En una habitación de paredes blancas, pisos de madera opacos de tantas pisadas Juan fumaba un cigarrillo atrincherado detrás de su escritorio. Estaba abstraído mirando las fotos de un caso bastante extraño que le traía recuerdos olvidados.
Suena el teléfono y lo devuelve a la realidad de repente, era el comisario Ortiz:
¡De la Serna!… Tengo noticias de tu caso ya esta la autopsia, el forense quiere verte…
Voy para allá –Responde apagando el cigarrillo en un cenicero poblado de colillas y se marcha…
La calle estaba húmeda, gris y fría pero nada detenía a la agente Gutiérrez iba camino a la morgue judicial para enterarse de las nuevas novedades de un caso de suicidio bastante dudoso se trataba de una joven de unos 29 años con un disparo en la sien encontrada en los alrededores de una villa de emergencia, en el departamento de un anciano indigente que usurpó esta vivienda abandonada. Ella se llamaba Rita Olmedo, oriunda de Chile no tenía hijos ni familia en el país, trabajaba en el centro como recepcionista en un hotel del centro fue reportada desaparecida por sus compañeros de trabajo hace quince días, se encontró un arma calibre 32 en el lugar del hecho, y una carta de despedida bastante rara que según sus conocidos no correspondería a la víctima.
A través de un largo pasillo como de hospital caminaba Gutiérrez con paso firme, al tocar a una puerta se encuentra con un hombre calvo de mediana edad.
– ¡Gutiérrez la estaba esperando! Adelante esta en su casa… – Ribero el forense de turno era un hombre con años de experiencia en la fuerza había sido amigo de su padre en su época de policía y tenía un aprecio especial por la joven.
– No, por favor!… ¿Qué encontró?
Ribero descubría el cuerpo de la joven escondida detrás de unas sabanas blancas.
– La bala que extraje de esta joven no corresponde a la que se encontró en el lugar…
-¿Cómo?…
-No, pero eso no importa porque el disparo no fue la causa de la muerte, la envenenaron… en los analices de sangre encontré altos grados cianuro de potasio
– Como para matar a un caballo
– ¿de dónde proviene?… ¿algún insecticida tal vez? Qué raro, una forma de matar extraña ¿no lo cree?…
– sí, usted tiene razón hoy en día la única forma de conseguir cianuro es tener acceso a una química donde se compran los insecticidas que utilizan para matar las plagas en los campos, los de venta comercial son de muy bajo porcentaje.
– Entiendo… manténgame al tanto si vienen a reclamar el cuerpo o descubre algo más
-Por supuesto.- Se saludan formalmente y la agente se retira, al doblar el pasillo de entrada se choca con un hombre de ojos grandes y familiares, ambos quedan mirándose un instante sin decirse palabra.
-De la Serna…
-Gutiérrez que… sorpresa. Ha pasado mucho tiempo ¿cómo estas? – Pregunta Juan con una sonrisa en sus labios, a pesar del tiempo trascurrido la encontraba igual como la recordaba, había sido su compañera durante algunos años una mujer hermosa e inteligente como pocas, sí estaba igual que hace siete años. «Mariana Gutiérrez»
– Bien, tengo que irme me dio gusto verte.
Juan Martín la saluda con un movimiento de cabeza no recordaba lo protocolar que era su ex compañera hubieran tenido una gran carrera juntos sino se hubiesen involucrado, pero fue un error de jóvenes que había quedado en el pasado aunque tenía un sentimiento raro metido de repente en el pecho. Ansiedad era eso seguramente…
Mariana sale nuevamente a la calle y una ráfaga de viento helado le cala los huesos, se estremece, cierra los ojos, sonríe y camina hasta su coche y desaparece entre el trafico de la mañana.
-¿Cree usted que pueda tener los resultados en 24 horas? …
– haré todo lo posible pero no le prometo nada tengo miles de casos en espera para hoy… usted no es el único De la Serna.
– Lo sé pero téngame en cuenta yo lo llamo para ver si hay novedades, que tenga buen día Dr. Rivero.
-Gracias.
En ese preciso instante un zumbido comienza a sonar en la cabeza de Juan, y es cada vez más fuerte, como si estallara algo dentro de su cerebro… el dolor es insoportable, lleva sus manos a la cabeza es el sonido más insoportable que ha escuchado en su vida, no lo soporta… cae al piso… esta a dentro de su cabeza, sus ojos se vuelven rojos del dolor. A lo lejos escucha la voz del viejo forense que lo intenta incorporar.
El incontrolable sonido aumenta y se vuelve más tridente, más desgarrador. Habla pero no escucha su voz, ¡grita!, el médico no parece comprender y entonces la ve a ella con una expresión relajada y una sonrisa hermosa en sus labios. Le habla pero Juan ya no escucha ella sigue sonriendo, cada vez esta más cerca él ya no puede mantenerse en pie, la mujer lo besa y con sus manos le arrebata el arma que llevaba en la espalda la carga y lo mira intensamente a los ojos. Juan grita pero ella no parece escuchar, sus manos delicadas cargan el arma y lo apunta. El sonido persiste ya es insoportable… Ella por fin dispara justo al corazón sin vacilar y el sonido se detiene… Juan vuelve a respirar…
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