Abel, era un pintor que se había enfocado en triunfar desde que salió de bellas artes, aunque sin éxito. Él soñaba con algún día convertirse en alguien tan importante como Pablo picasso, Da vinci o el mismísimo salvador Dalí para el mundo del arte, sin embargó en ninguna de sus pinturas habría de lograr expresar las emociones que tanto añoraba que sus cuadros dieran a los demás, por lo cuál a pesar de ser un excelente pintor, para el mundo del arte, él era nadie.
Se esforzó por años, creando todo tipo de pinturas, desde el arte contemporáneo hasta el surrealismo, sin embargo no tenía el talento ni él sentimiento necesarios para crear una obra que destacase.
Pasaron los años, 10 para ser exactos, desde el día que se graduó de bellas artes y su carrera seguía en lo más profundo del mundo artístico.
Dejo pues de luchar por sus sueños y aquel desdichado pintor no consiguió más que rechazos de todo tipo de personas.
En una ocasión, pintó un león a punto de comer a un antílope, en esta pintura Abel reflejaba su propio espíritu a punto de ser devorado por el fracaso, y al ser tal la magnitud sentimental de la obra decidió mostrarla a un viejo conocido; Miguel de Casares, este era un importante marchante de arte amigo de Abel desde hace ya varios años. logro ver el sentimiento reflejado en aquella pintura y consiguió un importante comprador para está.
Pasó el tiempo y el pintor fue haciendo fama desde aquél fugas destello de brillantéz.
Un día cayó enfermo, devastado por un cáncer terminal según le dijo el médico.
Abel se encerró en su casa por 3 meses, deprimido y agobiado por las quimioterapias que no habían logrado más que solo dejarle una calvicie, la cual tapaba con una boina para no sentir vergüenza ante las demás personas.
En medió de aquél momento de depresión, Abel se decidió a encerrarse en su más grande amor de toda la vida; la pintura. Comenzó a crear un cuadro, lo llenó con colores de matices obscuros y claros por igual, logrando una profundidad excepcional en la pintura.
El cuadro fue terminado luego de 1 mes de arduo trabajo diario, era un dibujo hermoso en verdad. La imagen de un ave volando por un cielo nublado, con unos rayos de luz tenues que atravesaban por entre el grisáceo cielo lúgubre, donde al final del cuadro en la parte posterior se apreciaba una ciudad grande, de edificios enormes aunque llenos de basura y suciedad apenas visibles si prestabas demasiada atención.
Abel, decidió entonces llamar a su amigo Miguel de Casares para mostrarle aquella obra majestuosa.
En cuánto Miguel observó la pintura quedo anonadado ante tal muestra de belleza y ese toque lúgubre que albergaba la pintura.
Le ofreció entonces un trato por mas de 1 millon de dólares por aquella obra, trato que Abel rechazó y le pidió a esté que su obra fuera donada a un museo. A pesar de los esfuerzos de Miguel por convencerlo de aceptar el dinero, Abel se negó rotundamente y Miguel sin más argumentos para protestar a la decisión aceptó.
El día de la primera exhibición de aquella obra titulada «Él edén del dolor» fue un gran éxito en el mundo del arte. Sin embargo ese día también era de un gran luto, pues el día anterior a la exhibición, el brillante autor de la obra, Abel Hernández Mondragón había muerto debido a un cáncer terminal que se le había diagnosticado 6 meses atrás.
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