Llevo años sabiéndolo, y hasta hoy poco he hablado.
A pesar de todo el peso obligado a llevar a cuestas, he podido alzar la cabeza y ponerme de puntillas, mirando más allá de lo que nos han prohibido y alcanzando a ver el camino que sabía que tenía que existir. Unos solo creen en lo que les han enseñado al nacer. Otros ven la otra ruta a través de micro imperfecciones en el muro de la ignorancia.
Sueño con poder cruzar la distancia que día a día se va alejando. Pero la fragilidad de mis pies tras la acomodación del asfaltado camino, impide que llegue sano al otro lado. Aunque si las durezas, las heridas o las llagas cicatrizan sin llegar a infectarse, puede que al final valga la pena. El problema, es que aún tengo miedo, y carezco de demasiada voluntad, a sabiendas de que el esfuerzo puede llevarme a la armonía. Mas, es ese puede el que no me deja decidir.
Seguiré observando ese deseo hasta que ya no lo alcance a ver, y será justo después cuando ya nadie sepa de su existencia, aún estando allí.
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