Ritcher Antúnez
La palabra «humildad» viene del latín “humilitas” y tiene varias acepciones, pero desde nuestro punto de vista, vamos a analizarla a partir de su principal virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades. Por su parte, el término «prepotencia» es un concepto que tiene su origen etimológico en “praepotentia”, también del latín. Pudiéramos decir que una persona es prepotente, cuando impone su poder o su autoridad sobre otros para obtener provecho o para ostentar ese supuesto poderío.
Mi llamado a la reflexión para los líderes políticos de cualquier país, sobre todo los gobernantes, es a que sepan sopesar qué les conviene más: ser humildes o ser prepotentes. Un líder humilde, como decíamos al comienzo, está consciente de sus debilidades y limitaciones, mientras que un dirigente prepotente se caracteriza por un gran complejo de inferioridad que se convierte en la necesidad de mostrarse a sí mismo y a los demás como si fuese superior al resto de sus congéneres.
En ese sentido pudiéramos inferir que el poder de un líder prepotente es efímero, dado que la prepotencia lo hace fuerte por un día, mientras que la humildad lo afianza para siempre. Dice Salomón en Proverbios 11:2 que «El orgulloso termina en la vergüenza, y el humilde llega a ser sabio», es por eso que siendo humildes, seremos aptos para apreciar a los demás sin rivalidad, sin rencor, y seremos capaces de enaltecer las virtudes del prójimo sin sentirnos contrariados.
En contraste, la prepotencia restringe en los gobernantes, la opinión que pueden tener de los demás… Mientras que piensan que nadie puede hacer algo mejor que ellos, sencillamente se pierden de las cosas que se les colocan en sus narices para aprender, para complementar sus conocimientos, para distinguir otras visiones del mundo y para hacerse mejores dirigentes. Uno de los mayores legados de los grandes personajes de la historia es el de la humildad. Nuestros líderes supieron como ser maestros de la sencillez para llevar sus proyectos políticos a la gente; propuestas que en su mayoría coinciden en una regla general que no es otra que “darle la mano al caído y ayudar al necesitado”. Por eso, es condición sine qua non de un líder y sobre todo de un gobernante, el ser humilde sobre todas las cosas para atender a la población en sus necesidades y afianzar su bienestar.
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