equipo?
-Bueno, falta lo del cantante.
-Pues nada, el domingo por la mañana, sobre las once nos vemos en el ensayo.. Oye,¿ Como os llamáis?
-Aún no tenemos nombre.
Todas las noches, a las diez, había ensayo en casa de mi primo. No teníamos tocadiscos, ni discos. Andrés se ponía a puntear “Apache”, ..yo hacía el acompañamiento, el batería se enganchaba a porrazos y hacía la “ametralladora” en los redobles y Narciso con su bajo pues eso… “bajeaba”.No creo que sonara bien pero, para nosotros, aquello era tocar el cielo con la punta de los dedos.
-¡Andrés métele vibrato!
-Tú calla “gaficas” y no hagas la ametralladora en los redobles. Isidro, eso es do mayor..¡Coño no hagas ahí re!
-Vale.
-Y tú Narciso, hasta que no venga Miguel, afina el bajo como si fueran los bordones de una guitarra normal.. y si no…, pues mas vale que te calles.
Mi primo es el que mas sabía de acordes y estaba terminando de montar los de “La Casa del Sol Naciente”, de los Animals.
…………………………………………………….
-¿Cómo te llamas?
-Pepe
-¿Te sabes ¡Válgame la Macarena!
-No, yo canto por Antonio Molina.. y pasodobles y eso.
-Pues entonces no..¿Has oído hablar de los Beattles, de los Rollings Stones, de los Lone Star o de los Mustang..?
-¿Quién son esos?
-Va, déjalo… Nosotros buscamos alguien que cante música moderna.
-No, de eso no…
A los ensayos, de la cocinilla de Collado Piña, acudían cada noche chavales de nuestra edad, que se habían enterado que andábamos buscando cantante, con la “golica” de entrar en el conjunto.
-Yo tengo un micrófono.
-¿Quién ha dicho eso?..¿a ver?
Los cuatro del conjunto nos miramos con los ojos abiertos como platos. Era verdad, aquel muchacho llevaba un micrófono en la mano. Era blanco, plateado y parecía bueno.
-¿Cómo te llamas?
-Rodolfo
-¿Te sabes Válgame la Macarena?
-Si, y también La casa del sol naciente, y tengo discos de los Cheyenne y de los Brincos.
Mi primo, que era el encargado de interrogar a los candidatos al puesto de cantante, empezó a acompañar la canción de los Animals. Rodolfo, sin pensárselo dos veces, enchufó el micro en el Jovesonic y empezó a cantar.
“Oh, madre.., dí a tus hijos que no vivan como yo.. Una vida triste y mísera .. en la casa donde nace el sol….”
Nos quedamos entusiasmados. Rodolfo, al que luego pondríamos de apodo “ El Pava” y al que le gustaba que le llamaran Johan, era el cantante que habíamos estado buscando. Sabía cantar y tenía buena pinta, micrófono y discos… y para colmo, era del Barrio de las Casas Baratas.
En la misma cocinilla, donde unos años atrás se salaban los jamones de la matanza y donde, afinando el oído, aún se podía oír chillar al gorrino cuando el matachín, mi tío y mi padre lo subían a la mesa. Allí donde aún resonaban las risas y las carreras de los chiquillos en tan magna celebración, solo que limpia y con olor a guitarra eléctrica nueva, ahora sonaba “ La casa del sol naciente”, con arpegios de Star Rocking y ritmeo de Sonik, mientras se cruzan el bombo del “Gaficas” y el bajo desafinado de Narciso el Joyero y en un micrófono “Ronete” plateado “ El Pava” se desgañita y afina. Eran “ Los Nijar”.
Nunca más mi primo y yo volveríamos a tocar juntos en otro grupo, a pesar de que estaríamos muchos años en la música, pero siempre recordaríamos, entre bromas y veras, pero con agrado, aquellos tiempos. La explosión “Nuclear-Musical” que se había producido en Inglaterra había llegado a España y, poco, muy poco tiempo después, a la cocinilla de Collado Piña, 56 con pelos largos y pantalones campana y todo.
