Tengo una vecina a la cual envidio. Su jardín colinda con el mío de manera que me permite husmear su vida sin que se dé cuenta. Por los visillos de las cortinas la miro cuando llega con sus dos hermosos hijos, bien educados, de buenos modales, obedientes y de gran finura, al contrario de los míos que son unos zagaletones desordenados, de pésima educación, mal hablados, vagos y groseros. Mis 3 hijos varones son lo que llamaríamos, “unos buenos para nada”. Mi marido obstinado de mí y de mis repelentes hijos, se buscó a otra que es precisamente mi vecina
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