Se va la tarde lentamente, viene el frío.
Y un pájaro viene a verme, cada año, desde su nido.
No necesitamos nada más que el abrazo, fraternal de un niño.
Sólo queremos que el romero siga vivo. Sólo el olor del jazmín y algún olivo, junto a la tumba que nos hicimos somos mendigos.
En ella posa un son amargo, como un quejido. Y a lo lejos la vista alcanza un mar bravío.
Una fragata cruza el puente, llega el olvido. Es mi país desde que muerto, siento aquel frío. El agua corre bajo mis pies, va hacia el río. Nada detiene su transcurrir, ni mi destino.
Hay mucha gente sintiendo el roce de su camino. Hay mucha luz, encima, de aquel lugar, carcomido.
Sobre un pergamino puede leerse un mito antiguo, parece un rezo echo de sombras y escalofrío: No más amantes han de morir por desatino. No más familias en desunión, sólo Cupido debe reinar junto a aquel río.
Luego…se va la tarde lentamente, viene el frío, sólo queremos que el romero siga vivo.
Se oye un rezo de peregrinos hacia la tumba.
Como por magia, en un pergamino, se lee, un mito antiguo: No más discordia, no más dolor ni suicidio. Sólo la flor, junto al olivo y aquellos niños. Sólo la vida que emerge en aquel sitio. Pues semilla somos desde la tumba, luz divina. Nuevo destino, nuevo cante, nueva luna.
Se va la tarde, lentamente, viene el frío, sólo queremos que el romero siga vivo. No más discordia, no más dolor ni suicidio.
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