Acabas de llegar a casa,
y en el cristal de la ventana
se refleja tu silueta achaparrada.
Te cambias junto a la cama
mientras miro la lejanía,
y en el cristal de la ventana
se refleja nuestra agonía.
Vuelve a escupir tu semblante
aquella confesión culpable
y en el cristal de la ventana
se refleja tu rencor inmutable.
-¿Cómo te ha ido el día?
Se atreve mi verbo a asomar.
-No tengo ganas de hablar,
y te vas lejos de mi vista.
En el cristal de la ventana
se refleja nuestra desdicha.
La cena acompaña nuestra soledad
entre anhelos y suspiros,
y en el cristal de la ventana
se reflejan nuestros olvidos.
A la mañana siguiente
está vacía la almohada,
y en el cristal de la ventana
ya no se refleja nada.