Ella y yo somos uno,
fundidos en el mismo sentimiento;
unidos en el abrazo del tiempo,
como el día y la noche
se unen en el ocaso.
Somos carne del mismo aliento,
con el que el soplo divino hizo la vida.
Fe de la misma esperanza,
ansiedad de la misma angustia.
Somos al fin de cuentas,
la imagen y semejanza…
El pilar donde descansa
¡el misterio de la vida!
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