Estoy vivo y lo sé.
Siento correr la sangre en mis venas
y el viento sobre mi rostro,
cual febril caricia.
Mis ojos se iluminan de los paisajes que miran
y mis oidos se inundan de sonidos,
agolpandose en mis sienes.
Por todo esto y más,
sé que estoy vivo.
Mis sentidos me lo acusan.
Y cuanto más consciente soy de esta verdad,
me aferro más a la vida.
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