La tez palidece entre quejumbrosos sueños oscuros.
pesadilla de media noche, que espabila en el estribillo de la penumbra sibilante, cual cera derretida chispeante del cirio incandescente.
abnegación palabra elevada a lo divino, que solo aceptamos en el silencio trémulo de la vorágine oscuridad.
piel de azabache, demonios que arañan la conciencia, aliento frio fúnebre de flores, aroma penetrante en el desvió al seol.
la desesperanza inunda aún más el desasosiego, miedo a trascender con nuestros pecados a cuestas, temerosos de la muerte.
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