17 “ El mosca”.
El baile estaba hasta arriba de gente. En la puerta, en una pizarra, escrito con tiza, se leía:
“Hoy sesión de baile a las diez de la noche.
Actuación de “El Cojo de Madrigueras”
Y el conjunto Músico-Vocal Los Nijar” (cinco músicos)
El cartel nos daba ánimos. Era la primera vez que veíamos nuestro nombre escrito en alguna parte.
-Rodolfo, ¿Tu crees que nos dejarán actuar?
-Que si, que sí. Yo hablé el jueves con “El mosca”, que es el empresario y el contrato era que tocábamos esta noche y que nos pagaban setecientas pesetas. Estaba un poco preocupado porque “ El cojo”, que es el que toca la acordeón en este baile desde toda la vida, decía que él no se bajaba del escenario para que subieran cuatro “ ye-yes” maricones que no saben música a hacer ruido y a quitarle el pan, pero que ya hablaría con él y lo arreglaría…..
-¡Madre mía, Narciso, esto está hasta arriba de gente…!
-Pues mejor, Isidro, mejor..¡ y de chavalas!
Pasamos por la puerta principal con nuestras guitarras eléctricas en las fundas. La gente mayor nos miraba con recelo y los jóvenes nos saludaban como si nos conocieran de siempre.
Era la primera vez que iba a un baile, pero nunca olvidaré aquel olor a sudor y compañerismo…
-¡Eh, vosotros!,¿Dónde vais?
-Somos los músicos.
-¡Ah!, pasar.., pasar- Y voceando- ¡D. Pedro, que ya han venido los músicos!…
El tal D. Pedro, alias “ El Mosca”, era un hombre de cerca de cincuenta años, casi calvo y coloradote, de ademanes campechanos, que más que hablar voceaba.
-¡Hola, Rodolfo!
-Aquí estamos, D. Pedro. ¿Cómo van las cosas?
-Bien, bien. Venid conmigo –y nos hizo una señal para que le siguiéramos-.
Nos paso a su oficina, que no era otra cosa que el almacén donde guardaba las bebidas.
-Bueno, bueno..¡Oye, vais muy elegantes!
-Que, ¿le gusta nuestro uniforme?
-Ya lo creo.
Llevábamos pantalones azules, de campana, como los de los marineros, pero en un azul casi eléctrico. Mi primo decía que parecíamos los representantes del “azulete”; y unas chaquetas de color beige, a cuadros y camisa blanca con “golillas” y un lazo de pajarita de color granate…
-Es que somos un conjunto- decía Rodolfo, que era nuestro manager a la vez que cantante- mientras se daba la vuelta para que “El Mosca” pudiera ver que, aunque llevábamos el pelo un poco largo, íbamos arreglados.
-Oiga usted-pregunté yo-¿ y el ambiente en el pueblo, como va?
-Hay mucha expectación. Sois el primer conjunto que viene a tocar aquí. La gente mayor dice que si no le gusta vais a parar al pilón…, que todos los músicos modernos sois maricones…, pero bueno, vosotros no hagáis caso…. Hay mucha gente joven que está deseando ver como suena esto- dijo señalando las fundas de las guitarras- de las que no nos separábamos ni a sol ni a sombra.
Vosotros quedaros aquí y tomaros lo que queráis que aquí tenéis de todo-dijo señalando las cajas de “Mirinda y Coca-Cola” que había visto al entrar en la habitación. Yo os avisaré cuando tenéis que salir y subir al escenario. Y sin más aviso, salió y cerró la puerta.
-Rodolfo,¿Qué es eso del pilón?
-Nada, Andrés, burrerías de la gente de los pueblos. Vosotros no os preocupéis, ya veréis como aquí triunfamos.
