Mi muñeca era de trapo, mas nunca fue vulgar ni corriente. Al contrario, las fibras que le daban vida provenían de los elementos mas exóticos de la naturaleza. Podias frotar tu nariz en ella y transportarte a los campos de algodón bañados por los rayos del sol, sentir el mar en tus pies y disfrutar de los mas bellos aromas que el bosque ofrece. El estambre de su cabello era el mas suave y fino que jamas toque, los colores que le adornaban olían a frutas y flores frescas, recién cosechadas, de la mejor calidad. Era única, era.
Ella siempre se quejo de su tela. Recuerdo su expresión de admiración y encanto cada vez que veía a las muñecas de plástico que se exhiben en aquellos aparadores pomposos, esas que cuentan con su kit de «fiesta en la playa», casa de campo y autos lujosos. creía que eran mejores que ella, pero esas muñecas están hechas en serie, con la frivolidad del plástico, sin identidad y ella era única, era.
Cierto día me encontré su tela hecha pedazos en el suelo. Con el corazón sumergido en angustia recogí los trozos que aun quedaban, mi único deseo era componerla, pero mi muñeca no era mas mia, ya ni siquiera se pertenecía a ella misma, pues había cambiado y destruido todo lo que era por aquel frío plástico que tanto anhelaba. Jamas noto que era única, era.
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