Eran como las cuatro de la tarde, nosotros vivíamos camino a la subida de Necoxtla, cuando de repente se presento un señor un limosnerito sin zapatos, y con ropa muy roída de momento me espante y empecé a gritar.
-¡Abuelita! ¡Abuelita! Hay un hombre en la puerta.
A lo que el hombre me dijo con dulzura.
-No nena no te espantes. Yo solo vengo a preguntar ¿Sí no tienen algo de comer?
Mi abuelita al oír los gritos, salio vio al señor y le pregunto.
-¿Qué desea usted señor?
-Tengo hambre y sed señora vengo de un lugar muy lejano, no tendrá algo que calme mi hambre y mi sed.
Es lo que le contesto el señor, mi abuelita sin ningún temor le ofreció una silla, el limosnerito se sentó en ella descansando sus pies se veían ampollados de todo lo que había caminado.
Sin ningún sentimiento de codicia busco ropa que mi papa no usaba pero que estuviera en buen estado se la dio.
-Señor pase al baño y póngase esto, para que no le frio es ropa que ya no ocupa mi hijo y también estos zapatos eran de mi esposo.
Esto le dijo mi abuelita y el señor paso a cambiarse de ropa y se puso los zapatos en lo que mi abuelita le servia un plato de sopa caliente y le hacia un blanquillo no éramos de dinero.
Pero mi abuelita era de un corazón noble y desprendido así que mi abuelita lo atendió como si fuera un familiar un poco agua de limón.
El señor se dirigió a mi abuelita y le dio las gracias y con mucha ternura me hablo diciéndome.
-Aprende que la nobleza y desprendimiento del corazón de tu abuelita, es una mujer excepcional.
Cuando nos dijo esto se despidió y se marcho rumbo a Necoxtla y yo me le quede viendo a mi abuelita y le dije.
– No te dio miedo era un desconocido a mi me dio miedo abuelita. Pero los ojos del señor eran muy buenos.
Mi abuelita se sentó en la silla y me cargo y me dijo.
-Eso hay que ver, la bondad y la nobleza de los corazones y aprender que a veces en una persona como esta se te puede presentar dios probando tu fe y tu corazón.
Yo me baje corriendo y salí a la calle a ver para donde se había ido el señor y lo vi caminando todavía hacia el cerro,
Y cuando llego a la subida volteo y movió su mano despidiéndose de mi pero ya no subió el cerro subió en un rayo de sol hacia el cielo, y su cambio era impresionante llevaba una túnica blanca y cabello largo y la ropa que mi abuelita le había dado quedo en el lugar. Le grite a mi abuelita.
– ¡Era dios abuelita! ¡Era dios!
Mi abuelita sonrió se encamino a donde había quedado la ropa, y la recogió y alzando sus ojos al cielo dijo.
-Gracias Señor por mostrar que existes,
Y por tu visita gracias por tantas bendiciones. Y por que a mi nieta le has demostrado que existes.
Desde entonces y para entonces veo a la gente humilde a los ojos por que se que entre gente muy humilde puede andar ¡Dios! Solo en sus ojos hay amor, Bondad, Nobleza y todo el amor de un padre a sus hijos.
Hemos de fijarnos bien de lo que nuestros ojos ven, para guardarlas en nuestro interior, y pasar nuestras experiencias a nuestros hijos y a nuestros nietos.
Y dios siempre esperara a que nosotros le abramos nuestro corazón fíjate bien dios puede estar a tu lado
Escrito por. Akire Astrid la nave de los dioses.
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