-¿Cuándo monto la batería?-preguntó Ramón.
-Yo que sé-contestó mi primo- A ver que dice “ El mosca”.., además tenemos que sacar los amplificadores.
Habíamos ido al pueblo en dos coches. Ramón, Rodolfo y los cacharros en la furgoneta que conducía el padre del “Gaficas”, y Andrés y yo con Narciso en el “Gogo-mobil” del padre de Narciso. Además habían venido amigos y gente de las Casas Baratas a vernos actuar.
El pueblo estaba muy cerca de la ciudad y teníamos nuestros seguidores incondicionales que allá donde íbamos a tocar, acudían. Para ellos era rentable, porque las muchachas del pueblo los veían con nosotros, que éramos los músicos, y eso facilitaba las cosas a la hora de sacarlas a bailar.
La puerta se abrió y “ El mosca” asomó la cabeza y sonriente se dirigió a Rodolfo.
-Bueno, cuando queráis. Hemos hecho un descanso para que la gente vaya a la barra a consumir y mientras, vosotros, montáis los cacharros.¡Ah!, y por el “cojo” no preocuparos, que ya he hablado con él y no hay problema…
-Pues nada- dijo Rodolfo- vamos a la furgoneta y traemos la batería y los amplificadores y empezamos a montar.
Cuando íbamos para la puerta la gente creyó que nos marchábamos del baile y empezó el abucheo. Rodolfo, que estaba acostumbrado a tratar con ellos porque era representante de electrodomésticos y andaba siempre por los pueblos, enseguida solucionó el asunto. Se subió al escenario y a voz en grito, porque allí no había micrófono ni nada, dijo…
“Queridos amigos… vamos a por los instrumentos que los tenemos en la furgoneta y dentro de unos minutos estaremos con todos ustedes..¡Muchas gracias…!
¡Mano santo!. Enseguida se hizo un pasillo entre la gente; y los chavales jóvenes nos ayudaron a subir los trastos al escenario. En un cuarto de hora estaba todo conectado y Rodolfo volvía a dirigirse a la gente, en medio de aplausos…
-Probando.., uno, dos, tres…¡Siiiiiiiiii!
Que buen vendedor era. ¡Tenía más cara que un saco de perras!
-¡Buenas tardes queridos amigos y muchas gracias por vuestra compañía… Con todos ustedes..¡Los Níjar!.
Como ya lo teníamos ensayado, cuando Rodolfo decía eso, empezábamos a tocar “Dos Cruces”, que era una versión instrumental moderna de una canción muy antigua, que la gente mayor conocía.
La locura. En cuanto empezaron a sonar las dos guitarras y el bajo a “ toa castaña” y la batería, la gente se despepitaba. Los chavales jóvenes, al principio, ni bailaban ni nada. Estaban embobados mirando todo aquel follón que metíamos en el escenario.
En el repertorio no teníamos más de diez canciones, pero eran suficientes. Estaban bien ensayadas y hasta hacíamos algunos pasos de baile y todo.
De vez en cuando mirábamos a la pista, estaba llena a rebosar. Los mayores callaban y en las caras reflejaban sorpresa o ironía, pero los jóvenes chillaban y empezaban a bailar después de haber estado cuchicheando entre ellos mientras nos miraban y se reían.
Cuando Rodolfo empezó a cantar “Válgame la Macarena”, fue la apoteosis. Los jóvenes empezaron a aplaudir y abajo, delante del escenario, las muchachas mas “marchosas” del pueblo bailaban y le miraban entre descaradas y provocativas. Definitivamente, como el había pronosticado, “habíamos triunfado” en Madrigueras.
En mitad de la actuación subió “El Cojo”, con su acordeón y a empujones llegó hasta el micrófono y empezó a tocar. Su estancia fue breve. Un abucheo general y los gritos desde la pista de D. Pedro “El mosca”, le hicieron desistir.
