Miro como las horas pasan. Ya no sé si de tanto amar me ha quedado el alma seca.
Desde el piso catorce miro la ciudad. Las luces de neón brillan en la distancia y no recuerdo la primera vez que mis lágrimas hicieran agujeros en la nieve.
¡No recuerdo mi última decepción!
Solo recuerdo besos borrosos, abrazos, caricias que no sé si fueron buenas.
¡Los nombres de lo oscuro de mi vida!
¡Esos nombres, no son muchos! Pero deambulan, como una tonelada de dolor en mi cerebro.
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