La tierra mueve tus pasos entre los pinos, todas las estrellas se reflejan en tus ojos.
- El Sol en la Luna, ¿lo ves?
Tú estabas allí, es decir, los dos, aquí, en el efímero instante, trabados eternamente entre millones de épocas.
Y juntos merodeamos cada rincón del lugar, veíamos con las manos y escuchábamos con los ojos, todo era raro, pero era una rareza que podía recordar.
Cuidadosamente nos fuimos yendo muy profundo, luego, un árbol ya no era un árbol, las palabras torcían la realidad, y el tiempo, ¿el tiempo? ¡El tiempo! El tiempo...
- ¿Qué te decía?
- Las estrellas, las contabas, les diste un nombre. Dijiste mi nombre 3 veces, cada vez más invisible.
Le sonreías al cielo y con las palmas de tus manos rozabas el pasto.
El perfume de nosotros dos:
El universo late con el mismo ritmo que nuestros corazones, gira con la pronteza del interior, significando tu nombre y el mio.
Cuando la naturaleza nos habla, lo único que puede mostrar el camino es el amor.
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