Todos los días me quedo mirando
el correo por si quizás un día te
encuentro, e ir detrás de ese souvenir
que me trae un hermoso recuerdo
infantil.
Tu cara sonrojada y regordeta, al
lado de mi triste vereda solitaria,
angustiosa y melancólica, no teníamos
nada en común, pero no me sentía
desolada.
No se que habrá sido de ti, pero
nunca olvidaré aquellos ojos tiernos,
de esa niña tímida y subnormal, que sin
proponérselo me acompañó en una de
las peores peripecias de la vida.
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