[¿Has leido la primera parte?]
Se adentraron por un sendero bastante abierto y seguro. Habitualmente era transitado por gente que necesitaba llegar al otro lado del parque sin querer rodearlo completamente.
Un sendero así no me servía. Debía hacer algo más mágico, por lo cual comencé a pensar. Una manada de búfalos… no, era muy peligrosa. Una nave alienígena… no, era muy estremecedora. Un tornado… no, era muy movido y no quería despeinarme. Un camino amarillo hacia un castillo encantado… no era una idea muy gastada. ¡Un meteorito! Sí, eso me serviría, pero para que lo vieran debería ocultar un poco el sol.
–¡Niños! –exclamé–. ¿Ven como esa nube tapa el sol?
–¡Uy! Se está nublando –dijo él.
–Cierto, pero podemos seguir caminando, no creo que hoy tenga intenciones de llover –aclaró ella.
Ahora venía mi actuación monumental. Tomé carrera y corrí hacia un pino bien grande. Trepé, trepé y trepé hasta llegar a una de las últimas ramas, pero lo suficientemente gruesa como para sostenerme. Escudriñé el horizonte y busqué el lugar adecuado. Y actué.
Un ruido bastante fuerte, como un silbido, fue percibido por mis dos amiguitos, lo cual les hizo desviar la mirada hacia el norte. El ruido era acompañado por una estela de luz dejada por un bólido que surcaba el cielo en dirección al bosque.
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