Escribanos de nuestras memorias,
insípidas para aquellos, melódicos o melancólicos para vosotros.
Solo el corazón en nuestro pecho sosegado de memorias abraza sus recuerdos.
lánguidos días de olvido, cuando la tarde ya no regresa, y el tiempo susurrando hace despojo los huesos.
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La tez palidece entre quejumbrosos sueños oscuros.
pesadilla de media noche, que espabila en el estribillo de la penumbra sibilante, cual cera derretida chispeante del cirio incandescente.
abnegación palabra elevada a lo divino, que solo aceptamos en el silencio trémulo de la vorágine oscuridad.
piel de azabache, demonios que arañan la conciencia, aliento frio fúnebre de flores, aroma penetrante en el desvió al seol.
la desesperanza inunda aún más el desasosiego, miedo a trascender con nuestros pecados a cuestas, temerosos de la muerte.
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Rito parsimonioso, que como ajenjo envenena el alma.
Cólera desbordada de crujidos torrente en nuestra sangre.
Vil sevicia de odio que enmaraña las entrañas.
Sed de sadismo, cual animal nos devora la razón.
Golpe de espada y un grito agónico, que enmudece el eco sollozante de un sufrimiento
Sangre derramada, oreja, rabo y huesos.
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