-¡Cojo, tengamos la fiesta en paz, la gente quiere ver al conjunto!…
Se bajó, y se puso delante del escenario con la acordeón colgada, mientras se reía con sorna y nos miraba con desprecio.
Seguimos tocando y, cuando terminamos la actuación con el “Twist And Shout” de los Beattles nos bajamos del escenario, fuimos a la barra a tomar algo y Rodolfo, buen comerciante, se acercó a él y le invitó a un “cuba-libre”. Después se vino con nosotros al almacén de bebidas y estuvimos hablando.
-Hombre, no está mal la música que hacéis, pero…¡donde se ponga un bolero!…
Antonio, (que así se llamaba El cojo, y que además iba un poco puesto)-le dijo mi primo Andrés-a nosotros nos gusta el bolero y el pasodoble y la cumbia; pero ¿Qué quieres que hagamos?, también nos gusta el rock… y si tuvieras los años que tenemos nosotros, también tocarías rock…
-Si, pero…¿Qué hago yo ahora? ..¡No voy a tocar eso con la acordeón!
-Yo que sé… decía Rodolfo.
A mí me daba un poco de pena. La juventud, como siempre era cruel. Cruel e ignorante porque “ El mosca” se había escabullido y ¡¡ allí no asomaba nadie a pagarnos!!
A las dos de la mañana nos envió un emisario diciendo que ya le pagaría a Rodolfo uno de estos días.
El padre del “Gaficas”, como persona mayor y de mundo, vio la jugada.
-Vamos a coger una caja de “ Mirindas y otra de Coca-Colas, por si acaso y nos las llevamos. Cuando nos pague ya se la devolveremos.
Cuantos “Moscas” mas nos quedaban por ver a lo largo de los dos años de actuaciones que duraron “Los Nijar “. Pero ya llevábamos en la sangre el veneno de la música y los escenarios. Eso, en las venas de gente joven, era….¡Dinamita!.
18 … más notas.
-Pedro,¿ me da usted el libro de calificaciones?
-¿Curso?
-Sexto
-¿Nombre?
-Isidro Martínez
-Toma.
-¡Me cago en la leche! Otra vez la misma cantinela.., Matemáticas y Física y Química.
El año había transcurrido entre ensayos en la cocinilla y actuaciones en los pueblos; entre festivales de conjuntos en el cine Teatro Circo y algún baile…, entre exámenes poco estudiados y miradas furtivas a las muchachas del Instituto.
-¿Me das una foto de tu conjunto?
-Toma
-Anda, dedícamela.
-¿Cómo te llamas?
-Pepita
“ A Pepita con cariño.. Isidro.”
Era el agradable tributo que había que pagar por tener dieciséis años y estar entontinado con la música.
19 … en el patio.
-¿Qué piensas hacer ahora?
-No sé papá. Estudiar este verano y tratar de sacar las dos que me han quedado y la Reválida, en Septiembre.
-¿Y la música?
-Pues no sé. Tenemos ensayo por las noches…, si estudio todo el día….
-¡No te quiero ver con la guitarra en la mano! ¿me oyes? ¡ Y de cazar, nada! ¡Estoy de la música hasta las narices. Para lo único que ha servido es para que suspendas!…¡Como no apruebes en Septiembre te pones a trabajar con los albañiles!. ¡Me has oído?!
-Si, papá.
-Bueno, Laureano, tampoco es el fin del mundo-intervino mi madre- El chiquillo hace lo que puede. Ha estudiado, pero ha tenido mala suerte en los exámenes….
-¡Amalia, cállate!, que tú eres peor que él..
Mi madre me estaba echando un capote, como siempre. Gracias a ella había conseguido que mi padre cediera a que tuviera una guitarra y estuviera en el conjunto.
