Los tristes se reconocen uno a otro
Como el mar reconoce a la inmensidad
Se perciben como aquellas almas que erran
En un mundo de triste fraternidad
Olvidan que son los anhelos perdidos
los que les tienen unidos al afán
aquel mismo afán de ser más que discretos
y pasar por alto la ocre intimidad
Los tristes se reconocen mutuamente
al ocaso, en el alba y al despertar
Como tristezas grises que no suspiran
Y como olas solo aman al añorar
Añoramos la felicidad perdida
En el suspiro vivo de nuestra paz
Esa paz blanquecina que nunca llega
Y sin razón tratamos de imaginar
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