No quiero pensar más en ti. Me duele pensar en los momentos tan hermosos que pasamos juntos. Duele saber que ahora eres feliz sin mí. Duele saber que la felicidad que tienes no lleva registro alguno de tantas aventuras que vivimos.
Has olvidado la vez que tropecé al lado del verde maizal, ensuciando mi camiseta y pantalón blanco. Has olvidado las carcajadas que soltamos ese día, tan fuertes que los pobres sordos no tuvieron más remedio que taparse los oídos.
Olvidaste que te entregué mi amor. Me entregué a ti con todo: con lo bueno y también con lo malo de mí ser, para que juntos viéramos los errores y hacer todo lo posible por corregirlos. Me entregué a ti sin saber quién eras. Me entregué torpe, ignorante y ciegamente, confiando en la paz que me hacías sentir y que nadie más pudo despertar ese sentimiento en mí. Me entregué a ti sin prestarle atención a la razón.
No sé cuál es mi misión en este mundo sin ti. Te lo he dado todo y ahora no tengo nada. Estoy tan vacío que la sangre en mi corazón hace ecos insoportables e interminables, creando sonidos extrañamente escuchados, golpeando cada vez más fuerte las paredes de mi debilitado corazón.
Quizás pueda confortarme con saber que he sido quien te avivó todas tus emociones guardadas en el interior de tu alma desconsolada.
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