La verdad es que a ella le gustaba más que andara en lo de la música que en el campo, con mi padre, matando animales. Se ilusionaba pensando que quizás el día de mañana podría vivir de la música. Muchas veces, cuando estaba yo solo tocando la guitarra en casa, ensayando y cantando, se acercaba y me decía…
-Que bien cantas, hijo mío.
-Que va, mamá.
-Que si, que te lo digo yo que tengo buen oído. A lo mejor el día de mañana puedes ser cantante.
-Es muy difícil…, hay muchos y muy buenos.
-Si, si, pero tu lo haces muy bien..
Mamá ilusa, Mamá niña y tierna y lista. Mamá, toca la pandereta, que he hecho un villancico nuevo para ver como queda mientras yo canto y toco la guitarra. ..
Es una tarde preciosa de Julio. Mi madre esta cosiendo debajo del albaricoquero del patio. La Reme y la Maru están leyendo tebeos y el Nano juega con una pistola de madera que le he hecho dibujándola primero en una tabla y luego recortándola con un cuchillo de la cocina…
Yo toco la guitarra en el porche y canturreo la última canción que hemos sacado en el conjunto.. .es de “Lone Star”..
“Soñaba que vivía en el ático de un rascacielos
Estaba tan contento, entre nubes, sin casi ver el suelo.
Desde allí yo le hablaba a la luna, al sol y a las estrellas-
y veía los pájaros volando en infinitas vueltas..
y digo..¡eh!, ¡eh!, tú te puedes marchar,
y de mi nube bajar.. porque yo quiero sólo estar…
aquí en mi nube..”
20 aquí, en mi nube.
-Tenemos cogidos todos los domingos de este mes.
-¿Qué dices, Rodolfo?
-Que si, que sí. Y además el día 23,24 y 25 en el Provencio, que son las fiestas.
-¡Joder!, pues ya que hemos pagado los cacharros, a lo mejor, podíamos comprar un equipo de voces nuevo….¿no?
-¡Calla, calla, Isidro!, de comprar ni una púa, que estoy de letras hasta las orejas- Mi primo Andrés no estaba por hacer mas inversiones-¿Y cuánto nos pagan?
-Tres mil pesetas los tres días, tarde y noche, y nos dan la comida y la cama.
-No está mal-dijo Narciso- Y el domingo que viene al güisqui Club.. Ahí si tengo yo ganas de tocar, que se pone aquello de chavalas…
-¿Y tu novia que, Narciso?
-Se va a Valencia, con sus padres.
-Como se entere eres hombre muerto.
-Si no se lo decís vosotros, no tiene porqué enterarse
-¡Serás golfo!
-Bueno-cortó mi primo-Vamos a ensayar.
Un día, al poco tiempo de entrar en el conjunto, Rodolfo, asomó al ensayo con un tocadiscos pequeño, de los de maleta, y algunos discos de los últimos que habían salido al mercado…¡Ovación y vuelta al ruedo!.
Trabajaba en una tienda de electrodomésticos del Paseo de José Antonio y los tomaba prestados, según decía él, con el permiso de su jefe. Los oíamos, sacábamos las canciones y los devolvía a la tienda, y luego eran vendidos.
Ahora sonaba “Aquí en mi nube” de Lone Star. La versión original de los Rollings Stones no llegaba a España.
-A ver, Rodolfo, prueba tono.
-En el disco está en Re- decía Andrés- ¿te viene bien?
-A ver, toca…
Rodolfo tenía un timbre de voz bastante alto y estaba cómodo en esa tonalidad.
-“Soñaba que vivía en el ático de un rascacielos….! Si, si, vale. Me va bien..
Mi primo, que había tenido el disco varios días en su casa, había sacado los acordes y el bajo y ya habíamos probado la música unas noches antes.
-¿Y tu “gaficas”, la has cogido?..Pun-cha, puncha, puncha, puncha, tara-tara-ta- puncha…¿eh?
-Vale.
-Pues …¡Arriba!
