Perdí mi casita tan cerca del mar. Sin ella no siento paz, ni libertad. Mi verde jardín olía a azahar. Miraba a lo lejos un brazo de mar. Raíces eché en éste lugar, de espíritu libre, de amor y verdad. Dolor en el pecho, no podré volver, era mi tesoro, era mi hangar. Canciones lejanas parecían sonar, cual sirenas agazapadas, durmiendo en la playa, sonriendo al varar. Cómo te quise tanto, me pregunto al andar. No podré pisar tu suelo, sólo navegar, mirando de lejos, mi bello lugar. Serás sólo mía o de nadie mas, ésto pensé un día, mágico lugar. Nadie es de nadie me dijiste tú, razón que tenías, lo supe después. Te amaré un día con tanta pasión, vertiré mi aliento cuándo ya no esté. Qué luz te inundaba, pequeña casita, aquella mañana en que te dejé. No quería irme, pensaba al cerrar la puerta, la última tarde de aquel verano que no volverá. Serán mis estíos más fríos al dejarte, mi andar, tumba ambulante, parecerá de verdad, pero será baldío. Fuente junto al mar, no arrojes el nido de aquello que nace sin ningún lugar. Casita de playa, no olvides mi alma que vive sin ti, en la tierra adentro, lejos de ultramar. Acoge al nuevo, hazle sentir mi pecho que un día abrazó el cielo, la brisa, la luna y el sol. Dime viajero qué sentiste tú cuándo la pisaste por primera vez. Háblame de calles, bullicio de rocas, de olor de pescado, de cremas al sol, quizás perpetuo cesar. Oscura es la noche, tan lejos estoy, que sueño pisadas en mi viejo hogar. Dile viajero que un día veré mi sueño cumplir, su suelo habitar. Pues yo no soy nadie, lejos de la mar.
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