Cuando pudo el sol
estrenar sus ojos,
tú estabas de hinojos
llenos de amargor.
Cuando pudo el viento
besar sus mejillas,
fulgor que no brilla
fue tu sentimiento.
Cuando rasgó el llanto
la noche callada,
vigilias doradas
de amor y de encanto.
Cuando sonreía
tu alma lloraba,
tus labios cantaban
himnos de alegría.
Cuando te miraba,
soñaba tu alma:
tormentas de calma
que te desbordaban.
Cuando se marchó
tus ojos brillaban,
dos perlas bailaban
en tu corazón.
Y cuando ya el sol
no luzca a tus ojos
tendrá muy guardados
en pecho cerrado
tu blanco dolor,
tu sentido amor…
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