Ramón, golpeaba una baqueta contra la otra, para contar…
-Un, dos, .. un dos y….
Y sonaban los Rollings, a “ toa castaña” en la cocinilla, por los Nijars, una y otra vez- Un, dos, un dos y… “puncha-puncha-puncha-puncha-tara-tara-ta-puncha…” “Gaficas” no te cruces, Isidro bájale a la guitarra, Narciso eso es sol mayor, muy bien Rodolfo… esto suena bien..¡ El domingo en el Güisqui-Club, vamos a armar el taco!.
-Bueno, muchachos, hasta mañana sábado a las diez, como siempre.
-Vale.
-Oye Rodolfo-era mi primo- No te lleves todavía el disco y así sacamos la cara B, que está bien…
Salimos a la calle. Hace una noche de Julio estrellada, preciosa. A Narciso le gusta hablar más que comer con los dedos y le tengo miedo.
-Espera, Isidro, que me voy contigo para las Casas Baratas.., voy a ver mi novia.
-Vale,¡ya está!-pensé-.Ahora llegamos a la puerta de mi casa y se tira dos horas hablando.. Y con la pachorra que tiene.. Siempre se está quejando de todo. Mi primo le ha puesto de mote, aunque él no lo sabe, “el cagalástimas”. Es un buen chaval, muy educado y correcto, pero un poco cansino.
-Suena bien la canción ¿eh?
-Vaya que sí..Oye Narciso, tú tienes novia..¿No?
-Si. Y tú no tienes porque no quieres. Con todas las chavalas que andan siempre alrededor del conjunto…
-Bueno, de momento no tengo las cosas claras. Lo que quería preguntarte es…¿ porqué, si tienes novia, estás pensando en tontear con otras el domingo en el Güisqui Club?
-Hombre, tampoco es una cosa del otro mundo. Ya sabes lo que dice el refrán- y se echó a reír- “A las mujeres..¡ palos y mala vida1
-Venga, Narciso, no fastidies.. ¿ Y si se entera?.. ¿que pasaría?
-Pues nada, unos días de morro… y luego, se le pasa
-¿Y si te deja y se va con otro?,¿No te importaría?.
-Hombre, yo la quiero y eso.. y me molestaría, pero tampoco pasaría nada. Hay muchas mujeres en el mundo…
-¿Crees que algún día te casarás con ella?
-Mira, Isidro, yo le digo siempre, en broma, a María José, “Pórtate bien y tendrás novio para muchos años..” Bueno, la verdad es que si las cosas siguen así.., pues igual nos casamos.
-¿Y os lleváis bien?. Me refiero a que si discutís y os enfadáis y eso…, ya me entiendes.
-Pues lo normal, de vez en cuando.
-Pero vamos, que lo mismo te da casarte con esta que con otra.¿No?
-¡Hombre, tampoco es eso! Oye,¿Qué manía se te ha metido esta noche con lo de las novias y el casorio?..¡Que no se va a enterar!, no sufras…. Y si se entera, no llegará la sangre al río.
Llegar, no se si llegará-pensé- pero puede que venga ya barranco abajo.
-Bueno, chico, cascando, cascando hemos llegado-Estábamos en la puerta de mi casa-¡hasta mañana Narciso!,
-¡Hasta mañana, Isidro!
Lo veo alejarse, calle adelante, en dirección a casa de su novia, tarareando..” Soñaba que vivía en el ático de un rascacielos…” Hay morciguillos volando alrededor de la luz de la calle, cazando mosquitos. Los chiquillos juegan en las cuatro esquinas a la “firolesa”…
Allá arribica, arribica,
había una montañica,
en la montañica un árbol,
en el árbol un nido…
El barrio huele a madreselva y jazmines. Está precioso.
©isidromartínezpalazón
http://www.isidromartinez.com/
2 comentarios sobre “El Barrio De Las Casas Baratas (Una Historia Vulgar) Parte 1”
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