A ver qué va a decir El Niño en el silencio. Metido en una ensoñación el sujeto vivía y veía turbia la realidad.
El negro patricio estornudaba su asco. Y por su nariz expulsaba algas, que quedaban pendiendo de ella. Por otro lado, eran sus huesos los que hacían ruido al irse a su cama, no su cama.
Está algo atento a lo que escribo y a que lo escriba. Algo hurgo después en el alga y huelo a alga algo.
Las niñas calenturientas son maravillosas. Cuando duermo y cierro los ojos las veo a ellas. Despierto su deseo observándolas gustoso y no se sorprenden cuando acerco mi mano y le descubro a una de ellas su pecho tierno y se lo mamo. Ella ríe maravillosa y las otras también desean. Son niñas normales que veo por la calle. Son preciosas. Estoy con ellas, con vosotras. Y eso me hace un poco fantasma.
Los culos de algunas niñas me embelesan. Cuando son grandes son maravillosos y pienso que lo que veo es increíble (no puedo creer que un culo sea tan precioso, de verdad). Contemplo un culo tremendo y puedo estar mucho tiempo embelesado, disfrutando viéndolo. A veces llamo «mis nenas» a las nenas, porque no soporto la idea de verme sin ellas. Las necesito, me hacen feliz y yo a ellas.
Mis dedos buscan sus vaginas deliciosas, tiernas, jugosas, velludas o sin vello. Y disfruto enormemente. Siento que las hago mías. Algunas se aferran a mi miembro no del todo endurecido y les gusta estar ahí.
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