Lamiendo los huesos,
la bestia despertó,
el sol encendía un nuevo andar,
los pasos en el lodo quedarían perpetuados.
La marcha del silencio,
con el cuero tieso y frío,
inicia entre las nubes,
eterno resplandor.
El cielo está empezando,
a abrir su manto fino,
las puertas de colores,
esconden un tesoro.
Ya nada quedará,
oculto para el Hombre,
que en su sueño busca,
del dolor librarse.
Lamiendo los huesos,
la bestia se durmió,
la luna apagó su camino,
y las huellas en el lodo,
perpetuadas han quedado.
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