El Desierto Roba Años.
Se decía que en el centro del desierto habitaba una mujer muy hermosa, una mujer capaz de conquistar a cualquier hombre; sin embargo, esta mujer, con ayuda de un demonio, había levantado una maldición en todo el desierto: “todo aquel que se atreva a pisar este lugar morirá”, esa eran las palabras que se habían transmitido de persona en persona.
Todas las personas que ponían pie en ese desierto morían: niños, mujeres, hombres, no había ningún tipo de discriminación en ese lugar. Todos se movían en base a una sola cosa: llegar al centro, unos por accidente, otros por deseos malévolos, otros por deseos humildes, todo tipo de cosas servían como motivación.
En las lejanías de ese desierto, en un pequeño pueblo, se encontraba un hombre, ese hombre provenía de una familia muy pobre, todos excepto él estaban muertos, era un hombre que lo había perdido todo, todo el sentido de su vida se había perdido, era un hombre que estaba pidiendo ayuda a gritos; sin embargo, nadie lo escuchaba.
— Ya no me queda nada, no tengo nada que perder.
El hombre, decidió poner fin a su vida perdiéndose en ese desierto.
El hombre camino y camino a lo largo de ese desierto hasta apenas poder mantenerse en pie: su cara estaba llena de sudor, sus piernas estaban temblando, su respiración era irregular, a ese ritmo el hombre moriría.
La mujer, al ver al hombre, por alguna razón había comenzado a llorar, las lágrimas estaban brotando de sus ojos. En llanto le pidió al demonio que retirara la maldición; pero, para mal, este se negó, eso iría en contra de su deseo inicial. La mujer ofreció cualquier tipo de trato hasta que el demonio aceptó.
—Lo hare, pero con una condición, todos los años de las personas que murieron alargaran tu vida —Dijo el demonio.
El hombre logro llegar al centro del desierto, donde solo se encontraba una pequeña y humilde casa.
El hombre abrió la puerta de la casa y vio a una mujer esperándolo.
—No es mucho el tiempo, pero quiero que estemos juntos el resto de tu vida, valiente hombre.
Y ellos vivieron juntos hasta que la muerte los separo.
La mujer le había respondido al demonio: “Esta bien, nunca antes se había esforzado tanto para llegar, y nunca espere que mi hermano lo hiciera”.
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