Me la mamaba,
estaba dura,
y no me refiero a mi polla,
ella estaba dura
Le cogía de los hombros
apenas se movía,
estaba congelada, y fría,
como los muertos
Sí, estaba muerta
y yo insistía en que me la mamase,
entre más insistía más duro
su cuerpo se volvía.
Hasta que a base de insistir
al fin me la empezó a mamar,
hasta que le dio por hablar
Empezó a gritar,
a escupirme,
decía que daba asco tremendo
que ojalá me muriera.
Todo eso mientras me hacía una paja,
con el cejo fruncido,
con cara de odio,
rechinando los dientes,
jalando con fuerza,
furia desmedida.