Todo el silencio que me rodea, despierta aun más el dolor de mi conciencia, es por eso que me daré un poco más de prisa, pues este pedazo de vela y de tinta, creo que no alcanzará si me extiendo al contar la verdadera razón, por la cual mi madre ha muerto. Hoy seré breve y preciso, comenzaré por aquel cansancio que me llevó a un sueño indespertable. Eran las 3 de la mañana, cuando el sentido de la escucha me daba un aviso de que algo estaba sucediendo, pero mi sueño era más fuerte que cualquier otra cosa. Cada vez más este aviso se hacía incisivo, pero seguía dormido luego de una difícil jornada. Lo más claro que podía escuchar era la voz de mi madre, queriéndome decir, hijo, ayúdame. En ese momento presentía algo negativo, lo que más recuerdo es que no quería escuchar nada que me perturbará y decidí arroparme de pies a cabeza sin importar lo que estaba sucediendo, pero ese intenso aviso, seguía interrumpiendo mi buen sueño.
A lo lejos pude escuchar muy claro, ¡hijo me voy amándote y extrañándote, nunca me olvides y recuerda siempre los buenos modales!, estas últimas palabras, fueron pronunciadas con un poco de decadencia fonética, pues no entendí mucho. Además de mi oído, también fue participe mi sentido del tacto, pues sentí que me jalaban mi ruana hasta llegar a los pies, luego de tantas hipótesis, me levanté a las 11 am y al colocar mi pie izquierdo en el suelo de mi cuarto, miré hacia la parte de abajo de mi cama, acordándome de lo que creía haber escuchado y sentido, si, era mi madre quien se encontraba tirada, con la ruana en la mano y queriéndome decir algo. Que doloroso fue ese momento para mi, pues soy hijo único y hoy me he quedado sin nada, que cruel soy, ahora desde esta celda de la cárcel municipal de mi pueblo, me dirijo a ustedes, intentando aclarar que es mejor desconfiar acerca de cualquier suceso, ruido, sentimiento, pues en este momento, a pocos minutos de mi sentencia, pido perdón a mi madre ya que decidí declararme culpable de su muerte, antes que vivir con mi conciencia despierta y trasnochada, acusándome cada día más y recordándome la gran mujer que por culpa de mi cansancio, ha muerto.
Es hora de terminar con esta historia, pues la vela ya casi culmina y mi lapicero comienza a fallar, nunca se me olvidará la imagen de mi madre al pie de mi pequeña cama, por eso prefiero dormir en una diferente, expuesto a peligros pero dispuesto a pagar por lo que hice
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