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Un Amor Posible Pero No Indicado

Estaba en el centro comercial, dispuesto a saborear un buen helado,  al esperar mi pedido noto su presencia, era una bonita muchacha rubia de ojos muy azules que cruzó mirada con mi persona.

Lo anterior antes nombrado era ya el problema para empezar cualquier nexo, «muchacha»; no tenía más de 15 años, y yo sí tenía más de 30.

Ella no sabía que helado elegir, por lo que le señalo uno de sabores y texturas suaves, supuse que no era de gustos rompelenguas como los que yo apreciaba.

Nuestros ojos vuelven a chocar, siento como los de ella  brillan de una tremenda manera, llegando casi a quemarme, la niña quería ser ya una mujer y olvidar su infancia, mientras yo lo que más quería era volver a ser un niño acordándome de las cosas bonitas de mi niñez.

Lamentablemente ni lo uno ni lo otro pasó, tomé mi golosina láctea y me dispuse a comerla en una mesa, tratando de olvidar a mi enamorada; el flechazo había sido mútuo, la escucho como sigue refiriéndose a mí, por lo que decido retirarme del lugar, lo bueno que los adolescentes como viven rápido también olvidan rápido, así evitaba que ella sufriera sin merecerlo.

Donde esté ahora, no tengo idea, lo único que sí espero que esté con al lado de un hombre de verdad. Los hombres de verdad son los que son auténticos, quienes prefieren ser odiados por ser sinceros que por ser mentirosos.  Es por eso que con ella fui UN HOMBRE DE VERDAD

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Carolina

No esperaba que me pasara esto, de hecho venía a otra cosa; desde que mis ojos se fijan en ella quedo inmediatamente hipnotizado. Es una mujer joven, maquillada con lo justo y necesario; unos ojos oscuros, que hacen juego con su pelo muy bien cuidado. Viste de amarillo con negro, con una maxifalda que resalta su altura y la hace ver más estilizada, terminando su tenida en unas medias negras y sandalias sin taco. Todo bien elegido pero a la vez sutil; se nota que sabe vestir muy bien, me fijo además que tiene un tatuaje con un signo oriental en su muñeca izquierda.
El tiempo pasa y toca el turno de sentarnos para recibir instrucciones, que para mi suerte las recibiría muy cerca de ella pues a mi lado estaba sentada. Le empiezo a conversar y ocurre una conexión mágica, cálida, como si de toda la vida nos conociéramos. Hablamos de nuestros pasados y presentes, lo que teníamos en común y lo que no. Pero todo lo bueno debe terminar llega el momento de la despedida, antes de irse se acerca a mí, acaricia mi brazo y se despide cariñosamente.
Han pasado algunos años, para algunos muchos, para otros pocos. No se si vuelva a verla, que habría pasado entre nosotros, si hubiera resultado, que sé yo.
Lo que sí sé es que hubo enamoramiento entre ambos, ese sentimiento que te hace ser cómplice, darte cuenta que fuiste capaz de hacer o decir cosas que nunca harías, no prestarle atención a nada que no sea esa persona especial, proyectarte con ella, creer que es tu otra mitad con quien quieres estar hasta el fin de tus días. Y lo más importante, ese ángel que te hace creer que habrá una próxima oportunidad.
Es por eso que le digo a esa mujer tan especial, esté donde esté: “Volveremos a vernos, Carolina.”

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